El arriero de La Providence

El arriero de La Providence

Francisco Velez Nieto
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George Simenon. El arriero de La Providence. Traducción de Nuria Petit. Acantilado

¿Cómo ha podido llegar el cadáver de la mujer al establo de los caballos de una gabarra?  Criatura exquisita. “¿Qué se la ha perdido aquí a esta mujer, extraña que, según se comenta, viene del yate Soutbern Cross, una elegante embarcación que nadie ha visto antes por los canales de la región del Marne?”.

Cuando el arriero de La Providence, buscando su látigo para espabilar a los caballos que tiran de la gabarra La Providence, entre la paja del  establo, donde duerme entre sus dos animales,  se quedó frío al descubrir que de verdad era un rostro humano. Y para más seguridad alumbró con un farol. Cierto, el cadáver de una mujer: “En una cuadra con sus pendientes de perla, su pulsera de diseño  y sus zapatos de ante blanco”. Un suceso que lo alteraría todo. El primer interrogante que se le presenta  a Maigret mientras carga su pipa mientras la  golpea con parsimonia, es el mismo al de toda la policía y vecindad del canal: ¿Cómo había llegado el cadáver de la mujer al establo de los caballos? Esa criatura exquisita? “¿Qué se la había perdido aquí a esta mujer, extraña que, según se comenta, viene del yate Soutbern Cross, una elegante embarcación que nadie ha visto antes en los canales de la región?

Todo un inquietante ejercicio de investigación  de muy fino corte literario narrado con el arte propio del maestro. La lluvia es continua, cuando no niebla y poco sol, entre canales que como dedos del río Marne discurren por caminos paralelos a los nuestro sabueso va buscando donde aferrarse, parando en las tabernas de las orillas con ojos escrutadores y oídos despiertos, mientras con disimulo, observa desde un silencio que parece advertirle al lector que toda atención es poca para poder  seguir tan  magistral narración, aguas del canal lateral del Marne, para destapar el misterio de la enigmática mujer que navegaba en el lujoso yate, el Southern Cross, que habitantes del lugar no habían visto  Nunca surcar por los cauces por las aguas de la región, con tan especiales personajes a bordo, los cuales, naturalmente, les resultan sospechosos a nuestro comisario, esos sí, con la mayor discreción hasta poder ir recopilando datos, detalles y huellas que en todo los lugares que va recorriendo en bicicleta. ¿Un caso más en la vida de ficción del género policiaco de este clásico creador George Simenon? ¿Pero de verdad es un caso más? Creo que no, los personajes, esos que dibuja maravillosamente son diferentes. Menudo cuarteto componen los pasajeros de la coqueta embarcación con una tripulación de lujo compuesta por el bebedor insaciable de  wiskis Sir Walter Lampson, coronel retirado de la Armada de las Indias. El matrimonio, junto a Willy Marco, amante de la fallecida, y Gloria Negretti, viuda de un diputado chileno y amante de Lampson, todo un cuarteto cuyo protagonismo ofrece una variedad nada usual en el cotidiano vivir.

Y con estos elementos  y buen oído va nuestro principal personaje con su embriagador estilo cinematográfico, dando vida real a los  pocos milagros, pero de mucho misterio, volcado en dejar claro esta extraña muerte de tan importante señora, encontrada en un maloliente establo donde tiene su descanso un fornido y huraño hombre de pocas palabras, eso sí, volcado con cariño sobre sus caballos y el trabajo de una fidelidad donde la ternura brota fruto de la magia para exponer su clase literaria  con la que muestra como una novela policiaca puede lograr elevar la calidad de un contenido sencillo al pedestal desde donde atrapar y absorber el interés más exigente del lector. Porque es esta historia, como todas las suyas, el factor humano, esos perfiles tan  cuidadamente descritos, mostrando una hondura extrema, especialmente en el comportamiento y complejidad misteriosa de ese hombre   osco y de pocas palabras que ama en silencio a sus caballos, frente el despótico lujo y egoísta actitud de un importante personaje embutido en la grandeza de la que en tiempo pasado había gobernado y disfrutado.

 

Francisco Vélez Nieto

 

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