Benjamin Stora, una memoria argelina (I)
No cabe duda de que el historiador y profesor Benjamin Stora (Constantine, Argelia, 1950) es el experto par excellence del país mediterráneo. La guerra, sus contendientes, los silencios y olvidos de unos y otros, las relaciones entre musulmanes y judíos, y la unión sagrada de izquierdas y derechas en defensa de la patria amenazada ya que Argelia era considerada una provincia más de la France; un slogan de la época decía «el Mediterráneo atraviesa Francia como el Sena atraviesa Paris», para el común de los franceses Argelia era parte de Francia sin más, o dicho con palabras del presidente, de izquierdas, Pierre Mendès France cuando ya habían comenzado las hostilidades, «los departamentos de Argelia constituyen una parte de la república francesa. Son franceses desde hace tiempo y de una manera irrevocable. No se puede concebir una secesión». Stora ha posado su mirada al derecho, al revés y al bies, en más de cuarenta obras dedicadas al tema, describiendo los episodios que han tenido lugar en aquellas tierras a la que llegaron los franceses, armas en la mano, en 1830; tras ellos diferentes pobladores fueron llegando de otros lugares europeos: Italia, España, etc. Ha de tenerse en cuenta que Stora nació en Argelia , y la guerra comenzó cuando él contaba con cuatro años, viviéndola hasta los once, cuando tras alcanzar la independencia los combatientes argelinos, en 1962, su familia se trasladó a la metrópolis, léase a Francia.
Coincidiendo con la ola anti-colonialista, y la derrota francesa en Indochina, la lucha armada contra el poder colonial se iniciaba abiertamente en noviembre de 1954; antes ya había habido explosiones de ira, alimentadas por la represión inmisericorde de las tropas francesas, como la de Sétif en mayo de 1945, cuando se dieron masivas movilizaciones tras las banderas que rezaban: «Abajo el fascismo y el colonialismo»; la policía disparó contra los manifestantes, estos respondieron produciéndose una sublevación espontánea que acarrearía 103 muertos entre los europeos de Argelia, asesinados en condiciones atroces, a los que se sumaron 110 heridos. La orden de responder por parte del gobierno francés fue inmediata y las represalias contra la población civil costaron entre diez y quince mil personas en las semanas siguientes; según las cifras de los argelinos fueron cuarenta y cinco mil los asesinados.
Si la represión alimentaba el malestar de los argelinos, no menos sangrante resultaban las diferencias entre franceses y magrebíes: en 1954 había alrededor de un millón de europeos frente a nueve millones de lo que se conocía, en una mezcolanza incomprensible, que se sigue manteniendo, de origen étnico-geográfico con creencias religiosas, como argelinos musulmanes, en consonancia con tal lógica, debería calificarse a los europeos que allá se instalaron como cristianos, cosa que no se hace claro; los primeros eran los que poseían los negocios, la propiedad, la riqueza, mientras que los segundos estaban sumidos en la miseria o en duras condiciones de vida. Las diferencias también se daban en el terreno de la política en el que los segundos eran considerados como ciudadanos, por decirlo así, de segunda categoría; la separación entre ambas franjas de la población se traducía en diferentes zonas de las ciudades, en la frecuentación de distintos locales, y, por supuesto, en lo referente al acceso a la educación, la sanidad, etc. En 1871 se promulgó un código de indigenato que dividía en país en zonas, siendo la segunda asignada para los argelinos.
