- Nuestros inesperados hermanos de Amin Maalouf - 27 de diciembre de 2020
- Juan Jacinto Muñoz Rengel “Una historia de la mentira” - 20 de diciembre de 2020
- El mito de Maradona y otros mitos - 5 de diciembre de 2020
Por Francisco Vélez Nieto
Javier Pradera
Corrupción y política
(Los costes de la democracia)
Galaxia Gutemberg
Leer y recordar, a los tres años de su mueete, ambos espacios son válidos, como buenos placeres del ayer cuando sus columnas y opiniones en el diario El País. Porque siempre, por muchas lluvias que nos caigan continuará siendo algo así como imprescindible esta lectura para entender como camina con su crónica cojera, cada día más acusada, este país llamado España, por el que tanto se luchó con riesgos y esperanzas, para ahora vivir y padecer este desencanto que aprisiona y desalienta. Por que jamás pudimos imaginar que nuestro universo nacional de ciudadanos podría alcanzar estos niveles extremos tan indeseables, donde el estercolero político, la desmemoria y tantas descaradas corrupciones de todo tipo son el plato de alimento diario para la ciudadanía. Tragicomedia vulgar y chabacana que toda inocente criatura tiene que soportar y ser estafada.
Aquí pues este libro inédito del intelectual y escritor Javier Pradera “Corrupción y política” (Los costes de la democracia) escrito en 1994, – dieciséis años después de haberse aprobado la Constitución. Se abre con un estudio introductorio de Fernando Vallespin, justo veinte años trascurridos hasta su publicación. Estamos ante un texto sólido y certero, análisis demoledor cuyo contenido es la explicación serena ausente de cualquier tipo de demagogia o populismo al uso cotidiano que padecemos. Y es que Javier Pradera, muestra el análisis del poder que podemos recibir, barajar, ante esta tragedia de una España cada día más empeñada en ser invertebrada por su pésima administración carente de ética, estética y cálculo honesto y ecuánime.
Como señala en la introducción Fernando Vallespín el contenido de este ensayo crítico de amena lectura es “de una actualidad asombrosa y nos estalla en la cara como una mina de efecto retardado. Tanto es así, que el principal mensaje que podemos extraer de él bien podría ser el siguiente” ¡Desdichados los países condenados a no aprender de su propia historia!” Ceguera voluntaria para reconocer las cosas, aluvión de mediocridad “selectiva” la comedia ibérica está alcanzando las cotas más altas de degeneración y desafueros. Sin embargo los cantos a las mentiras se suceden con la complicidad de una derecha nostálgica y bandolera y un socialismo demacrado y ambivalente, acomodaticia postura de oscura arboleda con apaños y prebendas. “Y es que ¡están demasiado ocupados en administrarse a sí mismo como para mantenerse en estrecho contacto con la sociedad”
Bien que estos escasos enanos “prohombres” apoderados de una democracia incompleta iniciada entre todos, incluidos los franquistas cuyos herederos cada día con más descaro agitan y ejercen posturas del pasado, se disculpen de la carencia de una herencia democrática para ese nuevo recorrido histórico necesario para la construcción de una democracia. Algo que no tiene justificación, pues, con el transcurrir de los años de nuestra imberbe vida sin dictadura la degeneración y el descaro chulesco del hampa oficial han ido aumentando hasta los extremos ya conocidos que sufrimos, hasta haber caído en la más dolorosa miseria humana que nos retrotraen a la lucha por la vida de las novelas de Pío Baroja.
Y toda esta vergüenza y desencanto, como escribe Pradera, tenemos “El empobrecimiento del lenguaje político, que enmohece la capacidad para captar la realidad, analizar los problemas y proponer explicaciones, ha ensanchando las fruteras de la corrupción hasta incluir en su seno cualquier desviación de los titulares de cargos públicos respecto al recto ejercicio de sus competencias” Calidad y solidez del contenido de una obra, que considero de imprescindible lectura por su claridad y actualidad viva de jurado condenatorio lo que en ella se denuncia con altura y honesta capacidad intelectual. Luego no podemos cargar los resultados de la enorme pérdida democrática que se aproxima, con la escenificación de llanto derrotado y llorón del rey árabe de Granada, por no haber sabido defender nuestra endeble democracia como hombres y mujeres gobernantes por los razonamientos que sobre corrupción y política se exponen. Y que solamente la sordidez de los corruptos se negará a reconocer.