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Días de asfalto de Francisco Beltrán Sánchez
Esdrújula Ediciones, marzo 2020. Colección Diástole.
Por María Ángeles Lonardi
Es bien sabido que reseñar un libro no es tarea fácil, pero intentaré estar a la altura, ante la propuesta del autor para reconciliarnos con la naturaleza, con la vida, con nosotros mismos.
El libro se presenta como en dos cuerpos “Aunque aún no lo sepas — Un día posmoderno —.” y “De vez en cuando, aún —otros días son posibles —.” Y en el índice se puede observar que, como los poemas no tienen título, se ha elegido el primer verso para identificar los poemas y para poder localizarlos mejor.
Una exégesis profunda nos tira a la cara la verdadera necesidad del poema, el origen del grito.
Y al leerlo con detenimiento, se descubre que existe un hilo conductor invisible, que los aglutina y los atraviesa hablando de verdades profundas y definitivas, porque la vida misma transcurre por cada verso.
El poeta sabe encontrar la belleza en el asfalto. El alquitrán, la brea —como la conocemos en Argentina— parece convertirse en un elemento a través del cual, la infancia dulce, viene a nuestros recuerdos. Aunque hoy seamos adultos, en nuestro interior vive ese niño despreocupado, que corre por las calles como alma que se lleva el viento y que es dueño sobre todo, de la libertad.
Podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que el autor es un gran observador y que mantiene la cercanía con la naturaleza, con la ingenuidad y la pureza de los primeros poemas, con los juegos y los aprendizajes. Porque la vida misma es un aprendizaje.
Beltrán convierte el asfalto en escenario, donde se desarrolla la vida cotidiana y sus circunstancias, donde fluye el tiempo y somos, aunque parezca mentira, marionetas a veces manipuladas y que otras veces, parecen destinadas a desintegrarse. Convierte el asfalto en un lugar menos inhóspito, casi habitable, donde la vida es posible, donde se puede ser y soñar, crecer y vivir y eso se agradece.
Ante el ritmo frenético de los días que vivimos, esos “Días de asfalto” nos dicen que la vida, tiene otro sentido, que todo es relativo y depende del punto de vista desde donde miramos.
En la primera parte, “Aunque aún no lo sepas — Un día posmoderno —.”
Los poemas invitan a pensar una realidad diferente, imposible, las calles de asfalto, una brea caliente que nos tiene atrapados, se siente “agarrada” a nuestros zapatos. Nos retiene y no nos deja escapar, pero hay que seguir en el camino a pesar de todo y aquí aparece implícito un esfuerzo. Un sacrificio del ser por mantenerse sobre el asfalto que lo ahoga y asfixia.
Y el poema nos mira a la cara, nos habla de frente y exhorta, llama a cambiar aunque seamos náufragos porque siempre podemos llegar a la orilla. Una nueva vida nos espera y quizás en esos días de asfalto se esté labrando el mañana prometido. Y escribe el poeta:
“Recordar a veces nos cura el presente”.
“Con medida distancia/sobre la piel del mundo quebrada por la injusticia,/ lees en un ritual de prisa dolorida: /con el juicio confuso,/ a este lado del dolor y la nostalgia,/otro día más la vida te alcanza”.
“Amanece el ruido cotidiano/hasta la ferocidad del hormigón, / del cristal y del asfalto.”
“Te has mirado en otros ojos (…) y una sonrisa/ que te ha devuelto la esperanza.”
“Suena el contrabajo ante el asfalto/mientras cabalga solitario el silencio”.
Quizás ir pateando piedritas tiene su profundo sentido…
Y nos habla de la casa a la vuelta de la esquina. La casa permanece allí, impoluta, preservada hasta del polvo, esperando el regreso ante lo desconocido. Porque quizás al pisar el umbral sintamos que vale la pena volver a los sueños y el nuevo amanecer nos abra los ojos.
En la segunda parte “De vez en cuando, aun —Otros días son posibles—.”
Aparecen las preguntas y nos asalta la melancolía. Escribe entonces, por ejemplo:
“¿Te preguntas/ si los monstruos existen más allá / de tus párpados y de las palabras?”
“¿caes/ en esa cuenta de que / toda despedida fue siempre/ un puerto de origen?”
“¿qué extensión puede llegar a tener la tristeza?”
“¿Importa entender el juego más allá de los tableros?”
“¿Por qué pensar en el epilogo mientras se hace el camino?”
“¿Será que todo es tiempo sin relojes?”
El decir de los nombres parece mucho, cuando lo que hay que nombrar es el límite del silencio.
El silencio del agua, del universo…
Un decir con hallazgos como estos: “Si mirarse ante el león del pecho y descubrirse ante la tranquilidad del poema”, “te rebelarás a pesar de los inviernos” porque “cualquier mes es bueno para coger de frente un poema”…
Y recuerdas y te sientes Sísifo, tenaz a pesar del cansancio. Sabes que sigues en el camino y recuerdas que la libertad puede ser un acto de heroísmo.
Y la verdad, la que buscas en el camino se aparece como una música en el paisaje y entonces dudas hasta del tiempo y los relojes.
Y recuerda, parafraseando un poema de mi autoría, Itaca es el lugar que estabas buscando. Recuérdalo, nos dice el poeta, siempre que camines sobre el asfalto, en el camino del encuentro hacia un tiempo donde vivir sea posible, más humano y más soportable.
Invito a leer y disfrutar los versos del poeta, a recorrer juntos el camino, a compartir esos “Días de asfalto” porque serán venturosos y nos harán el recorrido más llevadero y placentero.