No entraré en mayores descripciones de lo que vino a suponer tres conflictos en una guerra: la guerra colonial librada por los franceses, la guerra de liberación nacional de los argelinos, y una guerra civil entre argelinos y franceses-argelinos; posicionamiento que se enfrenta a ciertas visiones simplistas que cuentan «la guerra como un combate épico, con sus leyendas y sus héroes victoriosos. Y el primero de dichos héroes, el pueblo argelino que, en su totalidad, se habría levantado contra la potencia colonial francesa. Se hace como que no hubiese habido ninguna división, ningún desgarro, ningún ajuste de cuentas entre argelinos». De manera resumida hay una obra suya que presenta a modo de entrevista los aspectos esenciales sobre tales asuntos: La guerre d´Algérie expliquée à tous, editada por Seuil en 2012. Quien esté interesado en las investigaciones de este historiador que ha visitado todos los archivos habidos y por haber y ha realizado entrevistas con diferentes protagonistas y testigos de la guerra, el pasado año se publicó una recopilación de seis de sus obras bajo el título, en francés obviamente que consta en el título de este comentario: Une mémoire algérienne (Ed. Robert Laffont, collection Bouquins). En el volumen se recogen Les clés retrouvées, que narra la vida de su familia, su niñez y el mundo que va a derrumbarse en pocos años; sus años de compromiso en la izquierda radical, en la organización trotskista OCI (Organización comunista Internacional), y su posterior desencanto son presentados pormenorizadamente en La dernière génération d´octobre. Sigue un ensayo, Las guerres sans fin, en el que el historiador expone sus inicios en el trabajo de investigación histórica, que trata de curar las heridas de las experiencias pasadas, tratando de mantenerse alejado de las posturas resentidas de los pieds-noirs, harkis, inmigrados o nacionalistas argelinos, y…por supuesto franceses. Si los títulos nombrados constituyen la primera parte de la recopilación, la segunda reúne tres obras: Le mystère De Gaulle, en la que se expone un balance de las distintas valoraciones con respecto al papel jugado por el general: para unos un traidor que hizo concesiones a los independentistas, mientras que para otros un político acertado, desmitificando la figura del general como artífice de la descolonización. François Mitterrand et la guerre d´Algérie, presenta a quien fue ministro de interior y de justicia en los gobiernos de Mendès France y Guy Mollet, que tomó la decisión de combatir con dureza a los rebeldes, no dudando en firmar penas de guillotina hacia éstos; durante su mandato cuarenta y cinco condenados fueron guillotinados en dieciseis meses, es decir el ochenta por ciento de los dossiers que pasaron por sus manos…«he cometido al menos una falta en mi vida, ésta», declararía años después quien en 1981 aboliría la pena de muerte. Por último, en Les trois Exils, Stora cuenta la historia de los judíos en tierras argelinas y su implicación en la guerra, lo que supuso el exilio de muchos de ellos. Ha de tenerse en cuenta que la familia del historiador pertenecía a dicha comunidad, del mismo modo que no está de más subrayar que el historiador se considera argelino y no francés como era el caso de algunas celebridades que habiendo nacido en tal país se consideraban franceses: Albert Camus o Jacques Derrida, son claros ejemplos de los que señalo; la postura del primero de los nombrados merecería capítulo aparte, ya que su propuesta de alto el fuego y el inicio de negociaciones inmediatas entre las partes, resultaba un tanto angelical teniendo en cuenta la situación, nada digamos de su afirmación con motivo de la concesión del Nobel: pongo a mi madre por encima de cualquier criterio de justicia, lo que dio lugar a una respuesta inmediata de Simone de Beauvoir que se mofaba de la curiosa concepción de justicia que tenían los justos.
En su momento hablé de la cuestión argelina como un pasado que no pasa*, y que sigue clavado en el corazón, en muchos corazones de ciudadanos franceses y argelinos [ los asteriscos suponen una llamada que será completada al final del artículo; teniendo en cuenta la extensión de esta primera entrega, dejaré dichos contenidos para la segunda]. Anteriores presidentes de la République se han pronunciado sobre el asunto: así Nicolas Sarkozy -quien por cierto al ser elegido presidente suspendió un programa que Stora llevaba en la radio publica, France-Culture, sobre el Magreb- se mantuvo en los límites de que todos habían sufrido mucho, sin dejar de subrayar la labor civilizadora de Francia en el país africano; Jacques Chirac habló de que había que mirar el pasado de frente, llamando a la reconciliación de ambos países; François Hollande declaraba que había sido un sistema profundamente injusto. Pues bien, Emmanuel Macron parecía que iba a tomar el toro por los cuernos, al recibir a la viuda del torturado y desaparecido Maurice Audin**, aprovechando la ocasión para hacer unas declaraciones, que levantaron cierta humareda, en las que decía sentir repugnancia por un sistema puesto en pie que se basaba en la represión y la tortura, en «arresto-detención», que propiciaba el terreno para la práctica de la tortura sistemática al por mayor. En una política de tanteo y de ambigüedades, encargó a Benjamin Stora que elaborase un informe de cara a intentar normalizar las relaciones entre Argelia y Francia; y digo ambigüedades y una de cal y otra de arena, ya que al mismo tiempo que encargaba el informe trataba de sacar adelante una ley discriminadora sobre el separatismo de algunos sectores comunitaristas, que coinciden en no pequeña medida con algunos de los herederos de aquella contienda, lo que es tratar de solucionar al mismo tiempo que se entorpecen los posibles acercamientos.
