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Cyrano de Bergerac de Edmond Rostand
A tí te dedico Lourdes esta breve crítica literaria, puesto que tú eres de esas personas que sabes ver lo bello de una nariz deforme.
Qué Cyrano fue un personaje tan real como la vida misma, es algo incuestionable. Los hechos que quedaron protagonizados por este tuvieron cierto paralelismo con los del personaje ficticio de Rostand, aunque, y claro está, que lo ficticio en el drama del escritor francés fue una perversión vicaría de la realidad de un “inoble” aristócrata.
Es así, y por la impregnación romántica del autor de tan aclamada obra, que la misma quedó expurgada de todo lo incorrecto de la vida del Cyrano histórico. Cosa curiosa , la última versión llevada al cine de este drama, también ha expurgado toda la incorrección de la corrección del propio dramaturgo. Y es que, quizás , las pinceladas morales siempre buscan el encuadre social perfecto para los individuos.
El Cyrano histórico estuvo lleno de tantos aciertos como desaciertos. En cambio, el otro de la obra estaba imbuido de un noble ideal que rebasaba casi lo terrenal, detrás de su ridícula nariz se escondía, pues, un alma bella. Esto, que era muy propio de un romanticismo espiritual, en el fondo escondía, lo mismo que esconde ahora, la pretensión de un mundo celestial donde la concordia entre el género humano actúa como la única moneda válida.
Una vida, esta que se desea alcanzar a través de una mayor pulcritud correctora, que sin embargo va cercenando parte de la resistencia que ofrece nuestro carácter. Sea esto, tal vez, el precio que debemos pagar para poder conseguir nuestro mundo feliz, y en el que cada cual terminaría por aceptar su papel en la sociedad, igual que en la novela de Aldous Huxley
Francisco José García Carbonell
Cyrano de Bergerac de Edmond Rostand