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COMPARTIENDO DIÁLOGOS CONMIGO MISMO
Aspiro a ser el verso que fructifique,
el agua que colme, la poesía que injerte,
la palabra que calme, el lenguaje que auxilie,
la fuerza regeneradora de la pasión
por el verbo y sus conjugaciones.
Anhelo al Creador por su bondad,
y creo en su verbo como don,
y en la encarnación de Cristo como luz,
y en su espíritu como Redención,
y en su mística como señal armónica,
y en el destino transcendente del cuerpo.
Somos lo que somos y enhebramos el ser.
Vivimos, a veces sin querer nos lapidamos,
en lugar de esperanzar la tierra con el cielo.
No debemos degradarnos en el cultivo,
hemos de propiciar encuentros,
hasta dejarnos atrapar por el Autor.
La eternidad es suya, la soledad es nuestra.
Hemos de abrirnos a la voz del Señor,
sólo así, podremos sentirnos acompañados
y acompasados, cada cual consigo,
y Dios en toda vida, y toda vida en Dios.
Para ser de Dios hay que ser valientes.
Valientes como el agua que emana,
y abre cauces, y se encauza hacia la mar.
La cruz del camino es dura, pero vivifica.
Hay que tener el valor de valerse para sí,
de envolverse con la palabra y ser palabra.
Nunca es tarde para darse y donarse,
para confluir en el poema del que nos ama.
Dejémonos ser el sueño de su amor.
Abandonémonos a sus brazos en abrazos.
Ninguno de nosotros podemos crearnos,
es Él quien puede hacer que las piedras,
alimenten; y que los aires, alienten.
Yo sólo quiero ser la recreación creada,
su deseo más íntimo, su voz más silenciosa,
¡esa armonía que nos hace más de Dios!.
Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
7 de julio de 2015