Así pues, el historiador habituado a asumir diferentes responsabilidades, tanto en sus tiempos de militancia lambertista como sindical en la UNEF a los que seguirían su cercanía con el partido socialista y más tarde con los verdes, como posteriormente; algunos de tales encargos fueron suspendidos como una exposición sobre Albert Camus, también puede señalarse el comisariado de diferentes exposiciones sobre Argelia, fue inspector de la Educación nacional, responsable de una organización oficial sobre la inmigración, etc., fue encargado, como digo, por Emmanuel Macron el 24 de julio del año pasado para realizar un informe sobre «la memoria de la colonización y de la guerra de Argelia», con vistas a reconciliar a ambos pueblos. Benjamin Stora aun sabiendo bien el terreno que pisa en lo referente a la guerra argelina, seguro que también sabía al aceptar el encargo macroniano el terreno minado en el que se metía, y si anteriormente sus trabajos fueron tachados por no pocos patriotas franceses como hemipléjicos, al posicionarse del lado de los argelinos y del FLN, ahora la cosa no pinta mejor. Puede tenerse en cuenta, para echar más leña al fuego, que la desconfianza hacia su persona se basa en sus reiteradas declaraciones de que es argelino, a lo que se ha de sumar su pasada militancia en la extrema izquierda, además de su inequívoco compromiso anti-colonialista, lo que hace que para mucha gente el historiador no sea de fiar, y que sus propuestas siempre pecarán de escoradas. Estos intentos de mirar para ambos, o para todos, los lados, le ha valido además de la desconfianza indicada, amenazas de muerte tanto las reivindicadas por la OAS ( Organización de la Armada Secreta) como por grupos islamistas, lo que le hizo marcharse del territorio hexagonal durante un periodo.
En efecto la finalización del trabajo y la parcial publicación (véase Le Monde del viernes pasado, 22 de enero, en cuyas páginas centrales, bajo el título de France-Algérie. En finir avec la guerre des mémoires, se dedicaban ocho páginas al asunto) ya ha levantado la correspondiente polvareda, tanto del lago hexagonal como del magrebí; los unos, los primeros por mostrarse concesivo con los argelinos, éstos por no posicionarse abiertamente en pro de la presentación de excusas por parte de Francia, los harkis ( ciento cincuenta mil argelinos que colaboraron con las fuerzas armadas francesas, en una tribuna del vespertino Le Monde, 29 de enero, califican el informe de plagado de lagunas y cinismo con respecto a ellos) por haber sido tratados con desprecio y verse desatendidos por el propio Stora que, según dicen, dirige una visión minimalista con respecto a su caso además de no haberles consultado para realizar el informe, mientras tanto la placa que recuerda, en Bagnolet, a Audin y su esposa ha sido destruida con la firma de la OAS. El historiador declara su propósito de reconciliar memorias, defendiendo un «método que privilegia la educación y el conocimiento del otro», partiendo de que hay dos tendencias contrapuestas con respecto al tema: en Francia se da un olvido (verdadera gangrena, usando el término de uno de sus libros), mientras que en Argelia se da un exceso de historia. La intención, tal vez algo cándida, que guía a Stora es conocer las motivaciones, la trayectoria de todos los grupos de memoria que han sido marcados por la guerra, tratando de huir de los prejuicios y de las posturas anquilosadas, ancladas en el racismo. Desde esta óptica de atender la complejidad del asunto y la pluralidad de situaciones, el historiador descarta la salida consistente en pedir excusas, ya que estas pueden quedar en meras palabras siempre que no vayan acompañadas de medidas concretas que palíen las heridas, los desprecios y las incomprensiones para lo que es necesario un hondo trabajo de educación, aspecto que ha sido desatendido –según señala– por ambos estados. Queda así subrayada la labor esencial de la educación, de la cultura que trate de conocer al otro, en un intento de que tales labores abarquen a todos los grupos implicados en la historia argelina; «simplemente he propuesto en mi informe un método que es el mío desde hace tiempo: conocer las motivaciones, la trayectoria de todos los grupos de memoria golpeados por esta guerra devastadora, con paciencia con el fin de hacer recular los prejuicios y el racismo»; un dolor y sufrimiento comunes que afectó a argelinos, por supuesto, y a franceses nacidos allá, y también a los de la metrópolis que eran víctimas de lo atentados de la OAS o del FLN, sin obviar el dolor de los niños que hubieron de abandonar, con absoluta incomprensión, la tierra que les vio nacer. No está de más traer a colación algunas significativas cifras del año 1962: 82000 salidas de pieds noirs (europeos que salían de Argelia) en mayo, 350000 en junio, 60000 en julio, 40000 en agosto; al final de año no quedaban allá más que 124000 europeos, frente a más de un millón que había el año precedente.
