- Déjame - 19 de mayo de 2020
- Camino - 4 de abril de 2020
- Tiempo, por Cornelia Paun Heinzel - 23 de julio de 2019
Dr. Cornelia Păun : “Destinos cruzados”
Los adolescentes entraron en la habitación del sótano que estaba lleno de verduras para limpiar. No fueron tan afortunados como otros compañeros de clase, que se quedaron para preparar y servir la comida.
Era una habitación oscura, húmeda, extraña… la luz del sol entraba con dificultad por las ventanas pequeñas, adornadas en sus rincones con pequeñas y dispersas telarañas.
En todas partes había bolsas de patatas, zanahorias, cebollas, así como cuencos y cuchillos para limpiar y preparer las perduras.
La antigüedad del edificio, creaba una atmósfera misteriosa. Los misterios ocultos tras las paredes sensibilizaba a las personas que entraban dentro de esos muros, como si quisiera ser descubierto y conocido por ellos. Quizás en otra ocasión o en otra época se trataba de un lugar especial donde los secretos fueron plenamente revelados a todos.
La sala tocó en aquel instante los acordes sensibles para cualquier ser humano penetrando en cada alma presente, llevándolos a un solo estado, impulsando inexplicablemente la magia de la confesión; como si entre todos los presentes les hubiera golpeado una conexión secreta.
– Qué pena que el personal de la cocina no haya podido llegar al campamento debido al accidente y la tormenta en la carretera, debemos preparar y cocinarnos nosotros el almuerzo –dijo una chica, corta y débil – Estamos aquí aislados y tenemos que hacerlo nosotros. ¡Pero qué difícil es hacerlo! Dios, ¡que tormenta más espantosa la de anoche! ¿la viste? ¡Era granizo! Los pedazos de hielo que cayeron eran como huevos de codorniz y que relámpago enorme brillo en el cielo oscuro, ¡parecía que llegara el fin del mundo! Incluso el río cercano se desbordó. Por la mañana el concierto de aves en el bosque, no se escuchaba como siempre, rompió las ramas, vi la imagen desde el balcón de la casa.
– Señor maestro, ¿Qué era este lugar? Parece tan extraño, tan misterioso, siento que no estamos nosotros solos en la habitación –preguntó un chico alto, moreno y delgado.
El maestro, un anciano alto, con una figura cómica, simpático, con el pelo y la barba blanca, esbozó una sonrisa irónica en su cara larga y roja, mientras explicó: Aquí estaba un hogar de niños. Durante la guerra, en un bombardeo, una bomba cayó sobre el edificio. Los niños se protegieron en el sótano. No quedo ninguno con vida…
¡Que tragedia! –exclamo tristemente una rubia adolescente y delicada.
– Mejor olvidemos todos la tristeza, ¿Quién va a tener mala suerte de cortar las cebollas? –preguntó un chico moreno, afeitado y calvo en un lado de la cabeza y del otro el pelo rizado, la última moda para los adolescentes.
– Tú, con tu corte de pelo de caniche, vamos a cogerlas–dijo otro chico rubio, alto, con gomina en el pelo formando picos largos, como almidón en aerosol – Nadie tiene ese placer.
– Pero tú tienes el peinado tipo alfombra, está bien, entremos y el resto que pelen las patatas –dijo el chico moreno.
María, una niña gordita y bonita, le toco el boleto de las cebollas, ¡qué mala suerte para ella!
– Tienes que limpiar un kilo de cebollas, ¡vas a llorar sin querer! –dijo Fernando riendo, el chicho con peinado moderno.
– Otros poneros alrededor de los cuencos, con las patatas y las zanahorias –exclamo Adina, una adolescente alta, morena y mandona – ¡Vamos a terminar rápidamente.
Los chicos se organizaron rápidamente alrededor de las bolsas de patatas colocándose en sillas de madera. Comenzando a limpiarlas lentamente, una por una.
– Y ahora, para que no nos aburramos, cada uno va a contar su historia, ¿Quién empieza? –dijo Fernando.
– Tú, ya que has tenido la idea –dijo Lorraine, una adolescente rubia.
