Carmelo Guillén Acosta, En estado de gracia

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Jose Cenizo Jiménez
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Carmelo Guillén Acosta, En estado de gracia

            EN ESTADO DE GRACIA Y DE GRACIAS A LA VIDA                                        Por José Cenizo Jiménez

            Carmelo Guillén Acosta (Sevilla, 1955), catedrático de Lengua Castellana y Literatura jubilado, es el director de la colección Adonáis y presidente del jurado que concede el premio de dicha colección desde 2003​. Precisamente con su primer libro, Envés del existir, obtuvo el accésit del prestigioso premio Adonáis en 1976. Fue el inicio de una entrega a la creación a través de varios libros de alta calidad hasta el penúltimo,  Las redenciones,  un ejemplo claro de madurez y profundidad hablando, como a  nuestro lado, con sencillez más que honda, entrañable, de la alegría de vivir, pero de vivir para los demás, de encontrar el sentido de la vida, a veces incluso a través del dolor, en la entrega, en estado de gracia, ese don de plenitud merced al amor en el sentido más auténtico de la palabra.

            Al releer la reseña que hicimos de Las redenciones, libro de 2017, vemos que de esta nueva obra podríamos decir casi lo mismo, y todo bueno. Carmelo, como ocurre con pocos poetas de su generación, es un poeta reconocible, inconfundible, tiene una marca de la casa centrada en el citado amor como entrega a los demás, el gozo por todo lo pequeño y cotidiano de la vida y una expresión cuidada y sencilla a la vez, incluso con rasgos coloquiales magistralmente utilizados.

            La obra se divide en tres partes: la primera se recrea en el hecho de que en lo pequeño está la grandeza de la vida; la segunda, insiste en la gratitud por la vida, en la entrega a los demás, si  bien asoman varios poemas algo más pesimistas, que arrancan del dolor, aunque también es cierto, que jamás decae su ímpetu, su estar bien con todo en este mundo (hasta se titula un poema “Algo tendrá de bueno la ignominia”). La tercera consta de un poema, “Gratitud”.

            Insiste siempre en que “fuera amor mi vida en las cosas menudas” (p. 37), y en “tener a quien querer y que me quieran” (p. 46). Los mismos títulos nos indican su poética de solidaridad: “No cabe más que asombro”, “Me entrego a bocajarro”, “Tengo a mano la vida”, “Vamos a vivir de sencillez”, “Nada más poderoso que el cariño”, o “Gratitud”, que cierra el libro, como hemos indicado.

            Cuando aparece el dolor, lo hace como “lugar de redención”, y dedica varios poemas al recuerdo de un amigo con el que estuvo hasta el último aliento, dando ahí un punto de autenticidad extremo. Pero ni siquiera el dolor o la muerte llega a borrar la beatitud del poeta, debido, como dice el título, a ese estado de gracia (de felicidad, de entrega gozosa) y de gracias a la vida, desde lo más pequeño (una salamanquesa, el reloj, el canto de la alondra…).

Es un poeta que vive el presente, “que sabe a eternidad” (p. 23) y que quiere “darle carácter sagrado a la materia” (p. 15). Un personal disfrute del ahora, en el que sin amor no es posible estar en el mundo ni con los otros. Sin amor, palabra clave, la vida no tiene sentido, hasta el punto de usar imágenes que lo asocien al fuego, amor “que enardece cuanto toca” (p. 38), o más explícitamente en el poema “El centro del fuego” (p. 37), cuyos versos finales nos dicen:

(…)

que fuera, sin medida, amor purificado

en el centro del fuego, allí donde no existe

más que su llamarada, ese atávico origen

que no cesa de arder y que llena la vida

de sentido y de ganas de no saciarse nunca

de amar, hecho a la idea de que va a ser siempre

así, sin otra ansia, sin otra condición

que la de reavivarme en eterno holocausto.

Qué poso de serenidad, de contemplación, de felicidad nos dejan estos poemas de Guillén Acosta, construidos con una aparente sencillez que, sin embargo, sabemos muy trabajada y bien perfilada en el lenguaje y en los recursos métricos y estilísticos. Alejandrinos, endecasílabos y versos de arte menor que con fluidez nos dicen al oído y van directos al corazón, metáforas hondas y sencillas (“hogaza de cariño”), encabalgamientos expresivos (“de hacerme con la vida, en la piel del dolor / anclado, hecho a su imagen, en cuerpo y alma hecho”), una forma de hacer poesía, en definitiva, con sello personal de veras y con una gratitud hacia la vida que pocas veces vemos en los poetas contemporáneos. Con este libro, pues, suma el poeta motivos para estar entre los más apreciados representantes de la lírica de contrastada calidad de su generación.

Carmelo Guillén Acosta, En estado de gracia, Sevilla, Renacimiento, 2021

 

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