La propuesta se dirige a tender puentes y pasarelas que acerquen a ambas partes no a compartir una versión igual, ya que cada cual seguirá agarrado a su memoria, pero sí destaca entre sus propuestas la creación de una comisión de verdad, que sin tener valor ejecutivo, trate de acercar posturas en la comprensión del tema. El historiador repite una y otra vez que sus propuestas no tienen carácter cerrado, ni pretensiones de que con ellas se cierren, de una vez por todas, las heridas que persisten, sino simplemente un intento de crear un acercamiento de las partes. El acento es puesto más que en las palabras, que generalmente se las lleva el viento, en los hechos muchos de ellos simbólicos pero que pueden servir para allanar el camino, más allá de las posturas que siempre tratan de tener razón, preconizando «el paso de una memoria comunitarizada a una memoria común». Más que en el arrepentimiento, la postura de Francia debería centrarse en reconocer las discriminaciones y exacciones cometidas en Argelia, para ello Benjamin Stora expone una serie de gestos que Francia podría poner en práctica para favorecer la reconciliación; estas son sus propuestas:
1) Constitución de una Comisión Mémoires et verité, encargada de impulsar iniciativas comunes entre Francia y Argelia, sobre las cuestiones de memoria (conmemoraciones, recogida de testimonios, etc.)
2) Añadir un parágrafo en el decreto 2003-925 del 26 de setiembre de 2003, especialmente dedicado al recuerdo y a la obra de mujeres y hombres que han vivido en los territorios, en otro tiempo, franceses, que han creído deber abandonarlos a continuación del ascenso de dichas tierras a la soberanía.
3) La construcción de una estela, en Amboise, mostrando en retrato del emir Abdelkader, con ocasión del 60 aniversario de la independencia de Argelia en 2022. Restitución de la espada del emir a Argelia.
4) Reconocimiento por Francia del asesinato de Ali Bumendjel, abogado, amigo de René Capitant, dirigente político del nacionalismo argelino, asesinado durante la batalla de Argel de 1957.
5) Publicación de una Guía de desaparecidos de la guerra de Argelia, desaparecidos argelinos y europeos.
6) Identificación de los emplazamientos en los que fueron inhumados los condenados a muerte ejecutados durante la guerra.
7) Continuación del trabajo conjunto en lo concerniente a los lugares de pruebas nucleares en Argelia y sus consecuencias así como la desactivación de las minas en las fronteras.
8) Conclusión de los trabajos del comité mixto de expertos científicos argelinos y franceses encargados de estudiar los restos humanos de combatientes argelinos del siglo XIX conservados en el Museo nacional de Historia natural.
9) Ver con las autoridades argelinas la posibilidad de facilitar el desplazamiento de los harkis y sus hijos entre Francia y Argelia.
10) Puesta en marcha de una comisión mixta de historiadores franceses y argelinos, para hacer luz sobre los raptos y asesinatos de europeos en Orán en julio de 1962.
11) Convertir los cuatro campos de internamiento situados en territorio francés en lugares de memoria.
12) Ayudar a la preservación de los cementerios europeos en Argelia así como los cementerios judíos. Financiar el cuidado de las tumbas de los soldados argelinos musulmanes muertos por Francia entre 1954 y 1962 y enterrados en Argelia.
13) Retomar la actividad del grupo de trabajo conjunto sobre los archivos, constituido en 2013 con ocasión de la visita del presidente de la República en 2012.
14) Acceso recíproco a los archivos argelinos y franceses para los historiadores de los dos países con el fin de mostrar la voluntad de transparencia del pasado común.
15) Aumento de la duración del visado para los investigadores y facilitación de las idas y vueltas entre los dos países.
16) Favorecer la difusión de los trabajos de los historiadores con el fin de crear una colección franco-argelina en alguna gran editorial.
17) Creación de un fondo que permita la traducción del francés al árabe, y del árabe al francés, de obras literarias y de carácter histórico.
18) Acordar en los programas escolares, más espacio a la historia de Francia en Argelia. Complementando un avance reciente de no tratar de la guerra sin hablar de la colonización; conviene generalizar esta enseñanza al conjunto de alumnos, comprendidos a los que cursan estudios en los liceos profesionales.
19) Puesta en marcha de una oficina Franco-Argelina de la Juventud, encargada principalmente de impulsar las obras de creadores jóvenes.
20) Reactivación del proyecto de Museo de la historia de Francia y Argelia, previsto en Montpellier y abandonado en 2014.
21) Bautizar calles con nombres de franceses, particularmente meritorios, procedentes de territorios anteriormente bajo soberanía de Francia.