– De acuerdo, si esto es lo que queréis… Yo tuve una muy buena infancia, mamá, papá, mis hermanas me amaban y todos éramos felices. En la escuela tuve una maestro maravillosa y a mí me gustaba aprender. Yo estaba entre los primeros de la clase, íbamos de campamento y excursiones, realizaba todas las actividades extraescolares, hacíamos deporte, tocábamos la guitarra, pero también llegó el día de mi desgracia. El momento en que toda mi vida dio un giro, para siempre. Eran las dos de la tarde cuando mi padre regresó del trabajo, encontró una nota en la mesa del comedor, la leyó y tuvo un ataque al corazón fulminante, se lo llevaron en ambulancia, murió en el hospital en las siguientes horas. Desde ese día desapareció.
– ¿Y la nota, que decía? –preguntó Serena, una niña rubia, bajita y curiosa.
– Mi madre dejo una nota de despedida, se iba a ir a trabajar a España, solo mis hermanas mayores sabían esto, pero no se lo dijeron a nadie, porque mi madre les había dejado algo de dinero cuando se marchó. A mi hermano pequeño y a mí nos llevaron de inmediato al Centro de Protección de Menores, entonces yo tuve una crisis nerviosa muy fuerte y estuve ingresado varios meses en el hospital, no me podía recuperar, seguía sin creer que lo que había ocurrido de verdad pasó. Tuve la sensación de que era una pesadilla, de las cual debía despertar y todo recuerdos, son todos para mí, solo en ellos encuentro la paz y la felicidad que necesito.
– Y el centro ¿Cómo es? –preguntó el muchacho con el pelo de punta por la gomina, Leonardo.
– Te das cuenta de que no estás en casa con mamá, papá, tus hermanos y hermanas, las personas extrañas no pueden ser como ellos, no se preocupan por ti, es como ir directamente al infierno, nunca voy a ser feliz –dijo el chico con tristeza – en casa hubiera estado contento aunque solo tuviéramos pan, solo quería estar con mi familia.
– Pero yo te he visto en la calle, cogiendo la mano y tomando del cuello a la profesora del centro –añadió Leonardo – deberías confesarte en la iglesia, ¡Es una mujer de 35 o 49 años!
– ¿Qué haces tú con ella? –le dijo enfadada Violeta, una chica morena – ahora dirás “amo a mi profesora”, deseo casarme con ella cuando sea mayor de edad, cuando tu estas enamorado de alguien el día no es importante, ni el sexo ni su edad, el amor es superior a todo ello, no te interés a lo que hagan los demás, así es ahora.
– Ahora dirá, Violeta, que es el amor de su vida, tu eres una chica lista y además la más hermosa de todas las chicas de la clase, así lo dicen todos los maestros –continúo el chico – mi vida ha sido una tragedia desde el principio, mi padre murió cuando tenía treinta y cinco años, en plena calle, un extraño lo secuestro y le obligo a beber veneno. Fue lo que encontraron durante la autopsia, en el esófago y en los intestinos, lo tenía completamente quemado.
– ¿Y tu madre? –le preguntó Leonardo a Violeta.
– Mi madre tuvo una depresión, bebió y cayó delante de un tren que se acercaba rápidamente, a mí –continuó la adolescente hermosa, delgada de rasgos delicados, con unos ojos oscuros brillantes y largas pestañas y rizadas – me adoptaron unas personas, pero se burlaban de mí, yo era una diversión para ellos, incluso les gustaba quemarme con los cigarrillos, pero me escapé, estoy en la calle, no tengo miedo de estar en el parque, estoy acostumbrada desde pequeña enfrentarme a la dificultad, tengo que luchar para sobrevivir.
– Así es, no estás bien con las personas extrañas –confirmó un chico de pelo castaño y fornido, Marius. Adrián tiene unos padres con mucho dinero, pero viejos, de más de sesenta años, al parecer, todo se ve bien, tiene dinero y puede comprar todo lo que quiera, pero algo sucede con él. No suele hablar mucho con nosotros, no tiene ningún amigo, es nervioso, no puede estar quieto en clase, es violento y golpea a los demás todo el tiempo sin ningún motivo. ¿No os habéis dado cuenta de esto?
– Sí, a mi me golpeó –dijo Cerasela, una chica rubia y tierna.
-Es mejor que Violeta siga con su historia, ¿Cómo es el centro? ¿Por qué faltas tanto a la escuela? Pierdes mucho más y tu eres inteligente para estudiar –dijo Marius.
– No me llevan los maestros, llevan a la escuela a los pequeños pero a mí nunca me llevan, yo vivo en un apartamento que ellos me dejaron, y a mí sola no me dejan venir –continúo la muchacha.
