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Por Francisco Vélez Nieto
“la verdad es más extraña que la ficción, a veces uno toma esos fragmentos de realidad y lo hace ficción”,
Mark Twain
Se acumula la ira justificada por ese marinero que se busca la vida aguantando la prestación con su barca en acompañar y soportar desvaríos con un personaje más bien odiado que querido por ese extraño comportamiento de navegar por el río para pescar cadáveres. Esta es la original y misteriosa narración recogida en los cuatro cuentos que componen tan entusiástica narración de El Conde y otros relatos. Donde el narrador de la historia se pregunta así mismo: “Se dice fácil cuatro vidas, una vida, pero si es solo levantarse, dormir, rascarse las picaduras de mosquitos, partirse el lomo, amarrar la barca, cambiarse la camisa, y mientras tanto ¿a dónde va la vida?”
El Conde es el relato representativo que con su título nos muestra y aglutina en un libro las cuatro historias que lo componen. El personaje de El Conde, pese al título de nobleza que lo envuelve no puede ser más siniestro, odia a las mujeres cosa propia de tipos extraños aunque estas puedan ser encantadoras, y al contrario le rinde honores a los muertos, aumenta la extrañeza del personaje por entender que «es de estúpidos ocuparse tanto de ellas, sólo los muertos merecen ser tomados en serio» para lo que dedica parte de su vida de ocio enfebrecido y parasitario en hacer remar y remar al barquero por el río buscando cadáveres que rescatar curiosa y macabra afición –distante de la de ese padre con su hija en la novela de Dickens recatando cadáveres del Times para ver que puede encontrar en sus bolsillos – ,alejado de esa otra característica y deportiva más propia de los nobles como puede ser las grandes cacerías en cotos para privilegiados, corruptos y especuladores. En cambio, no faltan alardes de un despótico y despreciativo asco a los vivos. Actitud que no influye en su fama y respeto por esa “noble” tarea de rescatar los cadáveres que flotan en el río.
Diferente este otro relato de “La portería” que cuenta la postura de un anciano dispuesto a no convertirse en un jubilado más aburrido, torpe y molesto, alguien que estorba, que ya no es necesario en esa sociedad que de alguna manera él ha contribuido a crear. Luego debe de buscar las formas y los trucos desde una cierta clandestinidad de cara su familia, para no dejar de ser quien ha sido, poder sentirse algo ejerciendo labores aunque sean de portería. Tierno y emocionado personaje, modelo real para muchos como él que se niegan a dejar de ser persona activa. El relato de “Las voces!” nos presenta un hombre totalmente obsesionado con relacionarse únicamente con veces de mujeres que queden registradas en sus contestadores telefónicos. El personaje lleva una vida galopante entre la espera de una y otra respuesta telefónica por el automático “Debo apresurarme, ya es la hora exacta del 572441 y apenas me queda tiempo. Si lo marco tarde y resulta que ya ha vuelto y responde ella directamente, como la otra vez”
En “Ya haber sido» se vive la lucha consigo mismo y el temblor de la idea de no existir más, de nada le valía escuchar con solidaridad que “había sido uno de los grandes de la guitarra”, pues él respondía “que no le bastaba con haber sido. Quería ser, poco importa qué, un músico, un enamorado, cualquier cosa, pero ser” Se negaba a bajar la persiana de la ventana que lo sumiría en la oscuridad de no ser nada de, lo que había sido. Los protagonistas de estos relatos Carlos Magris (autor de del maravilloso libro titulado El Danubio calificado como un sorprendente viaje en el tiempo y el espacio) intuyen la tragedia de sus propias vida, convertirse en simples espectadores, siendo conciente de ello, pero al menos, como principio intentar ser espectadores de lo que han sido, el desfile de su actuación de sus propias vidas, sin perded la conciencia de reconcerní que las cosas son como son.