- Emilia, La Esclava de Vesta - 15 de abril de 2021
- Benjamín de Tudela: El Gran Viajero del Siglo XII - 27 de marzo de 2021
- Ibn Battuta, El Gran Viajero - 24 de febrero de 2021
Don Gaspar de Portolá, El discreto y olvidado conquistador de California II
EXPEDICIÓN TERRESTRE
¡Qué alegría! Había llegado la hora en que, tras tantos años de espera, me era dado ver a los hombres que desconocían a Cristo y que en adelante serían mis amigos. Rebosante de gratitud me posterné para besar la tierra a la que la Providencia, al fin me había conducido”
Fray Junípero Serra.
FUNDACIÓN DE LA MISIÓN DE SAN DIEGO
En la bahía de San Diego quedaban las diezmadas tripulaciones de los bergantines San Antonio y San Carlos, junto con la expedición terrestre del Capitán Ribera. El tercer barco, el San José, paquebote de gran envergadura, cargado de víveres y con la mayor parte de la artillería, que tenía la misión posterior de dirigirse a Monterrey, nunca más se supo, hundido, sin dejar rastro, seguramente abatido por alguna tempestad.
La tercera y última expedición terrestre, al mando de Gaspar de Portolà , llegó completa , quizás porque era más reducida y bien provista de provisiones y ganado. Fue la salvación de todos. Con la llegada de Portolà y el padre Serra, se inundan las improvisadas barracas, de alegría, los disparos de la fusilería atronan el puerto y los soldados corren a abrazar a sus compañeros de expedición. Pero la alegría se transforma e tristeza y preocupación al darse cuenta los recién llegados de la situación tan grave que contemplan.
Este trayecto está documentado por dos diarios: uno el del propio Portolà que corresponde a un cuaderno de bitácora con lenguaje castrense y el otro el de fray Junípero Serra, mucho más ameno, es un diario del que se conservan 35 páginas escritas comprendidas entre el 28 de marzo y el 3 de junio. En ese momento Fray Junípero nos cuenta:
“En este lugar de San Diego hicieron Junta los oficiales para conferir y determinar lo que debía ejecutarse respecto a la poca gente de mar que existía viva y libre de aquel contagio, así de tripulación como de tropas que de las Californias habían venido, pues por esa razón no podían cumplirse las instrucciones que traían del Señor Visitador General, Don José Gálvez”.
Decidieron enviar el barco San Antonio hasta el puesto de San Blas con las cartas de Portolà a sus superiores, así como las determinaciones tomadas, en vista de las nuevas circunstancias y contratiempos.
En ellas da cuenta que Don Gaspar de Portolà emprende la marcha por tierra a Monterrey, dejando en Dan Diego a los misioneros franciscanos y a los enfermos y pone su esperanza en la llegada del gran paquebote San José, que seguían esperando.
“Aquí nos dejan 8 soldados de cuera y algunos catalanes, para que si mejoran, sirvan, 4 franciscanos , un herrero, un herrero, un carpintero, 9 indios , un carpintero … En total unos 50 hombres de los que solo estaban sanos los indios y algunos de los soldados de cuera.
Con gran optimismo Fray Junípero Serra expresa su optimismo sobre lo potencialmente más rica era la Alta a la Baja California de la siguiente manera:
Las misiones, en tanto lo que hemos visto, serán todas muy buenas , porque hay buena tierra y buenos aguajes y no hay por aquí , ni en mucho trecho atrás: piedras, espinas … cerros sí hay , continuos y altísimos; pero de pura tierra . Los caminos tienen de bueno y de malo, más de esto que lo primero. Los arroyos hechos una gran alameda, parras las hay buenas y gordas y en algunas partes cargadísimas de uvas y variedades de rosas de Castilla. En fin es una buena tierra y muy distinta a la Vieja California”
El 16 de Julio de 1769 fundaron la Misión de San Diego.
En el barco San Antonio embarcaron los pocos hombres capaces de navegar, cuando llegaron al puerto de San Blas pareció la llegada de un buque fantasma, puesto que solo dos hombres quedaban en pie, cuatro estaban moribundos y nueve habían fallecido y sepultados en el mar.
LA GRAN MARCHA A MONTERREY
Mientras tanto Gaspar de Portolà y sus expedicionarios emprendió la marcha hacia lo desconocido.
Abren senderos, sientan campamentos en tierras vírgenes de la huella europea, levantan empalizadas y capillas reciben y otorgan honores y cargos, se alimentan de semillas desconocidas y de nuevos frutos y pescados nuevos para ellos y van dejando en esa travesía amigos y nuevos pueblos con nombres de Santos.
Se fueron de las playas de San Diego, mirando solo el horizonte. Encabezaba la marcha el Capitán Rivera, con sus soldados de cuera, los zapadores que con sus palas y azadones, abrían caminos y protegían el grueso de la expedición. Buscaban los ríos y manantiales junto a los mejores pastos y levantaban pequeños refugios para cobijo de todos ellos.
Llevan instrumentos de precisión, toman medidas topográficas y levantan mapas de California, rutas que después se convertirán en Camino Real de las misiones franciscanas. ”The padre’s trail”.
