CHARLA DE GORRIONES   (SOBRE LOS HUMANOS FASCISTAS)

CHARLA DE GORRIONES   (SOBRE LOS HUMANOS FASCISTAS)

Antonio Costa Gómez
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CHARLA DE GORRIONES   (SOBRE LOS HUMANOS FASCISTAS)

        Era en Burgos. Estaban hablando unos gorriones en unas ramas. Casualmente pude entenderlos, a veces me pasa. Me ocurre como a Fulcanelli el alquimista que sabía la lengua de los pájaros. O como a Taliesin, un poeta de Gales, cuando bebió dos gotas de la caldera de la sabiduría de la Bruja Kerridwen.

     Hablaban contra los humanos y su arrogancia. Contra su fascismo tecnológico y su desprecio de la naturaleza. Contra su manía de poner en todo lo artificial en lugar de lo natural. Lo limitado en lugar de lo infinito.

    Uno decía: Estos tipos se creen los amos de todo. Lo manosean todo, lo rediseñan todo. No les gustan los genes y hacen genes de diseño. No les gustan los abedules y ponen en su lugar rombos y triángulos. No les gusta el espíritu y ponen en su lugar la fórmula.

     Otro dijo: Y que lo digas. Y quieren poner en todo lo mecánico y lo rutinario.  Eliminar todo lo imprevisible y sorprendente y poner solo lo programado y lo formulario. Eliminar la vida sutil y poner el algoritmo.

    Y quieren rediseñar el planeta entero. Rediseñarlo y manosearlo. Quieren fabricar la lluvia, fabricar las miradas. Fabricarlo todo. Hablan de Navidad, o sea de Natividad, pero entre ellos ya no nace nada, todo se fabrica. Quieren rediseñarlo todo para controlarlo todo. Ponerlo todo a su santa voluntad. Y tiranizarlo todo. Las personas, los genes, las miradas.

    Entre ellos triunfa el nazismo tecnológico. Y quieren barrernos a todas las demás especies y barrer la naturaleza entera. La naturaleza es algo despreciable para ella. No quieren aprender nada de ella, ellos saben más que nadie. Son más listos nadie. Y lo reducen todo a su propia miseria. Y no escuchan nada. Y no saben callar. No nos escuchan a nosotros.

     Y dijo otro: Pero tampoco escuchan el agua ni el viento. Ni escuchan a los sapos en los charcos. Ni el ruido en sus casas por la noche.  No quieren escuchar. Ellos lo saben todo y quieren hablar solo ellos.

    Esa arrogancia les va a explotar en la cara.  Cuando la rana se cree el mundo entero acaba explotando. Y se queda sin piel. Y sin piel se está muy mal. Ellos se creen que solo cuenta el cerebro, pero se está mal sin piel.

    Y otro dijo: Qué acabarán haciendo con el mundo. El planeta entero reducido a un rombo, el sistema solar reducido a un rombo. La música de Chopin convertida en una fórmula. La sopa de su abuela fabricada en serie.

    Y otro dijo: Incluso hablan de carne artificial, de chuletas de diseño. De personas de diseño, de soles de diseño. Y todo para poder controlarlo y vigilarlo. Para poner sus sucias manos sontroladoras sobre todo. Ellos son los amos y no dejan respirar a nadie.

    Y el primero dijo: Y fabrican máquinas y máquinas sin fin, para enriquecerse algunos. Y obligan a todos los demás a comprar y comprar. Y quieren que las personas hagan como las máquinas. Que sean obedientes y no pidan nada. Y que lo hagan todo en serie y masificado y rutinario. Y lo producen en serie todo.

    Y les gustaría fabricarnos a nosotros, que ya no fuéramos gorriones sino lo que ellos diseñen. Que fuéramos transgorriones o metagorriones o alphagorriones. O gorriones artificiales.

     Y al final se eliminan a sí mismos. Sus máquinas eran ayudar a los humanos, pero al final los humanos sobran. Y las máquinas solo ayudan a los potentados prepotentes a despedir a los demás humanos.  Lo manosean todo y al final se manosean a sí mismos. Lo empobrecen todo y al final se empobrecen a sí mismos.

    Y yo escuchaba a los gorriones y sentía nostalgia, una nostalgia rabiosa. La nostalgia que siente el amputado de su pierna cuando se la arrancan. La nostalgia que siente el hombre libre cuando le quitan su libertad. La nostalgia que siente el demócrata cuando lo aplastan bajo el fascismo. Y nostalgia de los abedules. Y de Chopin. Y hartazgo de rombos y de diseños.

    Un gorrión me miró como  diciendo: ¿Tú también quieres hablar? Y yo desvalido puse cara de: ¿y yo qué voy a decir? ¿Qué coño puedo decir?

     Había una rosa y me la convirtieron en un rombo. Había una genialidad y me la convirtieron en una fórmula rutinaria. Había una mujer hermosa de carne y hueso y me la convirtieron en un digito.

    Si es un crimen la nostalgia, yo soy un criminal, le dije al gorrión. El gorrión me dijo: Todavía tienes el whisky Talisker de Escocia, aunque ya sé que es muy caro. Y tienes las gotas de la caldera de Kerridwen. En alguna parte está.

    Debe de estar en alguna parte, le dije al gorrión. Y también la poesía de Rilke. Y también la cara mofletuda de mi prima de la aldea cuando sonreía con aquella gracia increíble.

ANTONIO COSTA GÓMEZ

FOTO: CONSUELO DE ARCO

 

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