- CONVERSANDO CON CLARA OCHOA GRACIA - 31 de agosto de 2024
- ENTREVISTA AL ESCRITOR, CRÍTICO Y VICEPRESIDENTE DE LA REAL ACADEMIA DE CÓRDOBA, MANUEL GAHETE JURADO - 20 de agosto de 2024
- ENTREVISTA A CALIXTO TORRES - 1 de junio de 2024
Conociendo a la escritora Matilde Cabello con motivo de la reciente publicación de su novela “El Pozo del Manzano”
POR ANA PATRICIA SANTAELLA
Es un placer y un privilegio para nosotros, poder conversar con usted, con motivo de la reciente publicación de su novela El pozo del Manzano, pues sabemos la larga trayectoria que la avala como escritora y su paciente incursión en distintos géneros literarios: poesía, artículos en prensa, trabajos de investigación, guiones de televisión, y ahora, novela.
Wallada, la última luna, saltó fronteras y llegó a publicarla en Italia, en Roma, con la editorial italiana Castelevecci, en 2012. Suceso que nos complace.
A.P- ¿Qué recuerdos imborrables conserva de su infancia? Tengo entendido que paseaba con su padre, le contaba leyendas, y que su madre cantaba copla, y de ahí, usted rimaba al escribir poesía. ¡Cuéntenos!
– Mi padre fue un profundo enamorado de su ciudad, Córdoba, y luego de la mía, Cádiz, con el influjo de la añoranza que todo lo convierte en grandilocuente. Su mayor placer era contar, en la distancia, y mostrar en nuestras escapadas a las dos ciudades que, sin duda, marcaron su existencia. Desde muy pequeña conocí de su mano los museos, las leyendas y los rincones de Córdoba de los que siempre he querido saber más. Mi madre, en cambio, era la que imponía normas y castigaba, la que obligaba a la escuela y a la disciplina; pero dotada de una dulzura y una alegría excepcional. Y sí, era muy cantarina; de ella aprendí todo el repertorio de la Copla andaluza que tanto me interesaría luego. Seguramente fue ese género y el teatro clásico lo que me animaron a rimar mis primeras letras y hasta las versiones que luego interpretábamos en teatrillos infantiles, juegos en los que imitábamos lo que veíamos en los mayores. Siempre me recuerdo escribiendo o leyendo y, probablemente, como dice Eliot, aprendiera a escribir antes que a hablar.
A.P- Para bien o para mal, recibimos un legado genético de nuestros ancestros. ¿de su familia, a quién destacaría y cuáles rasgos de carácter o de personalidad subrayaría?
Realmente no he sido consciente de esa herencia hasta bien entrada en la madurez. Nunca había traspasado el umbral de lo simple y anecdótico; lo que somos y de dónde venimos, ese acercamiento a las raíces que nos vienen dadas desde las conversaciones familiares. De unos años acá, la genealogía y la intrahistoria, tanto por vía materna como paterna, me están dando infinitas respuestas de ellos y sobre todo de mí misma. Nada es casual. Constato que mis pasiones e inquietudes, desde la escritura al compromiso social o el afán por saber, todo lo que se me revelaba desde muy pequeña en aquel microcosmos rural y aparentemente hostil, estaba ya en mi genotipo. Hubo escritores e intelectuales y gente muy comprometida desde los bisabuelos, pero en mi infancia, corrían malos tiempos para desvelarlo.
A.P- Usted es una mujer que le apasiona escribir ¿qué le aporta la escritura a nivel humano y personal, y lógicamente, literario?
El periodismo que he tenido la fortuna de vivir, me ha permitido la cercanía a la gente. Conocer para contar, también porque es lo que buscaba; y eso, a la vez, enriquece enormemente la faceta de novelista. En lo humano, dar sentido a mi vida, tanto en lo publicado cuanto en los poemas; hasta los que escribo a sabiendas de que son pura terapia y flor de un día, porque nunca salen del cajón. La novela o el ensayo, son un puro compromiso para con quienes, en algún momento, no tienen voz o la han puesto sobre mi cuaderno de notas o mi vieja grabadora, para que les de forma y matiz. Es un compromiso y un ejercicio fascinante.
