Cinefórum CCCLVII: «Una jaula de grillos»

Cinefórum CCCLVII: «Una jaula de grillos»

Cinefórum CCCLVII: «Una jaula de grillos»

Por Iván Fernández Prieto

Es conocida la virtud del humor como un medio para abordar temas difíciles. Con ingenio y habilidad, la risa es, en ocasiones, la vía más eficaz para ejercer la sátira; una forma de enfrentarnos a un espejo al que de otra manera no querríamos mirar. Desde la vampírica Cuba de Juan Padrón, cruzamos el estrecho de Florida hasta la Miami de finales de los noventa para darnos de bruces con una película que, casi veinticinco años después, se mantiene fresca como el primer día: Una jaula de grillos (Mike Nichols, 1996).

Remake de la francesa La cage aux folles (1978 y adaptación, a su vez, de la obra teatral homónima de Jean Poiret), cuenta la historia de dos familias muy diferentes llamadas a encontrarse: Val (Dan Futterman) y Bárbara (Calista Flockhart) se van a casar y, como es natural, quieren que sus respectivas familias se conozcan y se avengan. Los padres de Bárbara son tradicionales y fervientes cristianos. Su padre (Gene Hackman) es un senador ultra-conservador en una delicada coyuntura política. Su madre (Dianne West) es una entregada esposa, amante de la moral cristiana. En el otro lado del ring encontramos a Armand (Robin Williams) y Albert (Nathan Lane), una pareja homosexual que trabaja en el campo del espectáculo y el ocio regentando su propio club. Ante la previsible negativa de la familia de Bárbara a que su hija se una a una familia que no encaja en los estándares convencionales, Val opta por pedirle a su padre, Armand, que conecte con su ausente madre biológica (Christine Baranski) para montar una farsa hetero-normativa y así engañar a su familia política. El resultado, como se puede esperar, se convierte en una suerte de enredo hilarante donde las confusiones y el desastre amenazan constantemente con echar al traste el plan concebido.

Mike Nichols firma la dirección de esta comedia que bien podría recordarnos a la mítica Adivina quién viene esta noche, aunque cambiando el tema racial por el de la orientación sexual. Si bien parte de la trama se sustenta en unos justificados estereotipos que se ven aún más caricaturizados en las familias de ambos contrayentes, es en los novio, donde el espejo se vuelve contra el espectador. Y es que pasados casi treinta años podemos suponer que, quizá en su momento, hubiera un mayor porcentaje de público que empatizara con la inquietud de Val; sin embargo, hoy día el hijo de ellos pasa por la pantalla demostrando ser un personaje pusilánime y mediocre, aunque intente redimirse en la parte final de la cinta.

Una jaula de grillos
Foto portada: United Artists

Lo mejor de la película, con diferencia, radica en el personaje de Armand, en la tristeza en la que le sumerge verse obligado a ocultar su condición para ayudar a su hijo y en el sacrificio paterno de aceptar su petición. A esto ayuda, evidentemente, una actuación magistral de un Robin Williams al que no dejamos de echar de menos, y que sobresale sobre una no menos mala interpretación del resto del reparto. Llama la atención, también, ver una película del 96 y poder apreciar todo aquello que se ha avanzado y todo en lo que no; incluso, en algún sentido, todo lo que se ha podido retroceder…

Decía Aristóteles en la segunda parte de su Poética que «la comedia suscita el placer de lo ridículo y logra la purificación de la pasión». Entiéndase pasión como espejo o idiosincrasia de nosotros mismos o de nuestra sociedad. Más de dos mil años después, estas palabras siguen resultando tan acertadas como el primer día.

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