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Daniel Pixiades
Nacido en 1931 en Yugoslavia hoy Serbia. Se desempeñó como maestro en una escuela pública y escribió cuentos y poesía para niños y adultos. Sus libros de poesía han sido traducidos a distintos idiomas, entre ellos: serbio, eslovaco, francés, chino, italiano y español. Sus poemas han sido publicados en incontables antologías poéticas, revistas y diarios a nivel internacional. Actualmente vive en Thunder Bay, Ontario, Canadá.
Traducciónal español por Alicia Minjarez Ramírez.
CAMINO HACIA LA ESTRELLA
Florecen las rosas al amanecer,
en encantadoras curvas de los surcos,
en un campo, en trigo…
en las praderas con las que nos identificamos;
en los días del ajetreo del mundo a causa del pan,
en un crepúsculo cuyo estado de ánimo debería ser conocido,
los alimentas anhelando el único color,
que se celebra cual madre biológica.
En la oleada hacia chispas desconocidas en el cielo,
con el que nos unimos y compartimos,
lidera nuestro discurso
en la contienda con el pecado original,
asentado en nuestras gotas de sangre,
en agrestes aguas,
en bosques interminables,
en la amplitud del perenne céfiro viviente;
sin la promesa del cielo
comenzaste a aprender el vuelo de las abejas.
En un caos de hierba y hormigas.
El eterno atado en un parpadeo tuvo una visión
en sombras con las que embiste sin pausa,
despierto pasa la noche
para que una estrella escarlata tuya y mía
irradie en el desierto de la humanidad.
Florecen las rosas al amanecer.
¿Quién anegará un poderoso torrente de esperanza
en las encantadoras curvas de los surcos?
Con expiaciones ganas una voz
para superar el golfo,
entre luz y oscuridad.
Hacia momentos santos debemos
esforzarnos también en los años venideros,
para que la vida eterna se extienda
por este estado.
LARGA HISTORIA SOBRE LAS PEQUEÑAS COSAS
Hablo mucho sobre aquella época,
alojados en tres pavorosos sillones
y tres cuadros sin enmarcar,
en la tormenta de mi mente calcinada,
en mi sótano.
Para incrementar las cosas pequeñas
con un verso, en el cual tu pasado y el mío
serán sepultados.
Debería suspender un pensamiento
sobre el rayo de sol,
rara vez dirigido de esta manera
para evitar la oscuridad
en el refugio del poeta,
en mi morada.
Lo digo desde hace años
sobre tiempos apilados
uno encima de los otros,
en el mundo y en la figura de Don Quijote
sobre el escritorio, en mi sótano.
Acrecentando desmesuradamente las cosas pequeñas
con una palabra,
una palabra enunciada rápidamente y sin aliento,
tan vívida en sus intenciones,
como para dar la vuelta al mundo,
hacerme caminar en dirección opuesta
y predicar el evangelio;
una nueva, muy nueva religión para todos.
Aquí en el nido de las diminutas cosas,
donde sangra el claro cielo.
OLIVOS
Aquí, en el nudo de pensamientos
y en fusión de todo lo que vive.
Aquí en el surco arado,
profundo hasta los huesos
habitan los olivos.
Percibo la presencia de una raíz de larga vida
y soy como un niño
dormido en el pecho,
mirando el rostro
de quien me alimenta.
Advierto como crezco en mi aliento,
en el canto, las prisas,
sobre un árbol eterno de níveo pájaro;
por encima del ave
y un cielo sonriente.
Bajo la luz
el agua cristalina hasta el fondo.
Un desamparado vaso colmado de lágrimas
al fruto del mañana.
¡Para vivir aquí y ser sombrío!
Presiento un dolor en el suelo
me supera con sus plantas,
se multiplica
como se sigue narrando
y la fertilización es imparable,
se enferma, se recupera y brilla.
Tratando de escapar de la espuma de un mar sin nombre.
Aquí donde nadie puede dormir verdaderamente.
Image by enriquelopezgarre from Pixabay