Cada día caminaban sobre 4 o 6 horas, según las dificultades del terreno.
Previamente se enviaba a una avanzadilla de exploradores de reconocimiento para buscar agua y preparar la jornada.
En el transcurso de cada jornada aparecían indios de los ranchos cercanos mostrando su curiosidad hacia los expedicionarios. Se les trataba con consideración y paciencia y por eso nunca les plantearon problemas y al revés; encontraron colaboración y generosidad.
Cuenta muchas anécdotas en sus diarios Gaspar de Portolà hacia los “gentiles”, como así los nombra. Agradece los regalos con que los agasajan, sobre todo los buenos alimentos frescos con los que mejoran de salud los expedicionarios y evitaron el escorbuto.
Viernes 28 de julio.
“Acampamos sobre la izquierda del río Santa Ana. A la derecha hay numerosos ranchos de gentiles que nos recibieron con mucha afabilidad, vinieron unos 52 y su capitán o cacique que nos dijo por señas, que comprendimos fácilmente, acompañadas de muchas insistencias, que nos quedásemos a vivir con ellos, que proveerían nuestra subsistencia con berrendos y semillas, que las tierras que veíamos eran suyas; pero que las compartirían con nosotros.
No salíamos de asombro y gratitud cuando, de pronto, experimentamos un horroroso terremoto, con varios movimientos de tierra. Duró como medio “Ave María”. Uno de los gentiles que debía ser el sacerdote empezó cánticos y grandes demostraciones de espanto, dirigiéndose al cielo y conjurando a los vientos.
Pusimos el nombre de Río de los Temblores.
Gaspar de Portolà
Unas jornadas después encontraron a unas ricas tierras , con pastos y ríos al que bautizaron con el nombre de La Porciúncula, llamada después como Pueblo de Nuestra Señora Reina de los Ángeles , a partir de ahí se formó la actual CIUDAD DE LOS ÁNGELES.
El viaje de Portolà se había proyectado sobre unos mapas antiguos fechados en año 1602 y que había dibujado el cartógrafo napolitano de origen catalán Nicolau de Cardona. Portolà y sus expedicionarios habían iniciado el viaje cuatro meses antes desde la colonia de Loreto (Baja California), situada 2.000 kilómetros al sur de San Francisco. Según ese mapa, siguiendo el río Salinas encontrarían el rico puerto de Monterrey a 36º; pero empezaron a sospechar que estaban equivocados, a esto se unió que muchos de sus hombres empezaron a enfermar, por lo que Gaspar de Portolà determinó ir hacia el Norte en la creencia que con un clima mejor, sus hombres mejorarían de salud y buscando ese lugar:
“Un puerto en mayor altura y se logró el beneficio de que al irse mudando el temperamento del clima, se aliviaban los enfermos, aunque con el perjuicio de atrasar más de 40 días la expedición, en vez de 18 los que quedaban para la finalización.
DESCUBRIMIENTO DE SAN FRANCISCO
“Divisamos desde la cumbre una bahía grande formada por una punta de tierra que salía mucho la mar a fuera y parecía una isla. Bajamos y caminamos 4 horas por el camino y lo restante por una cañada, donde corre un gran brazo de mar de 16 a 20 leguas, el cual, dicen los exploradores, forma puerto abrigado.
Pasamos sin agua mientras costeamos dicho brazo de mar o puerto y paramos en un llano poblado de muchas encinas con muchos esteros y lagunas, rodeado de muchas rancherías de donde salieron 120 gentiles. Aquí encontramos mucha agua y pastos abundantes”.
Gaspar de Portolà
Habían llegado el puerto natural más grande de la costa oeste de América del Norte y se convertían en los primeros europeos de la historia que ponían los pies en aquella región.
Los expedicionarios de Portolà volverían pensando que no habían conseguido alcanzar el objetivo inicial de localizar y cartografiar la bahía de Monterrey situada cien kilómetros al sur de la de San Francisco. Pero eso no haría más que estimular una segunda expedición, que en abril de 1770 ―tan solo tres meses después de haber llegado del primer viaje― salía de la colonia de San Diego, situada 1.000 kilómetros al sur de San Francisco.
Uno de los errores más destacables que, definitivamente, se reveló, sería que California no era aquella gran isla que habían dibujado todos los mapas. Y otro era que el gran puerto natural que había esbozado Cardona no era Monterrey sino San Francisco. Portolà y sus expedicionarios ya habían alcanzado el objetivo, sin saberlo, en el viaje anterior, ni en descripción de otros expedicionarios como Vizcaíno, sobre el puerto de Monterrey “muy poblado por gentiles buenos
Se quedaron varios meses constatando que aquel puerto de Monterrey que figuraba en los portulanos antiguos no estaba en las coordenadas descritas, ni se le veía por ninguna parte. En una de las ensenadas plantaron una cruz.