A.P- Por lo que llevamos observando durante años y seguimos su trayectoria de cerca, parece una mujer de principios inquebrantables y algo que seduce y fascina, la lealtad hacia lo que cree justo, correcto y un compromiso insobornable con lo que puede ser un tentador vasallaje hacia el mercado, el autobombo o el lucro. ¿Es así? ¿se guarda tal lealtad?
Evidentemente que sí. Mi lema es, desde hace tiempo, el que me enseñaron las mujeres de mi Pozo del manzano: “En mi hambre mando yo”. Ahora sé que, en mi código genético, estaba ya escrito desde hace un siglo y, ese descubrimiento me ha hecho mucho bien y me gratifica. Porque mantener esos criterios, ir contracorriente, es duro y tiene su peaje; claro que llegado un momento, me planteo hacer un contra curriculum que reseñe con quién no publiqué, a quién no alabé, quién me negó el pan y la sal y hasta el agua, qué reconocimientos no me dieron y con quiénes no bebí nunca un vaso de vino.
A.P- ¿qué no soporta Matilde Cabello y que cosas la elevan hacia el cielo?
En las personas el arribismo, la hipocresía y la idiocia ilustrada; en la sociedad el nepotismo y la desigualdad, auspiciada por los poderes de todos los signos de esta mal llamada democracia. Al cielo, si es que existiera, me eleva la buena gente, que son los más, y escribir poesía o novela sin horario ni calendario.
A.P- De los libros que ha publicado de poesía, en la que se atisba lo sensual y sensitivo ¿con cuál se queda? ¿recoge la esencia árabe, se considera heredera de algún modo?
La prosa poética de mi Wallada,la última luna era un reto que, en mi opinión, cumplimenté. En poesía, la trilogía que va desde El fruto de Aljamía a La tierra oscura. Aquel primer libro irrumpió, con muchas críticas, en un panorama local que estaba en otros objetos, extraños a la infancia rural reciente y, además, tratada en términos demasiado prosaicos, decían; gorilas, pupitres, pizarra, monjas me costaron más de un disgusto. Finalmente, empezaron a tratarse progresiva y casi masivamente. Llegué con la influencia de la Generación del 50, bastante denostada entonces.
En cuanto a la esencia árabe, opino que herederos somos todos, no sólo los andaluces. No sé qué hubiera sido de Bécquer sin Ibn Zaydun; tampoco concibo a autores como Jorge Manrique o al propio Góngora, sin los libros andalusíes que, salvándose de la hoguera de Cisneros en la plaza de Bib-Rambla de Granada, quedaron en manos del Culto (el culto que sabía traducirlos). Cuando se lee a los poetas andalusíes, el Siglo de Oro impacta menos, sin abjurar de Quevedo o Lope, a los que sigo leyendo con veneración. Reconocerse en otros es bastante infrecuente, ahora y siempre.
A.P- De sus trabajos periodísticos o guiones para la televisión ¿cuáles le han producido mayores satisfacciones o quebrantos?
Los reportajes, tanto en TV cuanto en prensa, muchas satisfacciones. Los Paseos por la ciudad y el Así somos de la Municipal, fueron un hito y la gente los hizo suyos. De ahí el éxito del breve tiempo de otro programa posterior, Retratos, en Vive7. Fue el espaldarazo definitivo más allá de Córdoba y provincia, a pesar de llevar veinte años haciendo casi lo mismo en la prensa. Todavía me preguntan por aquello con el mismo cariño. También tuvo sus quebrantos, porque a pesar de su aparente sencillez, le daba voz en directo y sin filtros a todos, al entender, como Braudel, que la gente es la verdadera Historia. Esto, unido a las presiones políticas a las que no me sometí, dieron al traste con siete años de programas. El artículo de opinión también me dio más de un duelo, porque no lo entendí nunca como algo amable ni a modo de loa, y de nuevo la política truncó, ahora, más de veinte años como columnista. Pero ahí quedan las hemerotecas y, algunos, de plena actualidad.
A.P- Nos gustaría que nos hablara con brevedad de sus anteriores novelas, todas conllevan un trabajo impresionante de documentación e investigación detrás, algo que mucha gente desconoce, y luego está el convertir ese inmenso material en algo bello, ameno y que enganche al público lector.