-¡Que lastima! Dijo la profesora de rumano que eres
inteligente –dijo un muchacho pelirrojo – tú eres la que pierdes.
– Si mi padre hubiera sido un hombre, yo ahora estaría bien –continuó la adolescente con dolor en su voz- lo tenía todo, mi bisabuela nos dejó un apartamento de cuatro habitaciones y ella se retiro a un estudio, la abuela fue obligada por mi abuelo a vender el apartamento y todo el dinero ganado se lo gastó por los bares, mi abuelo era el padrastro de mi padre, el actuaba violentamente con mi padre, le hablaba mal, le golpeaba y lo echaba fuera de la casa, y con la abuela también se portaba mal. Para que mi abuela no sufriera más mi padre se sacrificó por ella y se fue solo, a la calle, así es como creció, allí por tristeza empezó a beber y a consumir drogas, arruinó su vida. El era un hombre guapo, rubio de ojos azules, mis hermanos pequeños se parecen a él. Pero de ellos ya no sé nada y no creo que vuelva a saber nada de ellos nunca más. Fueron adoptados inmediatamente después de la muerte de la muerte de mi madre, dos en el extranjero, uno en Europa y otro en los Estados Unidos, el tercero está en un pequeño pueblo de Rumania. Podríamos saber algo si vamos a un programa de televisión, pero mi abuela no quiere investigar ni averiguar qué pasó con ellos. Ella dice que no quiere que todo el mundo sepa que dio los niños a unos extranjeros. Con su nuevo marido, ella tenía también dos hijos, dos niñas, una de veinte y la otra de veinticinco años, ellas también tienes hijos, sin embargo, el abuelo adoptivo murió hace un año y ahora la abuela puede cuidar de mi al menos un poco. Él era el único que no la dejaba, prometió que me llevaría a su casa mientras ella viva, pero si vienen sus hijas, me echan fuera y vuelvo a la calle. Sin embargo, no tengo miedo, yo sé luchar por mi vida –dijo la hermosa chica con determinación.
– ¿Si te dejara a ti el apartamento? –dijo un adolescente, Andrew.
– De ninguna manera, sus hijas tienen derecho a él, pero la abuela tiene remordimientos de lo que pasó a mi padre, ahora en la vejez quiere limpiar sus pecados y ayudarme, aunque ya es tarde –la chica terminó y se fue con tristeza en su voz.
Se hizo el silencio, durante varios minutos, se escuchaba solamente los cuchillos afilados que cortaban conchas perforadas de varios tamaños y cuerpos redondos de patatas.
– ¿Quién sigue? – Fernando rompió el silencio- yo les conté la tragedia de mi vida.
-Yo no quiero decir nada –grito violenta una chica con la piel oscura con las cejas pobladas bien juntas y bigote sobre sus labios- Tengo padres, pero me fui de mi casa, estoy mejor en el centro, allí tengo de todo, puedo comer y recibir regalos de vacaciones, comida, ropa, todo lo que quieras, nos dicen a todos que escribamos en un papel lo que queremos y obtenemos todo lo que pedimos.
Tiró a Fernando sobre ella, que se sentó cómodamente en sus brazos y las piernas de ella.
– Pero, ¿por qué no nos cuentas? ¡todos lo hicimos! –se enojo Leonardo.
-¡No quiero! No estoy dispuesta y listo. ¿Te gustaría que te pegara como pego a Anda? La golpee hasta romperla, le arranque pelo y la golpee, la lastimé, ¿Has visto como está? –le espetó la chica.
En la habitación apareció un chico de pelo castaño con una olla enorme, Gelu.
-Podéis lamer el chocolate que queda, nosotros lo hemos preparado, ¡es delicioso! Nos acordamos de vosotros como buenos compañeros de clase.
Dentro de la enorme olla había una gruesa capa de chocolate de casi un centímetro.
Los niños comenzaron a comer con las cucharas y con verdadero placer el contenido dulce.
-¡Ummm!¡Qué bueno que está! –exclamó Leonardo encantado.
-¡Quita! Déjame a mí también un poco –dijo un chico detrás de él.
– ¿Por qué todos vosotros os quejáis? Yo solo tengo madre y esta se fue a trabajar a Italia. Estoy solo en casa y estoy bien, mi madre me envía dinero y me compra todo lo que quiero: shaorma, hamburguesas, pizza y cuando quiero voy a las máquinas de juegos.
– ¿Por eso estás tan gordo? –pregunto Negruta, una chica con la piel oscura, como una mulata. Y poco a poco comenzó a tararear el estribillo de una canción de amor.
