El “buscador desesperado de atención” Elon Musk se convierte en el mayor accionista de Twitter
El multimillonario dueño de Tesla ha sido acusado de racista, machista y de promover el sabotaje antisindical. Desde el lunes poseerá el 9,2% de la red social con mayor influencia política del mundo.
En 2021, la revista Time eligió al multimillonario Elon Musk como la “persona del año” pero no escatimó las críticas a un personaje que hoy se ha convertido en el máximo accionista de la red social Twitter, posiblemente la de mayor influencia política entre sus iguales. “Fácilmente se le puede considerar como un supervillano arrogante, en el grupo de los tech bros y los playboys del espacio”, escribía el encargado del panegírico en Time, antes de desarrollar una serie de valoraciones del papel de Musk como inventor.
El anuncio de que Musk posee el 9,2% de la red social del pájaro azul se produce una semana después de que anunciase de que estaba pensando “seriamente” poner en marcha otra red social, y ha supuesto un aumento del 25% de las acciones de Twitter.
Con motivo de su nombramiento como persona del año, la ensayista Belen Fernandez, autora de The Imperial Messenger: Thomas Friedman at Work, escribió un pequeño perfil en el que explica someramente quién es Musk: “si la destrucción capitalista de la ecología tomara forma humana, se parecería al aspirante a cosmonauta afrikáner Elon Musk”, cita Fernandez, en un retrato que define bien al personaje (salvo para sus cientos de miles de fans).
Musk es la persona más rica del mundo, según Forbes. Dueño de Tesla y fundador de PayPal, entre otras compañías, está considerado un visionario en el campo del desarrollo del capitalismo “verde”. Considerado el epítome del emprendedor y a menudo un ingeniero de primer nivel —el expresidente estadounidense Donald Trump lo comparó con Thomas Edison— Musk es ante todo un vendedor de sueños que mantuvo a flote Tesla, empresa que no fundó pero que es su mascarón de proa, gracias a una ayuda federal, y que en el transcurso de su carrera ha obtenido 4.900 millones de dólares en ayudas del Estado.
Sus miles de detractores le acusan de ser un defraudador de impuestos profesional, racista, sexista, de haber banalizado el holocausto y ser el presidente de empresas sin ningún respeto por los derechos laborales, activo en las prácticas antisindicales, sin ninguna intención de evitar el sufrimiento animal —en el caso de sus laboratorios— y, en todo caso, un mentiroso patológico; un “buscador desesperado de atención” y “vendedor de paparruchas”, como reflejaba el podcast ¿Es Elon Musk un fraude?, emitido por The Intercept.
Su origen sudafricano —la fortuna de su padre es consecuencia de la explotación de una mina de diamantes en la Sudáfrica del apartheid— no es el motivo de que se le haya comparado con un afrikáner, sino las prácticas de racismo establecidas en Tesla y sancionadas por la justicia estadounidense. La magistratura laboral de California ha comenzado en febrero de 2022 una investigación a Tesla por la discriminación racial en la planta de Freamont, una “discriminación en la asignación de tareas, disciplina, salarios y promociones”, según el dictamen que refiere insultos racistas y acoso a empleados no blancos, tras una investigación que se ha extendido durante 32 meses y que cuenta con cientos de testimonios.
No se trata del primer episodio de esta clase, puesto que la compañía ya ha sido multada con 137 millones por las acusaciones de un empleado que comparó el ambiente laboral en Tesla con la segregación de las leyes Jim Crow. La investigación de la planta de Freamont salió a la luz por las acusaciones de que los empleados blancos se referían a las zonas con trabajadores negros como “la plantación” y “el barco de los esclavos”.
Musk ha sido acusado personalmente de racismo, tanto por su aproximación a las protestas de Black Lives Matter como a su apoyo inicial a las leyes que Donald Trump impulsó para prohibir la entrada de musulmanes en Estados Unidos. Asimismo, varias mujeres han denunciado la política de acoso sexual en Tesla y han relacionado dichas prácticas con los tuits “pasados de rosca” del multimillonario.
El mismo podcast de The Intercept le retrataba como un paso al borde del negacionismo respecto al covid-19: “El pánico por el coronavirus es una tontería”, ha escrito. Pero el carácter contradictorio de sus ideas es una constante en Musk, quien defendió el fin de las limitaciones para poder abrir la planta de Tesla en California pero se embarcó en una campaña de relaciones públicas sobre la donación de respiradores a la sanidad del estado soleado, que resultaron no ser respiradores apropiados para el tratamiento del covid-19 sino máquinas para el tratamiento de la apnea del sueño.
Su proyecto de hyperloop, así como algunos de sus anuncios respecto a los coches autotripulados, han sido otros de los grandes bluf protagonizados por Musk, un emprendedor adicto al caso que desde hoy se convierte en el magnate de la principal red social basada en la economía de la atención del mundo.
El “buscador desesperado de atención”