Las dos últimas novelas sí están escritas con un formato previo, estructuradas técnicamente, siguiendo las mismas premisas que trato de transmitir en mis talleres de iniciación a la creación literaria. Es cierto que se sustentan en trabajos largos de investigación, sobre todo en la línea de la Escuela de Annales; o sea, memoria oral, prensa o manuales de historia, además de las vivencias propias o, por mejor decir, el sentir. La recreación tiene mucho que ver con la poesía, con ese ejercicio de introspección, intimista, sincero y transparente. Ese es, en mi opinión, el secreto; lo que hace que el lector, de cualquier edad y nivel, se enganche y lo haga suyo.
A.P- Ha publicado recientemente con la editorial Páramo, la que es su tercera novela El pozo del Manzano, nos ha comentado que pretende ser una trilogía, ya que es una novela histórica que arranca en las primeras décadas del siglo XX, y recorre multitud de episodios de nuestras historia, aunque el eje central gire en torno la experiencia vital de una saga familiar y todas las vicisitudes por las que atraviesan. Le damos su turno de palabra
Realmente El Pozo del manzano se ha publicado en Ediciones Buendía, con el mismo editor de El Páramo. La trama arranca a mediados del XIX y nos conduce hasta los años 70 del pasado siglo. No es una novela histórica al uso, pero no puede por menos que contemplar y abordar los acontecimiento históricos que marcaron todo ese tiempo. Sin ser autobiográfica, sí que contiene algunos rasgos de mi genotipo y de vidas que, desde finales de los 80, he ido conociendo y con las que adquirí el compromiso de contar. Lleva una cita de la poetisa soviética represaliada Ana Ajmátova que cobra aquí todo su sentido: “- ¿Alguien podrá dar cuenta de esto?- Yo le dije: Puedo“. Es un texto que huye de personajes estrictamente buenos y malos y que trata a ambos con la misma mesura que da el transcurrir del tiempo ante atrocidades. Es una novela que, sin ser feminista al uso, está contada por mujeres, que llevan la cordura y la locura a los personajes que desfilan por su trama. Pasiones inconfesables, erotismo, traiciones, lealtades, frustraciones, secretos a voces guardados a intramuros y la apabullante lógica del pueblo llano. Al cabo, mi literatura, mi mundo, mi sentir. Sí, considero que será una trilogía porque se han dejado, adrede, algunas claves abiertas y han sido 25 años de entrevistas, investigación y formación.
A.P- Otra de sus grandes pasiones es la Historia, ¿qué culturas de la prehistoria le han fascinado y por qué?
Mis libros, tanto en poesía como en prosa, se nutren de dos etapas; la andalusí y la historia reciente. El acercamiento a la Historia académica no me ha alejado de esas dos vertientes, pero sí me ha abierto otros mundos, tanto o más fascinantes. Estudiar oficialmente Historia significa una cura de humildad en todos los sentidos; aprender que no somos nada, ni como sociedad ni como individuos, en medio de la inmensidad de los siglos y no sólo del universo, como hasta entonces pensaba. La Prehistoria, esa gran desconocida, es increíble y apasionante. Hasta el Neolítico éramos espejos en donde mirarse para volver a ser esos seres inocentes y puros que defendía Locke, frente a las premisas de Hobbes que nos convertía en “un lobo para el hombre“.
A.P-Andalucía es un crisol de culturas, ¿hemos aprendido de ellas, somos tan avanzados como pensamos, o convendría echar la mirada hacia atrás?
Pues repetiría lo anterior. Yo también mitifiqué aquella época y sigo considerando que fue gloriosa en las letras y en la política; un hito en la Historia del Sur, pero que nació y murió; como todo lo hermoso, irrepetible. Pero, al margen de la literatura, también tendría sus sombras. Dentro que lo que podemos saber, me gusta especialmente la Prehistoria, el origen, la pureza, la capacidad de sobrevivir en armonía con la naturaleza, antes de que alguien sembrara un primer grano, como dice el profesor Sanchidrián, o de que el primer hombre se atreviera a alambrar y decir “esto es mío”, como dijo Rousseau.
Muchas gracias por atendernos, y respondernos con esa sinceridad que la caracteriza. Ha sido una grata experiencia entrevistarla para Luz Cultural