Desnudez y Café

Desnudez y Café

Antonio Costa Gómez
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Desnudez y Café

    ¿También es pecado, también es machismo, también es no sé qué? Esos cuadros los pinta una mujer que ama el cuerpo desnudo. Y que ama el café. Y que ama la intimidad y la lectura.

   Francine van Hove pinta mujeres desnudas en distintas posturas leyendo libros. El tema es la lectura pero siempre hay una taza de café al lado. Y eso que está a un lado, que se mira sin mirar, muchas veces es lo más importante. Tal vez lo que vivimos lateralmente, sin dominio, sin control, es lo mejor de nuestra vida.

    A veces es estar pensativa, con la cabeza apoyada en la mesa, pensando en escribir algo, en expresar algo. Y el café está ahí para ayudar a la mujer, y la inunda suavemente, y entra en su despiste, y es su amigo, y es su confidente. A veces es tenderse en las sábanas, dejar la cabeza en el lecho para que reciba todo, dejar los pechos libres al aire, los brazos extendidos, la desnudez satisfecha, y permitir que alguien sirva un café, que el café ayude a esa desnudez, que la acompañe, que la bese suavemente.

    A veces es concentrarse en una lectura, dejarse viajar entre las palabras, con un pañuelo rojo sobre la lámpara, absorta y sin estorbos, y que el café esté ahí, que sepa que está ahí, en consonancia con las ideas, con las palabras, con las vivencias, impregnándolas de lo denso. A veces es mirar con curiosidad y travesura lo que hay debajo del plato y que el café casi se derrame por el mantel.

    A veces es estar desnuda en el suelo dibujándose desnuda con una taza en la mano mientras el café sobre el suelo duplica las sugerencias del café dibujado. A veces es peinarse torrencialmente, sentir toda la fragancia del pelo, todas las raíces que salen de la nuca, con el cuerpo en mitad de la luz, y el café en mitad de la luz igualmente desnudo.

    A veces es dormir bajo la lámpara y permitir que todo respire con el café dormido también en una taza en el suelo. O sentir la melancolía sobre los pechos, añorar sin saber qué, adivinar sin saber qué, abrir paso a lo impensado, mientras el café espera en la mano. O disfrutar levemente, con una delicia abrisada, todas las sutilezas de una página, mientras la taza baila en el aire sobre las manos. A veces es soñar directamente sobre un libro, dejar que los pechos sueñen junto al libro, mientras la taza vuela. A veces es mirar con el cuerpo desnudo hacia la ventana, el rostro besado por la luz, mientras la taza espera encantada también por la luz.

     Francine von Hove nació en París en 1942. Una vez dijo: “Mi tema principal es la intimidad y la paz de las mujeres que saben cuando están a solas”. Se inspiró en los desnudos de Degas y en las intimidades de Van Eyck. Expuso en París, en Osaka o en Chicago. Gilles Demert escribió que trazaba “mujeres del sueño despierto”.

     ¿También es pecado, también es incorrecto? Esos cuadros los pinta una mujer para la cual también tiene cuerpo. Y está orgullosa de tenerlo. Y disfruta del café caliente, no solo de los conceptos fríos. Y disfruta de la literatura cálida.  Y está orgullosa de tener pechos.  Y de su soledad independiente y viva.

ANTONIO COSTA GÓME, ESCRITOR

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