- TESTAMENTO DE RESISTENCIA - 16 de marzo de 2025
- “ALMENARA”, EL LUGAR DONDE LA POESÍA SE HACE LUZ - 16 de marzo de 2025
- POESÍA HISPANOMAGREBÍ - 9 de febrero de 2025
COLECCIÓN DE EPIFANÍAS
Por José Sarria
Colección de epifanías
Cláudio Guimaráes dos Santos
Bohodón Ediciones, Madrid, 2017
Escribía Antonio Machado que: “algunas rimas revelan muchas horas gastadas en meditar sobre los enigmas del hombre y del mundo”. Ésta es la sensación que se sustancia tras la lectura del poemario “Colección de epifanías” del poeta Cláudio Guimaráes dos Santos, donde el autor busca la síntesis existencial, al modo del músico que anhela la nota que permanezca reverberando en el corazón del oyente.
No es la suya una posición que obedezca a modas o coyunturas, pues su búsqueda viene desde lejos y ha sido cimentada, edificada, sobre la lectura de los grandes escritores: Homero, Dante, Goethe, Kavafis, Whitman, Borges o Pessoa. Muestra de ellos son los poemas ”Abelardo je t´aime moi non plus Heloísa” (p.141), “Confesión” (p.231), “Buchenwald” (p. 243) o “Buenas nuevas” (p.261).
El texto nos va a descubrir a un poeta culto, avezado en lecturas, con un vasto conocimiento de la tradición occidental (encontraremos en su libro referencias históricas, literarias o mitológicas), cultivador de experiencias vitales que conforman el magma y la materia precisa para su obra creativa que se convierte en un texto poético complejo y erudito, a la vez que plástico y elevado. Así lo ha expresado su traductor, el también escritor, Manuel Moya: “Al descubrir las epifanías de Cláudio nos vamos a enfrentar a un autor y a una poesía, rigurosa, culta, precisa, con un discurso muy bien definido, lo que convierte a su poesía en un espejo claro y vibrante, trenzado de vivencias personales que, como un puzle espiritual, van determinando una identidad clara y distinta. Todo en su poesía tiene la precisión de un muro de ladrillos que, lenta, parsimoniosamente, va creando un rico y claro espacio personal”.
“Colección de epifanías” supone el resultado de una búsqueda vital (“Soy el que ha buscado la vida con desesperación”, del poema “Confesión” –p.231-), llegando a la aceptación final del significado más franco de la existencia: la comprensión del universo, que no es otra cosa que llegar al nítido convencimiento de que estamos abocados a la muerte y al olvido, y que el único pulso real, preciso y verdadero es el de la naturaleza presente.
Desde la “mirada de mi padre poco antes de morir” (p.81) a “la risa más abierta de mi hijo” (p.83), pasado y futuro establecen un diálogo, donde los personajes y su contexto han dejado de ser lo que significan para reunirse en el espacio que delimita la intemperie del poeta y experimentar en el orden trascendente de la palabra. En ese momento, el autor nos introduce en una senda de revelación, connotativa, casi de mística urbana, que deviene en versos tan hermosos como estos: “Que el ayer va por delante del mañana …/… Y pido compasión por la osadía / De un simple pecador que se interroga: / ¿Por qué padezco la Gracia de existir?” (p.97). Desde aquí, el texto se transforma en una entrega, en una aceptación de nuestra sustancia, en una admisión de nuestra débil condición y con ella de sus circunstancias, tomando para ello como imagen transversal el viaje, el recorrido vital, que nuestro escritor utiliza, como heredero de una vasta tradición de las rutas sagradas y sus itinerarios que utilizaron desde antiguo los clásicos: Homero, Virgilio, Dante o Camóes, a través de numerosos planos sucesivos, donde confluyen y se encastran pasado, presente y futuro insertos en la misma realidad objetiva, para analizar, reflexionar, acerca de la naturaleza humana: libertad, responsabilidad individual, emociones y significado de la vida y de la muerte, que conforman la integridad de una misma realidad poliédrica: “Dios poeta y no geómetra / Y que apuesta con el Azar sólo para confundirnos … / Contemplo todo eso / Y me quedo aquí, cavilando / En esta noche alunada: / ¿Cómo será, / En un futuro que, espero, sea lejano, / El tiempo en el que mi hijo se quedará sin padre?” (p.89).