– ¿Y qué? ¡Soy guapo! –Respondió el adolescente – les gusto a las chicas.
– Creo más bien que les gusta tu dinero –dijo la chica.
– Pero no les doy nada, ellas vienes a mí de forma gratuita.
Hoy puedo encontrar miles de disponibles en todas partes, pero para ser sincero, no tengo muchas ganas de chicas –completó el adolescente – me gustaría jugar todo el tiempo si fuera posible.
– Yo me quede sola, sin mis padres –completo una chica de pelo largo, con formas redondas, grasienta y con bigote en comparación de las compañeras – Mi madre murió y mi padre está en la cárcel. Robó un poco de comida en una tienda por que no tenía nada para comer. Papá quería trabajar, busco por todos los sitios trabajo, pero nadie le dio trabajo aunque es diligente y hábil. Ahora vivo con mi abuela, ella me cuida.
-Me siento mal, me mareo –dijo lentamente una muchacha bonita, rubia con coletas y que ceceaba al hablar
– Ayer mi papá golpeó a mi mamá, es muy malo y yo me siento y tiemblo todo el tiempo, no puedo caminar después y no me he recuperado desde entonces.
– Se lo que es –dijo con un tono simpático otra chica morena con cola de caballo – mis padres hacen lo mismo.
– Dejadme que cuente lo que me pasó a mí en una grabación –dijo una chica de piel oscura, confiada – mi madre me inscribió en el modelaje, quería convertirme en una estrella, ella pago una gran suma de dinero en cursos y me compró mucha, pero que mucha ropa. Me veía como a una estrella de cine. Cuando se terminaron los cursos nos llamaron para hacer películas con nosotras. Mamá tomo las galas y listo, las dos estábamos en un edificio. Llegó un señor y nos pidieron los documentos de identidad tanto a las madres como a las hijas y los teléfonos móviles. Los cogieron y se fueron con ellos. Dijo que no los necesitábamos y nos encerraron con llave en el edificio. Cuando vimos todo esto, estábamos muertas de miedo, empezamos a gritar, a chillar, suerte que las otras mujeres también gritaban tanto que se hubiese podido provocar el derrumbe del edificio.
Estuvimos gritando hasta que nos liberaron. Probablemente tenían miedo de que alguien nos oyera, cuando nos soltaron corrí rompiendo el suelo, no necesitaban modelos, cuantos días nos quedaban.
– Pero, ¿crees que vas a llegar a ser una estrella? ¿Así de fácil? –preguntó Eduard de modo travieso.
– Tengo un actor que me ayuda, me da dinero, el dice
que llegare a ser una estrella – completó la discusión un adolescente guapo, con un tocado negro, grande y moderno, gesticulando como una mujer. Aprendí en pensiones, sonrojándome como una artista del maquillaje.
– ¡Ahhh! ¿Él te da dinero para perfumes y cosméticos
caros? –preguntó Violeta.
– Pero ¿Y a ti que te interesa? ¿Dime tu madre lo veía
bien? –completó la serie de preguntas el adolescente.
– La mayor tenía treinta y cinco años, ¿Qué pensáis, que por algo así os quería el señor convertiros en estrellas? ¡Él quería vendernos! ¡Vivas o muertas! ¡Podía ser para los órganos!¡No le importaba nada más que la belleza! –explicó la adolescente.
– Yo tengo ambos padres, no se golpean, pero se pelean todo el día. Mamá dice que con mi padre ya no va y ha encontrado otros hombres en la iglesia más viriles. Mi padre se queja que mi madre se va, él me coge a mí para ser testigo, para estar a su lado cuando jura sobre la Biblia que es fiel. Pero sé que está mintiendo, papá tiene como amante a Daniela, la vecina. Una morena con formas apetecibles, está muy buena, como si fuera sacada de una revista de las estrellas. Me encantaría pero ella prefiere a mi padre, incluso el está muy bien como hombre, es alto, moreno y guapo.
Mi madre está enfadada con él, que se lo estén comentando las vecinas del bloque que envidian a mi madre, están celosas de mi madre por tener a un hombre tan guapo.
Papá me coge a mí, la Biblia y jura que es un hombre serio, y que no está mirando a otras mujeres. Pero yo sé que no es cierto, lo vi cuando se iba con Daniela y cuando regresaba con ella. Incluso puso nuestro apartamento como aval en el banco por nuestra vecina. Nos dejó sin hogar a mí y a mi madre por ella. Yo también tengo circo en casa cada día. Ya no sé cuánto tiempo más van a estar juntos.
