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Obra: “El funeral”. Teatro Lope de Vega. Sevilla, 9 de marzo de 2019
UNA OBRA PASABLE A MAYOR GLORIA DE CONCHA VELASCO
José Cenizo Jiménez
“El funeral” es una obra hecha a mayor gloria de su protagonista, la querida y admirada Concha Velasco. Su hijo Manuel L. Velasco ha escrito un guion en el que, si falta ella, como ocurre durante muy poco tiempo, todo se viene abajo.
Da vida (nunca mejor dicho) al hipotético fantasma de una mujer de fama, justo como ella, una diva del cine, la televisión y el teatro en España, que fallece y en pleno (hipotético) funeral reaparece. Le acompañan, en un escenario apropiadamente preparado para la funesta ocasión (pero con bastante luz, menos mal), sus dos hijas, un primo lejano de éstas, y, cómo no, un impertinente y ambicioso representante (los intérpretes Irene Soler, Irene Gamell, Emmanuel Medina y Jordi Rebellón, respectivamente).
A partir de aquí, se supone que, sin grandes pretensiones, el guionista y el director Manuel L. Velasco nos conduce a diversos episodios llenos de pretendidas escenas de comicidad, de sorpresas… Se rompe la cuarta pared y el público participa hasta comiendo (sólo los del patio de butacas, siempre este privilegio, que para eso pagan más). No cabe duda de que en algunos momentos la risa fluye, por la capacidad de conexión y las tablas de Concha, por gags y ocurrencias apreciables como las alusiones a figuras y figurones de nuestros días, las referencias a los programas actuales de televisión en los que podría participar la “resucitada” (como “Cine del -otro- barrio”) o la misma idea de que es la segunda persona, en dos mil años, que resucita. El público por momentos se divierte, porque, a pesar del guion poco logrado, Concha es en sí misma una obra y nos recuerda tantas cosas buenas que todo se lo perdonamos. Quizá ella sola, dos horas conversando, contando cosas buenas y menos buenas de su vida, con su carisma, resulte más efectiva, y perdón por los demás actores, que no pueden sacarle más jugo ni juego a sus sosos papeles.
Contar, en vídeo, con montajes como la entrevista que le hace Buenafuente, tiene un paso, pero anecdótico. Se diluye la risa y se evapora la densidad porque, como ocurre en muchas películas, el guion no alcanza. En conclusión, teatro apenas pasable, pero sólo por la frescura, el desparpajo interpretativo de su protagonista, la gran Concha Velasco.