Escribía Rilke en sus Apuntes de Malte Laurids Brigge que: “para escribir un solo verso es necesario haber visto muchas ciudades, hombres y cosas; hace falta conocer a los animales… es necesario pensar en caminos de regiones desconocidas, en encuentros inesperados, en despedidas… es necesario tener recuerdos …/…Y tampoco basta con tener recuerdos. Es necesario saber olvidarlos cuando son muchos, y hay que tener la paciencia de esperar que vuelvan. Pues, los recuerdos mismos, no son aún esto. Hasta que se convierten en nosotros, sangre, mirada, gesto, cuando ya no tienen nombre y no se les distingue de nosotros mismos, hasta entonces no puede suceder que en una hora muy rara, del centro de ellos se eleve la primera palabra de un verso”. Ese milagro que brota de la alfaguara de las experiencias y que mana desde el recuerdo vivificador acampa en el texto de Guimaráes a través de las luminarias, del fulgor que se hace presente como testimonio final de una larga odisea personal: “Recuerda siempre que quedarte no tiene sentido” (p.93) y que ha llevado a nuestro autor desde una profunda e intensa indagación al descubrimiento del sentido vital, alcanzado en Gabriel, su hijo, en su “sonrisa abierta”, dintel que se erige como una de las primeras epifanías del libro y que ha venido a traer al poeta una nueva ventana desde la que contemplar el mundo con otros ojos, con otra mirada. Con esta exposición a ser invadido o conquistado, de dejar fluir imaginación, recuerdos, fantasías y vivencias, Cláudio Guimaráes se dispone, desde la entrega en blanco, a concitar tiempos y espacios para invocar el milagro de la eternidad, de la totalidad, desde la fragilidad de lo que conocemos, de lo cercano e inmediato: “Rehaz tu espanto en el agua fresca de las metáforas …/… En los azules asolanados de las mañanas de tu infancia” (p.95) y así reunirse en el lugar donde habitaba la intemperie del poeta, que experimenta con el orden trascendente de la palabra.
A través de sus 40 poemas elevados al modo versicular, con detenidos cantos, lartgos, dilatados, tallados a través de una palabra erudita y enciclopédica, a la vez que luminosa y plástica, establece un itinerario lírico intensamente humano, desde la reflexión que propone la celebración de la vida, del momento presente: “No olvides que hay destinos mucho peores que la existencia” (p.103), en la línea del poema Ítaca del escritor griego Kavafis: “Ítaca te brindó tan hermoso viaje. / Sin ella no habrías emprendido el camino”.
Decía Oscar Wilde que: “El hombre no ve las cosas hasta que ve su belleza”. Cláudio Guimaráes ha logrado trascender de la realidad. Afortunadamente ha descubierto, después de una intensa travesía (“Soy el que ha buscado la vida con desesperación”, p.231), la sublime belleza que se esconde a lo largo de todo el trayecto vital; se ha detenido frente a su destello, frente a su resplandor, y ha empezado a hablarnos de todo ello.
CLÁUDIO GUIMARÁES DOS SANTOS. Nace en São Paulo (Brasil), en el año 1960. Poeta y ensayista. Es maestro en Artes por la Escuela de Comunicaciones y Artes de la USP y doctor en Lingüística por la Université de Toulouse-Le Mirail. En 2014, publica el poemario “Definiciones Fundamentales” (Montevideo y São Paulo). Su nuevo libro de poemas “Coleção de Epifanias/Colección de Epifanías” vio la luz en el año 2017, en edición bilingüe portugués/español por la Editora Bohodón (Madrid).
Como artista plástico participó, en São Paulo, en exposiciones en el Museo de Arte Contemporáneo, en el Museo de Arte Moderno, en la Pinacoteca del Estado y en el Museo de la Imagen y del Sonido. Como cineasta, escribió y dirigió “El Acosador”, largometraje en Super-8.
Ha trabajado como médico en Brasil, en el Instituto de Estudios Avanzados/USP, en la Facultad de Medicina/USP y en la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas/USP.
Desde el año 2010 es diplomático de carrera, habiendo trabajado en Frankfurt y Montevideo. Actualmente es Jefe del Sector Cultural y de Cooperación Educacional en el Consulado-General de Brasil en Faro (Portugal), ciudad en la que organiza y dirige los Encuentros Literarios de la Semana Cultural de Brasil.