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Brujas y Apasionadas
La literatura las mostró tantas veces. Las brujas significan la pasión. En el sentido de sentir profundamente. Sentir lo que está prohibido. Y si Dios lo prohíbe todo se apuntan al Demonio que permite sentirlo todo. Sentir la naturaleza, que el cristianismo más puritano ha prohibido. Sentir la vitalidad que llevan dentro.
Y también en el sentido de padecer. De ser sometidas por los poderes aplastantes. Como Juana de Arco, como las brujas de Salem. El poder no puede permitir a las brujas. Son demasiado entusiasta, son demasiado oscuras. El poder tiene que ser metódico y razonable. Y el poder tiene que iluminarlo todo como los comisarios, no puede dejar nada secreto en la sombra. Hay que archivarlo todo.
La bruja de Keats en “La belle dame sans merci” te ama hasta enloquecerte en el bosque y luego te deja tirado. Tú eres demasiado rutinario para ella. Tú eres demasiado rutinario, puedes ir a contárselo al cura o al alguacil. Te ama de tal manera en el bosque que te descuajaringa y no tienes la suficiente pasión para guardar ese amor. Y entonces se marcha.
Las brujas son un ejemplo de bajar al infierno, hablan por lo pagano cuando el cristianismo ha enterrado en el subsuelo nuestros deseos. Cuando la naturaleza se ha declarado diabólica ellas proclaman la naturaleza, si el sexo es pecado ellas proclaman el sexo y la desnudez. Si copular es malo ellas copulan con el Diablo, el macho cabrío recoge las antiguas fuerzas telúricas del Dios Pan. Como el día es del Dios implacable y su iglesia policíaca ellas tienen que reunirse de noche.
Mircea Eliade habla de un cristianismo cósmico que subsiste en las poblaciones campesinas europeas. Pero las brujas no admiten componendas y exponen el delirio de modo desenfrenado. Si la iglesia impone el bien implacable ellas detentan el mal liberador. Son la parte oscura del dios de Bohme, la manifestación de Abraxas, la paradoja, la negación. Si la estética oficial nos ofrece las vírgenes de Murillo ellas representan el expresionismo y el grito como se ve en Goya. Si el cielo trae la felicidad por decreto las brujas traen la inquietud y la angustia que nos revelan.
La bruja de Arthur Miller es martirizada por el hijoputa puritano de Nueva Inglaterra. Ese que escapó de Inglaterra porque lo perseguían y él se dedicó a perseguir en otro continente a todos los demás. Y los indios son diablos y todos los seres vivos son diablos. Ay de que digas una palabra más alta que otra, de que exclames algo que el pastor cabezón no comprenda. “El viento helado de Dios”, dice Arthur Miller, ha venido a castigar a los hombres. Ay de ti si no estás helado.
Las brujas son trágicas porque se oponen a lo establecido y son aplastadas pero muestran su obstinación y su resistencia. Según el antropólogo Carmelo Lisón las brujas las crearon los propios inquisidores que las perseguían, ellas simplemente eran intuitivas que seguían con pasión la naturaleza. Fueron los inquisidores los que les hablaron del Diablo y del mal, los que les hicieron decir: somos brujas. Sempre, como señaló Robert Graves, las religiones dominantes acaban demonizando a las que pierden. Es la damnatio memoriae que estudiamos en Historia, el dañar el recuerdo de los anteriores.
Por eso la serpiente es algo negativo excepto para los gnósticos o para Hofmann. Pero si no queremos llamarle bruja le llamamos Melusina. Y es curioso que sea la mujer la perseguida y la bruja. Las mujeres han estado marginadas en numerosas culturas, y precisamente por eso han tenido ciertas libertades dentro de sus escondrijos. Y han preservado mejor lo que los prejuicios les impiden preservar a los hombres. Muchos creen que son más salvajes, más intuitivas, más conectadas con la tierra. Así decía Alberto Moravia, pero para él era un cumplido.
La bruja de Robert Graves es la Diosa Blanca que aparece en diferentes culturas. Pero sobre todo en la céltica. Tal como lo explica en mi biblia, que se titula precisamente “La diosa blanca”. Nos inspira a todos, nos da entusiasmo a todos, nos hace delirar creativamente a todos. Ella está detrás de la hermosa dama sin piedad de Keats y detrás de las brujas del Macbeth de Shakespeare. Pero también de la diosa Kali de la India que nos espanta porque no la comprendemos. Y en la edad moderna mecánica que se aleja de la poesía también nos alejamos de las brujas.
La bruja es la inspirada por excelencia, representa a la noche y el delirio, lo prohibido y el desenfreno. Es sacerdotisa de la Diosa Blanca sin saberlo, ofrece su sexo en mitad del bosque porque la civilización occidental considera al sexo lo innombrable. Y si no le dejan hacerlo tranquilamente tendrá que hacerlo con frenesí y con angustia. La mirada torva del inquisidor que la persigue se ve a menudo fascinada por ella. Así se ve en una película de Lewis Milestone, “Bajo la lluvia”, en ella la mujer maldita y perseguida que interpreta Joan Crawford es acosada de modo inhumano por el puritano feroz , pero éste la desea por la noche. Cuántas brujas ha martirizado nuestra civilización puritana que encierra el inconsciente, que condena el cuerpo, que considera malvada a la mujer y la encarcela en la cocina. La rebelión de la bruja es también la rebelión de la mujer que se vuelve frenética por la fuerza misma de la represión.
La bruja de Shakespeare en Macbeth conoce el futuro y éste se cumple sin remisión, está más allá de las categorías lógicas, conoce lo que el hombre sensato y ordenado no conoce, va más allá de lo que le deja ver el párroco. Habla por enigmas y sabe lo que se esconde en la eternidad más allá de los designios humanos. Es fea pero fascinante, tenemos que escucharla porque habla por la noche. Los ojos se nos abren de una manera nunca vista al mirarla. Y sabe profundamente lo que dice. No se limita a nuestras deducciones ni a nuestra lógica de andar por casa.
La bruja de Gunnar Ekelof lo encuentra en Spalato/Split, donde hace dos mil años se retiró para morir y vivir de verdad, lejos de guerras y políticas, el emperador romano Diocleciano. La amante de Ekelof es una monja solitaria y rebelde que recorre el mundo de manera rebelde, es en el fondo un demonio que lo lleva a la revelación y la noche. La novicia de Spalato hace vivir y saber por último sin fronteras al poeta perdido de Suecia.
Las brujas significan la pasión. En el sentido de sentir profundamente. Y también en el sentido de padecer el puritanismo masculino. La literatura dio tantas veces cuenta de ello.
ANTONIO COSTA GÓMEZ, ESCRITOR