Ed Maverick y el sentido generacional de la música
Para Jota de Abril fue como cruzar una frontera entre ser una sombra negra de TickTock a protagonizar el concierto de Ed Maverick en La Mar de Músicas. Hasta ahora, era poco más que esa silueta negra sobre fondo rojo que usaba las redes sociales como escenario desde el que anima a unirse a un grupo LGTB de Murcia.
En algún momento, decidió, como los aquellos jóvenes de los sesenta y setenta, probar fortuna tirándose al ruedo, exponerse a la cornada y a la burla, pero actualizando la mística frase “más cornadas da la soledad”. Ed Maverick paró su show para intentar leer un cartel que le mostraban desde el público.
Sea como fuere, Jota de Abril acabó sobre el escenario del antiguo CIM cantando con Ed Maverick y regalando al público de Cartagena uno de esos momentos frescos que sólo se producen en los conciertos especiales, cuando los intérpretes están dispuestos a salir de su zona de confort, saltarse el setlist y alargar su concierto hasta solaparse con el Zucchero en el Parque Torres.
Pero empecemos por el principio. Ed Maverick subió al escenario a recibir el premio Paco Martín como artista revelación, que tras la azarosa entrega del premio en su primera edición a María José Llergo, aplazado en varias ocasiones por cuestiones pandémicas, afortunadamente pudo entregarse según lo previsto, ante un público sin mascarillas, sin distancia social y bailando de pie o sentado, cada cual a su manera, pero sin la obligatoriedad de permanecer aislado en tu silla. Bendita normalidad.
Ed Maverick es un cantante de su tiempo, de esta nueva generación de cristal que habita sus propios tormentos, pidiendo disculpas por no hablar demasiado, por hablar demasiado, pidiendo que no se aplaudiera su gesto hacia Jota de Abril, ruborizándose cuándo esta le tendió el brazo rotulador en mano para tatuarse su firma, rogando que no se sexualizase que se quitase la chaqueta con la que aparecía sobre el escenario u ocultándose tras el monitor de suelo buscando algo de intimidad. No es pose. Es su mundo.
Un mundo en el que a veces ocurre que un joven consiga trescientos millones de reproducciones con la segunda canción que escribe, que venda casi un millón de discos digitales, dos millones de suscriptores en Youtube donde sus vídeos tienen más de quinientos millones de reproducciones. Del cero a la nada, de la habitación a los Grammys Latinos en apenas unos meses, de ‘Mix pa’ llorar en tu cuarto’ (2018) cantando al desamor por una “chava” a cruzar el Atlántico para recibir el Premio a Artista Revelación y ser recibido por cientos de adolescentes que llevarán tatuadas en la mente sus letras para toda la vida. Como dijo al cerrar sus cuentas en redes sociales, “Y no es que quiera normalizar que hayan cruzado la línea entre el meme y el acoso. Sólo estoy muy confundido, estoy pensando demasiadas cosas al mismo tiempo y necesito descansar”.
Ed Maverick no luce voz espectacular, ni es un virtuoso de la guitarra, ni sus letras van más allá de los versos de cualquier adolescente con mal de amores, pero tiene algo distinto y especial, tiene el don de atrapar en sus canciones el sentido de su tiempo, de su generación, de conectar de una manera profunda e íntima con quienes forman parte de ella en un rango que para quienes no formamos parte puede parecer incomprensible. Así es y así fue. Son esos artistas generacionales capaces de captar el espíritu de su generación. Ed Maverick es uno de ellos.
Purgatorio. Pobre muchacha a la que le dedicó la canción de ‘Las Fuentes de Ortiz’ jugando en el título de la canción con sus apellidos.
Ed Maverick actuó el viernes 15 de julio de 2022 en el patio del antiguo CIM de Cartagena, dentro del programa de La Mar de Músicas 2022.
José An. Montero: Periodista, geógrafo y director creativo. No siempre en este orden. Profesor de Didáctica del Medio Social y Cultural en la Universidad de Castilla-La Mancha. Director de La Circular. Colaborador habitual de numerosos medios de comunicación. Siempre en el camino.