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“Breve tratado para las casas con peces” de Boris Rozas
V Premio Internacional Francisco de Aldana de Poesía. Eolas Ediciones, 2020.
Por María Ángeles Lonardi
Con una estética exquisita, de aparente fragilidad, este libro seduce desde antes de abrirlo y una vez abierto, ya no puedes cerrarlo, hasta terminar de leerlo.
En la contraportada aparece un texto a modo de sinopsis de la poeta Odalys Interian, miembro del jurado, que acertadamente escribe: “Nos llama la atención la forma en que esta poesía penetra la esencia del acontecer, la limpidez y transparencia del lenguaje, cómo reúne diferentes tendencias poéticas con natural congruencia: lo clásico y lo postmoderno, lo convencional y lo lírico, lo narrativo y lo reflexivo” y cuánta razón llevan esas palabras.
Estos poemas invitan a ser reflexivo. Este contacto con la realidad te abre la mirada inmediatamente y te muestra otro concepto de poesía, con una enorme capacidad sugerente que portan las palabras del poeta.
El hombre frente al entorno, frente a todas las cosas, frente a sus silencios, arropado con la poesía en un instante de la vida. Una vida cotidiana que puede ser la tuya o la mía. Porque quien tiene una pecera, un estanque o una alberca, tiene peces y hay casas con peces que merecen toda la atención y eso lo ha logrado el autor con creces.
Boris Rozas nos ofrece un “Breve tratado” porque si fuera extenso resultaría poco relevante.
Se encarga a través de sus poemas, de involucrarnos en la búsqueda de ese hábitat ideal donde desarrollarnos como personas y donde ser nosotros mismos.
En la primera parte habla de la ligereza del tiempo, de lo efímero del tiempo y que el primer poema se titule” Wislawa en Paris”, no es casual. Se abren todas las puertas y entramos en la casa. Porque “El tiempo es ligero como la charca de los niños”.
La vida no imita al arte y eso lo descubre con Amos Oz y nos dice: “mañana veremos si hemos servido o no a los nuestros (…) pediremos perdón o no”
“Los amantes”, “el amor los fines de semana”, “diálogos de la lluvia” son poemas que nos acercan a la realidad de un instante.
En la segunda parte: “Beisbol”, “Edith S”., “llanto de los cerezos” y “el sueño”, -entre otros- aparecen como preámbulos de “Jazz” donde las pasiones tienen las riendas sueltas.
Mientras la vida sigue, “antes de que lo llamen para comer”, el autor estudia “cómo aprender a ser, sin apenas tiempo”.
En la tercera parte Chertanovo, nos acerca a la construcción de un hogar, una casa ideal, dejando incluso, entrar al poeta en casa.
A veces le gustaría parecerse a Edmundo Dantes, “para dormir como un justiciero”, “sin vivir al margen” “doblando el mar”, para que no duela la distancia. Pero sobre todo, dejar que le conmuevan los cielos dulces con Gabriela Mistral por Chertanovo…
En esta casa no faltan peces, “peces de rio”, porque a las casas con peces las habitan poetas. Quizás para poder resistir los embates de la vida, sin morir en el intento, este breve tratado puede darte algunas pistas de la fórmula del éxito o del no fracaso estrepitoso. A este lado o al otro. A buen entendedor, pocas palabras.
Poemarios así te sacuden por dentro y te llevan a improvisar con algo más de convencimiento ante la rutina despiadada y cancina, porque hacen falta Breves tratados para entender y comprender la simpleza de las cosas cotidianas y sus variaciones en el tiempo. Y hacen falta poetas como Boris Rozas que, “a la cola de un bufet de asado”, se pare a conversar con Wislawa Szymborska en Paris, aunque su esposa esté acechando.
“Breve tratado para las casas con peces” de Boris Rozas