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CONSUELO DE ARCO Y LA CIUDAD DE BAUDELAIRE
Durante el mes de noviembre la fotógrafa artística Consuelo de Arco expuso unas fotos en el café Berlín de Valladolid inspiradas en la ciudad tal como la veía Baudelaire. Fotos de seres que se comprenden fugazmente en la ciudad. De personas que en un instante se cruzan y por un instante sin estorbos se ven. Como ocurre en aquel poema de “Las flores del mal” que se titula “A una paseante”.
Porque en ese instante se escapan de todas sus ataduras y programas. Se ven fugazmente y por eso se ven con libertad y lucidez. Con una lucidez que solo da el instante. También decía Robert Frost: “Nada dorado puede permanecer”. Y de otro modo lo dijo Baudelaire a una que pasaba en París: “Tú a quien yo hubiera amado, tú que lo comprendiste”.
Con suelo de Arco capta cuando en un instante apresurada se van las expectativas, los encierros, se abre una ventana que un segundo después ya no existe. La ciudad es el mundo de la fugacidad y de cierta libertad. Cuando nadie te vigila, cuando te puedes encontrar cualquier cosa. Así mismo lo veía Baudelaire.
En la ciudad los extraños se cruzan y se ignoran. Y por eso mismo están libres y por un instante se comprenden. En lo fugaz se sueltan y se abren, precisamente porque no hay futuro, porque no hay perspectivas.
Consuelo de Arco capta el interior de esos extraños en un gesto, en una actitud. En una sombra casual, en un movimiento, en un abandono. Por esos sus fotos son tan sugerentes y a veces hipnóticas. Tiene la clarividencia del instante.
Del mismo modo se abre una ventanita en el túnel de Sábato en la ciudad de Buenos Aires. Y Milan Kundera sorprende la levedad solitaria del ser en las calles de Praga. Woody Allen sorprende en un instante Manhattan. Lo extraño se asoma en la ciudad, escribe Baudelaire. Y lo extraño abruma en Nueva York a ese vaquero despistado en “Cowboy de medianoche”. También Consuelo de Arco con su cámara atenta capta esa extrañeza de la ciudad y del tiempo. Porque el tiempo es más rápido y más alucinado en la ciudad de Baudelaire.
Consuelo de Arco nació en Cartagena de Indias, publicó fotos en muchas revistas, participó en varios libros. Hizo exposiciones individuales: “Dante en Galicia” , “Suelos del mundo”, “Recuerdos de escritores”, “Metafísica en Biarritz”, Salamanca. Una foto es algo más que algo técnico para ella, es sensibilidad y meditación, y es la finura de la mirada.
Una foto de un encuentro también visionario y fugaz, casi responde al poema dorado de Frost, fue seleccionada por la “Hispanic Culture Review” de la Universidad de Virginia en 2021. Se titula “Halo” y nos revela el halo que sueltan a veces las cosas. Ese aura que según Walter Benjamin ya no tienen las obras de arte.
En noviembre pasado en la exposición “Baudelaire en blanco y negro”, que hermanó París con Berlín y Valladolid, evocó el mundo de la ciudad tal como la veía Baudelaire. Como el mundo de la extrañeza y de la fugacidad reveladora y libre. Donde pueden aparecer siete viejos extraños, como en un poema de Baudelaire, pero puede aparecer una vieja repleta de tiempo leyendo un periódico en una calle desgarrada.
En una foto Consuelo de Arco muestra como dos líderes de la Historia se besan y rompen muros en Berlín. En otra un cartel de Harrison Ford en una película acompaña a una pareja de jóvenes que hablan delante de él en un bar. El actor y los jóvenes existen en distintos planos, se trata de existir o no existir, cambiando la frase de Hamlet.
En otra foto Marx y Engels, grandes hacedores de Historia, charlan para siempre en medio de las ramas fugitivas de un bosque en las afueras de Berlín. En otra foto un chorro de café se derrama en una taza junto a magdalenas y nunca más volverá a hacerlo exactamente así, por mucho que inventen algoritmos e idioteces artificiales. El ojo de la fotógrafa capta ese secreto escondido en el tiempo y en la ciudad.
En una avenida tan urbana una mujer vestida de negro camina de espaldas con su perrito. Los ademanes y los matices de sombra nunca se repetirán tampoco otra vez de ese modo. Esa mujer de espaldas es enigmática y solitaria, repleta de existencia en lo existencial de la ciudad.
Y en otra foto una viejecita abrumada, perdida, perdida en las extrañezas de los tiempos, delante de muros desgarrados y de sombras imposibles de fijar, tan precarias como ella, leer el periódico del día y se asombra todavía de estar viva. Y de que haya noticias cada día y el tiempo no deje de pasar. Y sus recuerdos más lejanos se compaginan con noticias chirriantes que pronto serán también recuerdos. Ella es precaria y tal vez asustada y quien la mira también es precario.
Y en otra un hombre con un bastón descansa solitario en un banco de hierro, en una sucesión de bancos. Cada banco es como un símbolo existencial y el hombre también es un símbolo existencial. Y se ha concedido a sí mismo una tregua en medio del fluir del tiempo, y observa algo encima de un mantel desplegado sobre sus piernas. En el vértigo del tiempo urbano que fluye ha decidido parar y ver algo. Y las baldosas arrugadas son como su mirar arrugado.
ANTONIO COSTA GÓMEZ
FOTO DE CONSUELO DE ARCO
(DE SU EXPOSICIÓN “BAUDELAIRE EN BLANCO Y NEGRO”)