– Mis padres son muy serios –dijo Iliuta- mi problema
sois vosotros, mis compañeros, porque me golpeáis, soy el mejor estudiante de la clase y no quiero faltar a ellas. Voy a la escuela para aprender, pero ¿vosotros? Tengo que recibir golpes y bofetadas diarias, solo me golpeáis en la cabeza para que yo sea tonto también, voy a ser como vosotros y no vais a tener a nadie de quien copiaros en los exámenes.
– Deja, tú no tienes un diez –dijo Fernando.
– Pero, Alan ¿Qué paso, por qué te fuiste de tu casa? –preguntó Negruta con curiosidad.
– ¿Yo? Yo no me fui –respondió el adolescente, saltando de un pie a otro.
– ¿Cómo es eso? Vino tu madre llorando, hacía tres días que no ibas por casa –dijo Alina.
– ¡Ah! Falte una semana, me secuestraron los estudiantes del campus, una crisis de chicos enorme, por tipos como yo –dijo con orgullo. Estaba como en el seño de Abraham, yo comía solo cosas buenas, las traían las chicas de las zonas rurales donde estaba viviendo, me lo pasé muy bien –contó Liviu con la figura cómica, como si todo el mundo fuera suyo – mi padre me dijo que cuando era joven todos los hombres se iban, era sobre los años 50 y 60, el que se quedaba era raro, pero ahora, los chicos de 18 y 20 años son violentos, golpean a las chicas por placer, ellos lo han visto en internet, se sienten bien golpeando la cabeza de las chicas en las paredes.
– Tú puedes tener un mal día, como Alex cuando estuvo el dos de mayo.
– Yo estoy consciente, no bebido como lo estaba Alex, el no sabe con qué mujer se fue a la playa, podía ser una vieja –se rió Liviu – Pobre Alex, ahora tiene que hacer un tratamiento.
– Si eres inteligente como yo, puedes ganarte un ordenador portátil –contaba Radu – Me llama mi vecina, ella tiene 35 años pero es muy bella, yo le reparo alguna cosas en su casa, ella está sola y ella me regalo un Toshiba nuevo.
Una chica, Adriana, que tenía la cara llena de granos, empujó al chico y puso su pie sobre su cabeza, Cosmin.
– ¿Cómo es Irinel, el chico que me gusta? Preguntó la adolescente con curiosidad.
– Ahora estoy con Flaviu –dijo Adriana.
– ¿Por qué estás pendiente todo el tiempo de los hombres? –preguntó Fernando. –Creo que has estado con unos 100 este año.
– Es mi hermana y yo tengo que cuidarla, ella me cuenta todo lo que hace con los chicos –dijo Cosmin- yo debo protegerla, de que no le pase nada malo como a mí, que estoy asustada de cómo me quedo mi piel del rostro.
– Te pasó esto por ir todo el tiempo donde no debías ir, Comprende todo lo que te ha pasado – explico una chica, Negruta, comenzando a cantar una melodía encantadora.
– Negruta, ¿pero a ti que te pasó con el empresario? – Preguntó Fernando, curioso – nunca dijiste nada. Tienes una voz preciosa.
-Me acerqué a él y no hemos resuelto nada, me llamo
cuando estaba solo en su casa, sin su esposa y sin sus hijos –contó la muchacha- y esto no era bueno en absoluto.
– Pero ¿Dónde y cómo lo encontraste? –preguntó Alina.
– En internet, me enteré de su teléfono y cuando entré en su casa, el me dijo “querida” y comenzó…
– ¿Y? – dijeron a coro los adolescentes curiosos.
– Y… nada. Ya no os cuento nada, necesito encontrar
a otro empresario, no voy a renunciar. Aunque me dijo que no tenía talento en absoluto, dijo “negros”. Y yo simplemente me enamoré de él. Pero tiene más de cincuenta años, esposa y tres hijos –completó Alina.
– A mí, mi padre me compró un estudio de grabación,
contrató a la gente para que se ocupara de mi película, director, empresario… y había hecho un casting para los niños por mí –dijo una morena con el pelo largo y rizado, con la figura mimada.
– Si –dijo Fernando- tu padre trabajaba en el Ministerio y tiene dinero en abundancia.
