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EL DESEO QUE NOS SUSURRA PARA HACER LO QUE QUERAMOS
Autor: Francisco José García Carbonell.
Dentro de las varias teorías que han determinado los rasgos del pensamiento, desde el discernimiento platónico hasta la conceptualización aristotélica, todo ha pasado por una suerte de controversias que han dado lugar a un debate sobre el mismo pensar. Que si este se vale en el desarrollo de la palabra en nuestro fuero mental interno, que si puede ser la asociación de ideas o. igual, las disposiciones conductuales frente a los estímulos del medio. En fin, nada más que tirar, como acabo de hacer yo, de la Wikipedia para ilustrarnos sobre este proceso cognitivo al que nos referimos cuando utilizamos dicho término. Tampoco voy a entrar en los varios tipos de pensamiento, y sobre los cuales podemos también aprender en dicha enciclopedia virtual. Todo esto, que nos ofrecería cualquier manual ilustrado, nos serviría, cosa que me viene bien para el caso, por un lado como una herramienta para poder saber sobre el uso de esta palabra y, por el otro, en hacer una primera toma de contacto con el pensamiento.
Imaginemos un estudiante de primer curso de música. Este empieza a leer las notas de solfeo muy despacio, con reticencia, pasando el dedo por las mismas ante la severa mirada del profesor, el cual le pide que vaya más rápido, que no se detenga en ellas y, por paradójico que parezca, y he aquí dos palabras claves que quiero reseñar, le solicita que avance sin “pararse” a “pensarlas”. De alguna manera, el alumno a medida que vaya consiguiendo soltura en el manejo de estas podrá, con un simple vistazo, localizar rápida y de manera precisa el tono de cualquier nota. Así, lo mismo, pasa con cualquier profesión: con el médico cirujano que opera con mayor precisión, con el sastre midiendo a ojo, con el tornero haciendo una pieza, etc. En la realización precisa de cualquier técnica es de sobra conocido que la eficacia le debe mucho al desenvolvimiento del profesional. La pericia en cualquier profesión es buena para la empresa y el confort mental del empleado, pero, y llevando esto mucho más al límite, ¿Beethoven fue algo más que un gran técnico? ¿Este logró romper las fronteras frente a la destreza profesional adquirida? ¿Rompió también con el confort mental?
La tarea que sigue hoy en día un profesor, es la de enseñarte a profesar una actividad determinada por unas ideas y para el uso social. Dejar huella en ti, como dirían algunos, para que tú te inclines, dentro de una comprensión de los límites en el que te vas a desenvolver, hacia el bien que se cree demandado. Cuando nos encontramos el caso, como ocurre, donde se da una especie de hiper- tecnificación del mundo en el que convivimos, siguiendo la estela de Heidegger, no es que nos movamos en una esfera equivocada, no se trata de eso, sino que la excesiva técnica no permite ir más allá del medio, como señalaba el filosofo alemán y tampoco pararnos a interpretar y relacionar lo interpretado (pensar). Tomando a Deleuze y Guattari, esto nos lleva a crearnos una realidad conforme a un continuo deseo social, y también a darle un poder de control. Para el filósofo francés Deleuze los deseos no son causa del placer sino algo sin consistencia ni duración. Algo que es proyectado en nuestro imaginario, igual que una sombra. En su combate contra la casta sacerdotal del psicoanálisis, se opone al deseo como carencia o falta. Dentro de nuestra territorialidad, en términos deluzianos, nuestro inconsciente es motivado a producir, igual que en una fábrica, por el mundo entero. Somos agenciados por lo múltiple. Y en este somos agenciados todo vale, desde quien está en un nivel intelectual superior o, por el contrario, quienes están abajo, es lo que este llamaba “un universo compuesto por máquinas deseantes”. Un universo donde cabe todo tipo de sinsentidos como en el mundo de Alicia en el País de las Maravillas, un mundo que nos tiene atrapado en nuestros límites dejando aflorar todos los deseos que imaginemos.
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EL DESEO QUE NOS SUSURRA PARA HACER LO QUE QUERAMOS