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Por Francisco Vélez Nieto
Alicia Aza: Arquitectura del silencio, un grito a la memoria dormida
Arquitectura del silencio es una puesta de largo y doloroso luto, abierto al mundo llagado sin distinción de razas. Flota entre sus versos un manifiesto de necesario compromiso con todas las geografías.
Descorrer las cortinas de negro humo que ocultan las guerras y la barbarie sufridas en el siglo XX. Trayectoria de tierra quemada que continúa sangrando en este joven y ya envejecido siglo XXI que se muestra melancólico. Todo un canto compacto y desgarrado, fruto de meditación asumida sobre amplia geografía de ayer y hoy, deshumanización trágica y desoladora que representa y manifiesta este elaborado poemario. “Vivimos en un mundo sin memoria,” como plasma su autora Alicia Aza. Verso al que le sumo este otro de Pessoa que abre el poemario de Arquitectura del silencio, clamor exigente con ella misma, “¿Qué sería del mundo si fuéramos humanos?”
“Todo llega en la vida como un sueño,
La imagen fragmentada en la memoria,
El tiempo transformado en un silencio,
Fisura desesperada de los días,
El aliento de un viaje al desconsuelo,
Y un talismán reclama mi presencia”
He saboreado la poesía de sobre las copas de sus bosques, la pintura, esos poetas de lengua alemana que se traslucen en sus poemas. Los sentimientos íntimos, su sensualidad, el palpitar que se agarra hasta asumir el compromiso de los sentimientos, en esta Arquitectura del silencio compuesta por trece poemas, endecasílabos blancos, que me han sorprendido al ser todos ellos testimonios de la locura humana deshumanizada.
Si César Vallejo cantó: “Al fin de la batalla, y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre / y le dijo: « ¡No mueras, te amo tanto!»”. Han pasado los años y hasta los niños han sido obligados a no meter el dedo en el tintero, las utopías tiradas en las cunetas del olvido, la alienación de las masas, su alarmante mediocridad y la chistera con el conejo de “coge el dinero y corre”, son los dictados de los poderes como pan de cada día, y no hay pan para todos. Aquí, pues, este poemario del desasosiego que lleva consigo belleza y ternura en su canto de luto:
“No existió la cadencia y el misterio,
Ni pájaros, ni polen, ni barquillos.
Ni pinos, ni amapolas. ¡No hubo patria!
¡Ni un pájaro volando en primavera!”Es la razón apoyada en la sorpresa, lo que siento al sumirme en su lectura. Se aprecia el giro argumental de una panorámica denunciadora, dentro de la línea y estilo poético, que en el fondo no abandona la autora, en este acusador manifiesto de cuidados y elaborados endecasílabos con los que despierta el espacio de los sentidos. Expone el compromiso de cantar con mesurado tono la realidad de una amplia tragedia que ni es fingida ni demagoga, sostenida sobre el factor humano de la poeta. Luces y sombras de extendido quebranto que tiene la imperiosa necesidad de decir no al silencio que domina la maldad y el desvarío:
“Cada vez que es madre se crece,
Se deslinda de ti verde el futuro
Como un dátil jugoso en el desierto”
De la tierra estremecida, ensangrentada. Un golpear de llamador poético intentando despertad los tímpanos de la maza adormecida: “Es la poesía quien me lleva Serbia, / a lo desconocido de un lugar, / otrora sueño adolescente, / sombras de Yugoslavia calcinada” Una flor de tallo sin espinas, sencilla belleza contra el salvajismo.
“Pero seremos huérfanos del alma.
Siempre Caín y Abel, Rómulo y Remo
Habitan con nosotros como cuervos”
Navegamos en un mundo cada día más amanerado. Si luchamos contra ese oleaje deshumanizador podremos ahogarnos. Si no luchamos podemos darnos por ahogados. Vivimos acosados. Todo es dinero, dinero, tormentas de odios y mentiras. Discursos para sordos.