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Por Salomé Guadalupe Ingelmo
La poesía, estrechamente ligada a los afectos, ofrece sin duda la más fiable confirmación sobre el estado de nuestro ánimo. Yo comencé a escribir poesía en Italia, durante mi estancia en Pisa, al descubrir una parte de mí que hasta entonces ni siquiera había sospechado. Los afectos se expresaban en una lengua distinta a la que había sido la mía durante mis primeros veinte años de vida.
Mi mundo cambió radicalmente en Roma, donde residí cerca de nueve años. La ciudad no era ni tan acogedora ni tan humana como Pisa, y mis circunstancias personales dibujaron –quizá mejor cincelaron– en mí un paisaje interior poco propenso a la poesía. Igual que Pisa me había descubierto una faceta vital y fascinante, Roma había moldeado una versión de mí de la que no me sentía orgullosa. Me faltaban las energías y me sentía profundamente desdichada. Casi todos los días, levantarse suponía una tortura. De alguna forma me encontraba en una celda de cristal de la cual ni siquiera mi voz lograba escapar.
Posteriormente, a mi regreso a España, tras nuevos avatares que cambiaron una vez más el rumbo de mi existencia y que incluyeron una difícil separación, recuperé el entusiasmo y la vivacidad de la primera juventud, y volví a ver el mundo con otros ojos. Entonces regresé a la poesía. Y aunque la lengua que usaba ya habitualmente en mi día a día era el español, seguí escribiendo poesía en italiano. Lo que había de comunicar pertenecía a la esfera de los sentimientos y para mí estos se habían ligado tan profundamente al italiano durante mi estancia en Pisa, que era ésta la lengua que espontáneamente usaba para expresarlos.
He necesitado mucho tiempo para recuperar mi lengua materna en el campo afectivo. Al principio intentar escribir poemas en español supuso una experiencia forzada, y me bloqueaba porque la vivía como algo antinatural. El proceso de recuperar el español en el ámbito de la escritura ha avanzado en paralelo al de recuperarlo en el ámbito de los sueños. Cuando dejé de soñar en italiano, el español fue avanzando y haciéndose fuerte, recuperando el terreno perdido tanto tiempo atrás. Entonces pude escribir, por primera vez, poesía en mi lengua materna. El ámbito de los afectos finalmente se había desligado de esa otra lengua en la que me descubrí a mí misma hace ya tantos años.
En cierta forma se puede decir que a mi actual compañero le debo la reconquista de mi lengua para su potencial uso en el ámbito de lo poético.
Fotografía: http://es.forwallpaper.com
Con cesión de derechos del autor.