Volvieron con muchas dificultades, decidieron ir comiéndose las mulas asándolas o fiéndolas. Así regresaron a San Diego muy maltrechos , sin haber perdido a ningún hombre, a pesar de tantas calamidades y fatigas sufridas; no menos fatigas habían pasado los que se habían quedado en el campamento que habían muerto muchos hombres y habían sufrido ataques de los indios; pero ya llegaron nuevos víveres y noticias desde el puerto de San Blas así que Portolà puso en conocimiento del Virrey el informe correspondiente, solicitando instrucciones y permiso para emprender una segunda expedición por mar y por tierra para encontrar el puerto de Monterrey.
Aquella segunda expedición, formada también exclusivamente por marineros catalanes, no tan solo alcanzaría el objetivo, sino que confirmaría aquello que ya se sospechaba y que era que los mapas primigenios de Nicolau de Cardona contenían grandes errores.
Llegados, de nuevo a la bahía de San Francisco buscaron la cruz que habían dejado en una ensenada y cuál fue la sorpresa de encontrarla llena de ofrendas de los nativos. Es ahí donde Gaspar de Portolà tomó posesión de la Alta California para el rey de España, Carlos III.
El 3 de junio de 1770 iniciaron la construcción de la Misión de San Carlos Borromeo de Carmelo con y fundaron el presidio en Monterrey ( Llamábase presidio a un baluarte militar defensivo, no a una cárcel)
Todos los expedicionarios reunidos asistieron al acto oficial de ocupación de Monterrey y de la Alta o Nueva California. Faay Junípero Sierra lo hizo en nombre de Dios, los bendijo y cantó un «Te Deum» de acción de Gracias y Gaspar de Portolà, lo hizo en nombre de España.
No obstante, los primeros asentamientos se fundarían sobre la bahía de Monterrey; y no sería hasta 1776 (siete años después del primer viaje) que el militar catalán Josep Moraga y el religioso mallorquín Francesc Palou fundarían, respectivamente, el fuerte y la misión de San Francisco de Asís, origen de la actual ciudad de San Francisco.
La tarea del gobernador Gaspar de Portolá había llegado a feliz término. Según algunos autores entregó el cargo a su subalterno el capitánPedro Fages, como teniente de gobernador de la Alta California, con sede en el Presidio de Monterey, según otros el nombramiento de éste llegó tiempo después de que el 9 de junio de 1770 partiera para el puerto de San Blas para jamás regresar a las Californias.
LOS ÚLTIMOS AÑOS DE GASPAR DE PORTOLÀ Y SU LEGADO
Volvió a México y solicitó su ascenso de teniente coronel, en 1771 volvió a España porque tuvo que inhabilitar a su padre y ser su tutor porque tenía demencia senil. Formó parte del Estado mayor en Barcelona. Volvió a México, nombrado como Gobernador de la Puebla. Siendo ascendido a coronel.
Años más tarde volvió a España, de nuevo, con el nombramiento de Teniente de rey de la Plaza y Castillos de Lérida.
Murió en Lérida y se le despidió con honras fúneres miliares y con toda la admiración de la ciudad, enterrado en la Iglesia del antiguo convento de San Francisco, hoy día parroquia de Sant Pere.
Dejó en su testamento como herederos universales: al Obispo, al gobernador militar y al teniente auditor para que con sus bienes se procediera a la realización de obras pías o de utilidad pública para la ciudad de Lérida. Esta dotación muy importante revertirá con la constitución de un fondo importante para la Casa de Expósitos y de la Misedicordia.
Actualmente ese edificio es la sede de la Excelentísima Diputación de Lérida.
Hoy día infinidad de escuelas, lugares históricos, parques y avenidas, recuerdan en California la memoria de Don Gaspar de Portolá, compañero y amigo fiel de Fray Junípero Serra. Su nombre fue dado al acuartelamiento de la lamentablemente hoy desaparecida Compañía de Esquiadores Escaladores de Viella que recibió en 1998 el nombre de “Gaspar de Portolá” en honor al soldado leridano para perpetuar su memoria.
He de confesar mi admiración hacia Don Gaspar de Portolà. Él no fue de esos llamados “indianos” que volvieron de América haciendo un ejercicio de ostentación de riquezas que nunca tuvo Él era noble de nacimiento, volvió noble, honrado; pero con los sueldos establecidos por la administración. Hasta en su testamento da ejemplo para que sus bienes beneficien a sus conciudadanos. Este militar fue el ejemplo de ideales castrenses de disciplina, perseverancia, esfuerzo y saber administrar y optimizar los pocos recursos con que contaba con una cualidad que en catalán se llama “seny”, el equivalente a sentido común, paciencia y liderazgo.
Este ha sido mi humilde homenaje de admiración, desde las tierras que lo vieron nacer y morir.
María Teresa Bravo Bañón
Fuentes:
Gaspar de Portolà , Descubridor y Primer Gobernador de California .
Autor : Fernando Boneu Companys. Editado por Excelentísima Diputación de Lleida
IBSN 84-505-4327-4
Gaspar de Portolà i la seva època , por Antoni Borrell i Pujol i Ferran Sánchez Agustí,
Edita La Mañana, Diari de Ponent
Gaspar de Portolà , por Josep Ll. Alcofar Nassaes, Col.leció Gent Nostra, Edit. Edicions Nou Art
Para leer la primera parte
Don Gaspar de Portolá