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CHESIL BEACH, LA NOVELA DE IAN McEWAN
Esta es la novela de la remembranza, de aquello que forma parte de nuestro recuerdo. Es además una obra que nos lleva a esos caminos torcidos de la vida que no hemos sabido enmendar, y que ahora solo podemos dulcificar en nuestra memoria.
Las palabras de esta novela están compuestas a modo de orquesta sinfónica, y parecen llevar al lector entonando el Kyrie mozartiano de la Misa de Réquiem. No obstante, ya desde el principio, cuando Edward y Florence no pueden consumar su matrimonio debido a los traumas psicológicos de ella, y la incomprensión por parte de él hacia los mismos, que en la historia se abre una brecha que separan dos caminos. Uno es el de la cruda realidad que pone fin para siempre a la relación personal, el otro, que inunda de un modo poético a la imaginación con esa firme posibilidad del podía haber sido.
En tal caso, el autor de esta novela sabe ahincar más en el hecho de esa posibilidad que anega la mente de Edward, dibujando una vida superficial en el mismo. Expurgándola de un soporte que arraigue bien profundo en un suelo. En cambio para Florence, y a pesar de su éxito en el mundo de la música, precisamente formando parte de un cuarteto de cuerdas, la cosa no le ha ido mejor. Aunque ha sabido canalizar la gran frustración que supuso su ruptura matrimonial a través del arte, en sus interpretaciones nunca puede dejar de poner la vista, mientras siente una honda tristeza,, en la butaca que coincide con el número de aquella misma en la que él solía sentarse para escucharla tocar.
Así, en definitiva, esta obra nos interpela de un modo muy directo: ¿Cuántas historias como esta habremos dejado en los rescoldos de nuestra vida?
CHESIL BEACH, LA NOVELA DE IAN McEWAN