Carmen Borja

Carmen Borja

Carlos J. Rascón

Carmen Borja nació en Gijón en 1957. Doctorada en Literatura Española, reside en Barcelona desde 1978, fecha en que publicó su primer libro de poemas. Es miembro de la ACEC (Asociación Colegial de Escritores de Cataluña) y del PEN Català. Desde 2015 es presidenta de la asociación Produccions Impossibles y desde 2018 codirige la Casa de l’Artista en Terres de Cruïlla. Alejada por convicción personal tanto de la crítica literaria como del mundo académico, su interés central desde hace años es la poesía. Ha publicado, entre otros, Libro de Ainakls (Diputación de Cádiz, Jerez, 1988), Libro de la Torre (El Bardo, Barcelona, 2000, que incluye también la segunda edición del Libro de Ainakls), Libro del retorno (Lumen, Barcelona, 2007), La balada de Branko Petrovski y otros poemas (Insòlit, Barcelona, 2007) y Mañana (Icaria, Barcelona, 2011). En 2006 codirigió junto a Carles Molins Puzle, una publicación excéntrica y multidisciplinar. Posteriormente codirigió también el proyecto de edición singular La Plaquetona-Vilamarins (www.laplaquetonavilamarins.blogspot.com.es/), donde apareció Sub Jove. Cartas de tréboles y diamantes en edición de bibliófilo (septiembre 2016). En 2017 Sub Jove se publica en castellano, asturiano y catalán y en 2018 en edición especial de cartas de tarot.

www.carmenborja.net

 

1

Siempre volvemos a la casa del padre.

Carmen-Borja

En cualquier lugar surge el relámpago

que transforma el paisaje o la calle en conciencia:

talismán que protege del frío.

Entonces Ibn Hazm habla del amor verdadero,

aquel que no es hijo de un instante,

y de la planta arraigada que no ha de esperar la lluvia.

Porque el sentido viene de aquel viento

que llegó con el poema: sagrado ardor.

¿No ves que pasa a tu lado sin ser visto?

Sin cuerpo, sutil como un susurro.

Amor: lo que fuimos, somos, seremos,

todos los tiempos conjugados del ser,

camino de regreso a casa

 

49

El que cuenta la historia y el que canta la vida

es el último en irse: espera

a que todos estén acostados y a salvo.

La poesía es una forma de amor,

una forma de orar. ¿Cómo negarse?

Pero el canto solitario convoca la tristeza.

¿Agoniza el aire de la tarde? El amor

es el único puente que no se derrumba

cuando todos arden

y la ciudad ha sido arrasada.

Sólo sirven las palabras que iluminan,

pero la luz no está en las palabras.

Entonces el silencio es culpable.

Atrás quedaron los días felices,

cuando el futuro existía

y la dicha enlazaba un día a otro.

Es entonces cuando surge la prueba.

El ángel y la espada de fuego

y la planta que nace en la tumba del poeta.

Siempre volvemos a la casa del padre.

 

De Libro del retorno (Lumen, Barcelona, 2007)

 

 

Dicen que la musa es exigente.

Aun feliz, ten a punto la maleta:

quizá la historia se repita

y de nuevo preparen alambradas.

Volverás a perder tu hogar,

cada vez más lejos de cualquier refugio:

a solas con tu dignidad

en el centro de la noche.

Sabes que el enigma existe

y no es cosa de libros.

El poema es tu viaje,

tu vivir lo vivido,

el otro nivel.

 

 

Gotas de agua iluminadas por una luz estroboscópica.

Multitudes hacen cola en los museos:

los mercaderes nunca se fueron del templo.

El dolor no ha de convertirte en víctima.

Incluso derrotado, tu espíritu es claro como un día de sol.

Los peces fosforescentes, el perdón,

no querer que otros pierdan, el destino del mundo.

Mirar la realidad a los ojos, aceptando.

 

 

Algún día la insumisión de los muros,

la insumisión de las ciudades con muros.

Un presentir la inmensidad,

que el mundo es y es transparente,

que sobran dos versos del soneto.

Palabras como pequeñas raíces

que nos sustentan, sin traducción posible,

en una oscuridad lejana,

anterior a la caída de los árboles.

Allí la tristeza que arrasa.

Entonces conquistamos el significado

a través del misterio y el esplendor

y la responsabilidad del mundo.

 

 

Una sílaba para atravesar el cielo

o vibrar en el abismo.

Para nadar y nadar y no hundirse,

la libertad de una verdad vulnerable,

de la palabra no depravada,

de la incertidumbre.

Atrás quedó la noche estremecida:

alborea entre agujas de wolframio.

Las caminantes siempre supieron

que no puede haber épica sin ética.

 

 

Nos liberamos de tiránicos dioses,

desacralizamos el mundo,

nos hicimos fuertes.

Pero agazapado, el viejo desamparo,

el animal tembloroso.

Recibimos y enviamos señales,

procuramos interpretar bien los rangos,

la aleatoriedad, el sinsentido.

Nanas para despedirse.

 

 

Letra, fuente, ojo.

Un dolor que camina,

una huída que avanza.

Un poeta no es nadie.

Se interna en lo que no aparece

y espera belleza, don.

Carente, suplicante, desposeído.

Un cuerpo que se despereza

y se hace nube.

Dispuesto a morir libre en su locura

y en silencio.

 

De Mañana (Icaria, Barcelona, 2011)

Image by Hager_Toni from Pixabay

 

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