Arquitectura del exilio

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Jose Sarria
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Por José Sarria

Por José Sarria
“Los astronautas de verdad no regresan a casa”
Rafael Muñoz Zayas
Pre Textos Poesía (Valencia, 2019)

Según Paul Auster: “El cometido de la poesía es contemplar el mundo con otros ojos, volver a examinar y descubrir las cosas frente a las que todo el mundo pasa de largo sin darse cuenta”. Sin embargo, hoy, existen demasiados copistas; la lírica empieza a asfixiarse inundada por burdos epígonos que transitan por eméticos lugares comunes; por lo que encontrar voces genuinas y singulares resulta cada vez más complejo.

El poeta, el verdadero poeta, se aventura al examen último de la esencia, de la sustancia final. Y ese es el camino elegido por Rafael Muñoz Zayas, quien con “Los astronautas de verdad no regresan a casa”, plantea, desde una lírica desolada, la búsqueda del original, no de la imagen que no es más que un puro reflejo, un artificio del modelo al que pertenece. Una búsqueda para la que es preciso tomar distancia, como lo hacen los verdaderos astronautas, como el protagonista axial del texto, el cosmonauta ruso Vladimir Mijáilovich Komarov, que metaforiza la necesidad de alejarse, de cuestionar subversivamente el orden específico del mundo para poder ocupar un lugar en el mundo: “todo nombre será un abismo / cuando pierda la consciencia …/… ahora que su luz se extingue / como el polvo solar de nuestra estrella / en el frío profundo / de la galaxia / que los astronautas de verdad / no regresan a casa”.

Una propuesta de la contemplación, de la experiencia concentrada, que hace de la meditación el detonante desde el que ofrecer un firme texto lírico ajeno a modas o tendencias, fundamentado sobre la libertad expresiva y la simplificación versal, donde el poeta busca y consigue, magistralmente, pronunciar lo verdaderamente sublime: “Todo tu dolor es pacífico / calmo y lúcido / como esos cristales que quieren partirse / calmo y claro / como el sol de otros días”.

Fascinado por las secuelas del fracaso (“te arrancarán los ojos al fugarte, / muchacho horrendo, / te arrancarán los ojos al volver”), los ojos de Muñoz Zayas son, ahora, islas solitarias que miran hacia la nada. En ese desarraigo existencial, sustentado por una portentosa imaginería, convive el canto de un pájaro de pico rojo, junto a las Hécates o los sueños tristes de Flaubert.

Una mirada que se crece, que se magnifica en el silencio, en la depurada meditación o en la vaporosa intuición, antes que en la afirmación, el testimonio o la ilación, como proclama el fundante poema “Credo”, que sirve de pórtico a una poesía germinativa que traza el itinerario del exilio, de la huida o la derrota (“todo lo que dicen que es bello / se lo ha llevado / este invierno”) y que conduce a un itinerario mayor: ese que eligen los verdaderos astronautas, ese que ya nunca más le devolverá a la casa antigua.

 

 

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