22) Organización en 2021, de un coloquio internacional dedicado al rechazo de la guerra de Argelia por algunas destacadas personalidades como François Mauriac, Raymond Aron, Jean-Paul Sartre, André Mandouze, Paul Ricoeur.
23) Organización en 2021 de una exposición en el Museo natural de la historia de la inmigración, o de un coloquio, sobre las independencias africanas.
24) Entrada en el Panteón de Gisèle Halimi, gran figura de oposición a la guerra de Argelia***.
25) Creación de una comisión franco-argelina de historiadores encargados de establecer la historia del canon Bad Merzoug o La Consular, y formular proposiciones compartidas en cuanto a su futuro.
[ Lista tomada de Le Monde del 20 de enero ]
En vez de recurrir a la fachada de una petición de excusas, de perdón, el historiador pretende que se exploren otras vías que sean más eficaces de cara a la solución, o suavización del conflicto permanente, mostrándose más cercano a la admonición de Mateo de que por sus hechos los conoceréis, o del dicho de obras son amores…y no buenos perdones, alejándose de las posturas, herederas de la religión -tanto cristiana, con su sacramento de la confesión, como musulmana, con las suras coránicas que hablan de que Alá lo perdona todo en la medida en que se dé un arrepentimiento, posturas que, de un modo u otro, exigen confesión y arrepentimiento- , siempre colgando la culpa en el otro; él se inclina por el reconocimiento de los males provocados.
Otro aspecto reseñable del informe es la afirmación de que hay franceses y franceses y argelinos y argelinos, y que en vez de buscar una identidad fija, basada en la etnia y la geografía, concepción que tenga en cuenta los posicionamientos ideológicos y políticos, de modo y manera que la mirada se fije en una identidad política, que en unos casos mostró su compromiso con los mudjahidine (combatientes), como lo hicieron los porteurs des valisses, o mostraron su tajante oposición a la guerra llamando a la deserción, a la objeción y contra la tortura, como hicieron los firmante del conocido como manifiesto de los 121, Declaración sobre el derecho a la insumisión en la guerra de Argelia, promovido por Dionys Mascolo y Maurice Blanchot y firmado, entre otros, por Robert Antelme, Simone de Beauvoir, Michèle Berstein y Guy Debord, Pierre Boulez, André Breton, Margueritte Duras, Anne Guérin, Claude Lanzmann , Henri Lefebvre, Michel Leiris, Jérôme Lindon, Florencia Malraux, François Maspero, Maurice Nadeau, Alain Resnais, Alain Robbe-Grillet, Christiane Rochefort, Françoise Sagan, Nathalie Sarraute, Jean-Paul Sartre, Simone Signoret, Claude Simon, François Truffaut, Jean-Pierre Vernant, Pierre Vidal-Naquet, y…no sigo.
Concluiré con algunas reflexiones que relacionadas con el caso, no dan cabida a la aporía del huevo y la gallina o similares, ya que desde una postura anticolonialista, como la defendida por el propio Benjamin Stora, la denuncia ha de recaer mayormente sobre el Estado colonial, en esta caso el francés que invadió en 1830 aquellas tierras, imponiendo un régimen de servidumbre, de desigualdades, de represión, de tortura, de clasismo y racismo; hechos impepinables que el estado francés ha de reconocer, al tiempo que ha de reconocer la muerte masiva de muchos de los suyos, pues a lo largo de la guerra llegaron a movilizarse, a la fuerza claro, a alrededor de un millón y medio de jóvenes, lo que suponía la mayor parte de los hombres nacidos entre 1932 y 1943, que es como decir toda una generación prácticamente…con la acumulación espantosa de muertes propias y ajenas: las fuentes argelinas cifran en un millón o millón y medio los muertos, las fuentes francesas dan la cifra de doscientas cincuenta mil. Más riguroso parece decir que hubo quinientos mil muertos, de los cuales cuatro cientos mil eran argelinos; siendo cuatro mil muertos entre la población europea; el número de ejecutados entre los harkis, tras los acuerdos de Evian que pusieron fin a la guerra, se barajan entre 15000 y 30000 muertos. Sin olvidar los desplazamientos masivos, el robo sistemático de tierras, propiedades, viviendas, etc. [Cifras tomadas de L´Algérie de Paul Balta y Rulleau (Milan, 2002) y del propio Stora.] La respuesta armada de los argelinos a la actuación indiscriminada del ejército francés, con sus temibles paracas, las tropelías de los barbouzes y la actividad criminal de la OAS , hizo que se entrase en una dinámica de represalias indiscriminadas, en atentados, en secuestros, decapitaciones, desapariciones, etc. À la guerre comme à la guerre.
Benjamin Stora, una memoria argelina