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DESDE LA DESNUDA SENCILLEZ DE LA PALABRA
Por José Sarria
“Las últimas hojas de otoño”
Ramón Reig
Endymion Poesía (Madrid, 2019)
Decía Antonio Machado que “algunas rimas revelan muchas horas gastadas –algunos dirán perdidas- en meditar sobre los enigmas del hombre y del mundo”. Es el caso de Ramón Reig, quien tras diecinueve años de “silencio” poético, ha dedicado un extenso poemario a dialogar consigo mismo, acerca de los abismos y misterios que enmarcan la vida del hombre: “Sabéis lo que es pensar libremente? / ¿Lo que es amar libremente, / fuera de los cauces establecidos? / ¿Sabéis lo que es vivir sin Dios / ni nada que se le parezca?”.
Bajo una especie de nihilismo existencialista, condicionado por el impasible y severo transcurrir del tiempo, el poeta ha llegado a entender la poesía como fuerza interior, desbocada e irracional, en contradicción con la cotidianidad: “nunca pasa nada, en esencia, nunca pasa nada. / Nosotros dramatizamos”.
La decadencia, esa “muerte por hastío, cansancio o aburrimiento” de la que habla en el poema “De pronto”, concebida como pugna entre el ocaso y la vida, planteará el discurso transversal de todo el libro, hilvanado con la sutil ironía de quien ha superado miedos y temores, elevando una propuesta que toma aspectos y elementos cotidianos, trascendidos bajo la emoción evocadora del pasado y los recuerdos de aquel “niño mimado / al que un día le compraron un caballito blanco / para que se le acabara la llantina”, frente al presente que se sustenta en el proteico amor de la persona amada, cuya mirada desde la almohada es el único paisaje que desea. El amor y su insondable huella o, más bien, sus dos amores y la esquizofrenia de vivirlos en paralelo, transitan y acampan en el poemario, convirtiéndose, junto a la reflexión existencial, en el eje axial del texto.
Precisión y claridad se dan la mano para crear un estilo particular de construir versos: simplificación y sencillez lingüística y constructiva; cimentado en un versolibrismo arriesgado (por algunas de sus prescindibles rimas asonantes), constituyendo un libro extenso, heterodoxo, irregular, de matriz cívica, dotado de cierto aire de rebeldía frente a formalismos y convencionalismos, rayano con el psicoanálisis, a modo de “desahogo” o “testamento. Una propuesta con la que el autor ha pretendido cerrar su particular círculo hegeliano, al abrigo de ese “poema que todo humano precisa que lo acune”, que lo abrace, que lo redima, que lo salve.
Una elegía que no es, sin embargo, canto triste o analogía de abatimiento, en tanto el resplandor de los días vividos permanece como recuerdo áureo en el corazón del poeta: “nadie nos hurtará la dicha de haber tocado el Paraíso, / sabemos cómo es el Paraíso, lo hemos habitado sin estar muertos / aunque estuviéramos fuera de la vida, viviendo”, mientras sigue la senda de los antiguos argonautas que aún buscan, imperiosamente, “pronunciar la última palabra”.