– Y mi madre es directora de una agencia pública y yo hago presentaciones en un programa de televisión –dijo Larisa, una chica de cabello oscuro, delgada, con el pelo largo, lamiendo.
– Quería ganar dinero por mi misma –dijo Angela, una chica con piel oscura y el pelo teñido de rubio platino.
– Solo tengo madre, que trabaja pero gana muy poco, leí un anuncio en el periódico, ponía que pagaban a chicas de compañía para extranjeros, yo llamé y de inmediato me llamaron, me mandaron con un italiano, muy viejo, a una mesa en un restaurante de lujos, me encantó, había un montón de comida, disfrute de carne carbonara deliciosa, pasta, bebimos champán y whisky, comí incluso una ensalada de frutas con helado. Después, cuando terminamos, el italiano me llevó a su habitación, entonces me asusté, en el anuncio ponía solo de compañía, nada más.
– Jaja –dijo Fernando- Qué te creías, ¿qué hoy te dan algo gratis?
La conversación se interrumpió, en la habitación entro un hombre de unos treinta y cinco años de edad, alto y bien constituido.
– Andrea, vengo a buscarte –dijo a una chica delgada, con el pelo rubio y los ojos azules.
– Todavía no he terminado, espérame una hora, por favor –dijo ella.
– Vale, estoy dando un paseo por los alrededores y vuelvo más tarde –dijo el hombre de la habitación.
– ¿Quién es? –preguntó Negruta con curiosidad.
– Mi amigo –respondió la muchacha – vivo con él.
– ¿Qué dicen tus padres? –preguntó Violeta con curiosidad–solo tienes 16 años.
– Yo solo tengo madre y ella no se preocupa por mí, trae constantemente hombres extraños a la casa y cuando mamá no está en casa, no me dejan en paz. Se lo dije a mi madre y no se lo cree, ya no soporto más. Conocí a Adrián y se enamoró de mí a primera vista, le conté mi situación y se quedó impresionado, yo quería quedarme con él en casa de su madre, así no estoy en peligro y ya no tendré que vivir con miedo durante más tiempo.
– Y con su madre ¿Cómo te llevas? –preguntó Alina.
– Muy bien, ella me quiere, yo lavo la ropa, cocino y limpio –respondió ella.
– Bueno, pero tú eres su sirvienta, te pusieron a trabajar – exclamó el revolucionario de Fernando – ¡Te explotan!
– ¡No! Yo solo pensé que debía de ayudar en algo, si la gente me tiene en su casa, me da de comer, es agradable conmigo, algo tenía que hacer de alguna manera –explicó Andrea.
– Está bien que Adrián sea un buen hombre –dijo lentamente María, una chica débil del pelo marrón.
Un solo adolescente, Andrew, muy hermoso, de pelo oscuro, alto, de ojos grandes y pestañas largas, se volvió oscuro, evitando contar su historia, porque habría fracasado aunque quisiera. Era muy infantil y aunque creció, amaba las máquinas tragaperras, hubiera dado cualquier cosa por unas cuantas monedas para jugar; sus padres, que eran personas muy religiosas le enseñaron a ser bueno y justo, pero no le dijeron que tuviera cuidado con los malos. En el apartamento de al lado vivían unos vecinos extranjeros de la misma religión, su padre estaba feliz cuando su hijo lo visitaba ocasionalmente. Y estaba feliz de conseguir algunas monedas de un centavo para las ranuras, tan queridas por él. Pero a ellos les costaba demasiado caro. ¡Demasiado caro! El desconocido se aprovechó de la ingenuidad y la buena fe del niño. “Este hombre me arruinó para siempre” –pensó el muchacho- “no sólo mentalmente, sino también físicamente, porque me dio una enfermedad incurable. Mi cabello hermoso, oscuro como un cuervo negro, se cayó sin la menor posibilidad de recuperación… es mi secreto, mi tragedia.
– ¡Ya he terminado! ¿Nos vamos a la mesa? –dijo Fernando victorioso.
Los adolescentes alegres y ruidosos subieron al comedor, donde toques delicados de luz solar, que escindían los tonos azules de los pelos del cielo mágicamente despertándolo todo a la vida. Se llevaron bandejas bien limpias para servir, un plato de sopa, que emanaban erráticamente los vapores, un plato con croquetas de carne, puré de patatas apetitoso y un pastel de chocolate dulce, muy dulce, que parecía encantado, como lo hizo a todo durante unos momentos, todo para hacer unos adolescentes felices.