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Por Francisco Vélez Nieto
Crónica de un adiós que se queda
Han ido corriendo días, semanas y meses, pero la memoria de su imagen y personalidad, se ha quedado tras el último adiós del poeta y amigo, prosita envolvente, protagonista público en charlas con voz seductora, vallejiano de pasión y el andar machadiano mojando su dedo en el tintero para llenar las paredes de los pueblos de paz y libertad. No es un decir, es una cadencia, el compromiso, maestría y dominio de la palabra, escribir algo así como un saludo de encuentros con este Félix Grade nieto del Abuelo Palanca en lo carnal y lo literario. En esa Balada inmensa de proletario buscando el universo perdido, no es un decir emocional su voz de altura fruto de alta calidad literaria. Y así se mueve por mi memoria fiel flotando el doloroso adiós de todos los adioses.
Entones me llega La República de las Letras de la Asociación Colegial de Escritores de España, cuya presidencia representaba, cuando corre este año de la España desvalida de Frascuelo y de María con gallardones ministros rebosantes de pureza inmaculada. Aquí, en este pentágrama de mentiras bajo la bóveda de la Banca así en la tierra como arriba el Cielo. Me envuelve, la revista. Digo, con su homenaje y recuerdo In memoriam, en la que diversos autores señalan y comentan el valor rico y comprometido de su personalidad y obra, prosa y verso.
Conocí personalmente a Félix Grande en 1979 ya con la retirada a medias del franquismo que en estos tiempos que corren vuelve a ganar terreno bajo el palio de una democracia desmadejada y corrupta hasta la médula. Félix fue invitado de honor para la presentación de sus dos tomos de Memoria del Flamenco editados por Espasa Calpe, en la Tertulia Literaria semanal de Cadena SER Andalucía que dirigía el escritor Manuel Barrios y presentaba la tertulia la voz de la radio en el sur Esperanza Sánchez con la participación entre otros de los escritores Vaz de Soto, Julio de la Rosa, Álvarez Palacios (fallecido) y este servidor que lo cuenta. Una memoria rica, honda del Flamenco, que Caballero Bonald en el prólogo de la obra señala: “Félix Grande es, en este sentido, un ejemplar archivero de memorias que permanecía más o menos extraviadas y, a la vez, un sagaz restaurador de esas memorias con los dispositivos de la testificación personal” Han transcurrido 35 años de aquél apreciado programa literario con almuerzo en el Mesón del Moro en pleno corazón del Barrio de Santa Cruz, misterios y leyendas de judíos. Y creo que fue esta Memoria del Flamenco, la que marcó una segunda etapa en la andadura creativa del poeta y escritor de El Tomelloso patria inolvidable del humano poeta Eladio Cabañero y el siempre melancólico con sorna republicana de Francisco García Pavón creador del inolvidable Plinio.
Fue el encuentro que inició el principio de una relación de amistad desde la distancia con encuentros, presentaciones en Ferias del libro y congresos de la Asociación Colegial de Escritores de España. Participación en diversas antologías poéticas de las que he sido responsable de la edición y selección. Todo un ir y venir por el espacio literario. De todas ellas una de las que ha quedado más grabada en mi memoria fue allá por 2004, cuando tras haberlo presentarlo en un acto en la Feria del Libro de Sevilla le ofrecí me acompañara para cerrar la noche conversando sobre mundo literario mientras cenábamos en los jardines del Alcázar de Sevilla en el que se celebraba el fallo de un premio literario de cierta importancia. Algo que nos permitió cambiar criterios e impresiones sobre la reciente edición de una de su más lograda obra en prosa La balada del Abuelo Palancas. Esa historia tierna y dura a la vez, provocadora, de la lucha por la vida de este abuelo Félix Grande Martínez (1878 1950), quien se ganó el apodo Palanca al lograr ganar un pulso consigo mismo arrastrando desde las eras del pueblo un rodillo de piedra que debería pesar entre 800 y 1.000 kilos. Toda una desafiadora aventura a base de mucho coraje y amor propio. Corajudo esfuerzo hasta dejar la pesada pieza plantada en las puertas del ayuntamiento.
Medida catarata, caudal de prosa tiernamente elaborada este narrar de tan dura historia, no falta del fino humor dolorido de tres generaciones de su propia familia a lo largo del siglo XX en la que a Félix Grande directamente le tocó vivir y sufrir la posguerra envuelto en la realidad y los sueños, el enfrentamiento entre la dictadura y una familia de creencias socialistas, expresada con especial y sentida destreza en la descripción de personajes inolvidables que se van quedando con el lector mostrando sus circunstancias desnudas frente a los horrores de la guerra civil y su largo luto de posguerra, que padecieron los protagonistas sin que sus deseos naturales de libertad se quebraran.