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COMPARTIENDO DIÁLOGOS CONMIGO MISMO
Nadie, sí nadie puede apoderarse de nadie.
Y menos por amor, que amar es donarse.
Quién es quién para concederse ser dueño.
Me asustan los poderosos que se apoderan
del futuro de los frágiles y les roban
el presente para que no vayan hacia delante.
Una vez recorrido el camino nada vuelve
a ser lo que fue, el pasado ya no regresa,
sólo permanece el amor con sus recuerdos.
En la memoria cohabitarán interrogantes
sobre lo que pudo haber sido y no fue,
o sobre lo que fue y pudo no haber sido.
Duerme con el pensamiento de la muerte,
la esperanza de una existencia inmortal,
donde el amor es pasión que nunca expira.
¿Qué es la muerte, sino el trampolín
a una vida en verso, a una existencia
en armonía, a un vivir sin ser del mundo?
Necesitamos crecer, para ser algo en alguien.
Precisamos sentir, para estar seguros del yo.
Requerimos amar, para no morir jamás y ser.
Todo esto, prueba la presencia del Creador.
La coexistencia de su verbo que nos envuelve.
Y aunque se eterniza callado, todo es por Dios.
Pues cuando todos nos dejen y se vayan,
nos quedaremos a solas, junto a su silencio,
trazando el poema que aún no hemos escrito.
Dios que es amor, sabrá de nuestro amor.
Verá nuestras manos y nuestros labios,
si existieron por sí y para sí, y para los demás.
Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
30 de junio de 2015