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Eduardo Halfón – Monasterio
Por Francisco Vélez Nieto
Más que Novela corta lo que se plantea en este Monasterio crítico y desafiador, es una reflexión muy precisa sobre la búsqueda de la identidad verdadera de unos personajes de origen judío, algo constante en la obra de Halfon que en esta historia se introduce en el más hondo mundo social y ortodoxo ultra conservadurismo israelita, geografía con recuerdos de recuperación de vivencias del pasado vivido, tanto rememorando al siempre vivo en su mente abuelo, que salvó su vida huyendo del campo de exterminio nazi gracias a un boxeador polaco. Historia conmovedora y crítica Eduardo Halfon, nacido Guatemala 1971 por carambola, pues descendiente de judíos libaneses y polacos, sus antepasados pudieron escapar cruzando océanos dejando la Europa enfebrecida bajo el nazismo.
Desembarcaron en Guatemala por error creyendo que era Panamá, adonde se dirigían por tener allí un pariente judío. Una semblanza más de las miles y miles de familias de origen judío que lograron salvarse de la enloquecida ira de Hitler tan fatalmente imitada actualmente por los gobiernos israelitas. Eduardo Halfon es un escritor de narrativa considerado como uno de los más destacados jóvenes autores nacidos en Latinoamérica
Y en ese Israel ortodoxo lleno de constaste y barbarie intentando justificarla como defensa de la razón histórica que, aunque siendo el deseo de uno la empatía hacia el pueblo judío, nos hace encontrar una trágica imitación del nazismo hitleriano como modelo. Por esos caminos y criterios con interrogaciones muy severas se desliza esta narración de agitado capítulo, por estos dos jóvenes hermanos judíos que acuden al casamiento de su hermana en Tel Aviv, algo que les permite paralelamente buscar con pasión, humear, en la tierra prometida su heredada identidad verdadera en un mundo hostil, que lo es para todos, especial afán para proyectar un galería de retratos que ofrece la ciudad, el espectro físico de ese abuelo que tenía marcado unos números en su antebrazo y que él les explicaba cuando niño que era el numero de su teléfono.
No faltan en esta historia el intercalado de textos de anteriores narraciones, que, generalmente es algo constante en la obra del autor. Pero esta necesidad solidaria se quiebra el enfrentarse a un presente cuyas circunstancias en muchos aspectos se encuentran en la lejanía de los recuerdos difícilmente posibles de ser engarzados en un Israel nada mítico por la desesperante ortodoxia y el estado de violencia en el transcurre la vida diaria bajo la asfixia de ese judaísmo ultraortodoxo. Contrastes que se exponen con magistral y lírica escritura.
Dibujando situaciones muy logradas, una pieza más bien ajustada a ese mundo personal de la familia, que inició Eduardo Halfón con El boxeador polaco y que durante todo en este viaje que, acaso, frente a sus libros anteriores, puede que situarse algo lastrado por cierta repeticiones. Pero lo esencial, sus calidades literarias están presente en el relato de amenidad expresiva, para de nuevo exponer sus temas recurrentes en esta huída y búsqueda del pasado soñando con el hallazgo de una identidad entre el difícil acomodo que ofrece el mundo hostil de Israel, posturas nada fácil para quien se considera “un judío a ratos”
Búsqueda insatisfecha en la que puede ser lo aparentemente sencillo, la visita al Muro de las Lamentaciones, una explosión de criterios verdaderamente desoladores, contradictorio entre si, lo que puede ser una de las muchas muestra expresivas de dos clases de judíos en cuanto a sentirse como tales. Son los que creen y los que llevan consigo lo que son pero sin protección alguna divina y por supuesto fanática. Una prueba más es el reencuentro con la joven azafata con la que disfrutó un día pleno. Regusto y dudas de un hombre que quiere ser pero no quiere ver, máxime si se comparan los cambios que sorprendentemente ve en su hermana educada en Brooklyn, ahora sumergida radicalmente en la práctica religiosa más ortodoxa,
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