Antonio J. Sánchez

Antonio J. Sánchez

Carlos J. Rascón

Antonio J. Sánchez (1971), es técnico en administración y finanzas. En Sevilla nació y ha vivido gran parte de su vida, hasta que el trabajo y una

Antonio J. Sanchez
Antonio J. Sanchez

mujer le llevaron a Madrid, donde trabaja como contable desde 2009. Suele decir, como Borges, que el acontecimiento fundamental de su vida ha sido la biblioteca de su padre.

Hay poemas suyos diseminados por revistas (Groenlandia, Saigón, Aldaba, Maldita Musa, etc.) y antologías (Versos para Derribar Muros, Plumier de Versos V, Verso Libro, Nocturnos, Poetas en la Senda…). Participa en las actividades de Aseapo y Poesía en Sidecar. Ha publicado la plaquette Donde nadie oye mi voz (Lautaro Edit., 2011), y los poemarios Balance de Situación (Guadalturia, 2011), Leyenda Urbana (Origami, 2012) y Tebeos (Voces de Tinta, 2014).

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Frontera

Hay fronteras que son alambres afilados
lacerando la carne de los montes;
y hay otras fronteras líquidas,
anchas,
inasibles;
territorios difusos a los que no llegan
los agentes de aduana,
en los que nadie sabe
de que lado de la raya está.
Hay orillas donde varan
los restos de todos los naufragios;
hay ríos de ojos y de manos
que fluyen sin cauce ni rumbo.
Hay tierras que paren idiomas mestizos
y hombres sin patria
o con cien patrias a la vez.
Hay fronteras muro
y hay fronteras puente.
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Afueras

Somos perdedores de extrarradio,
oficinistas cansados
que por escribir de vez en cuando algún poema
nos pensamos alguien.
Nos creemos los protagonistas
de una mala película de sobremesa:
como el chico humilde
de un pueblito de Oklahoma
que por alistarse en la marina
o boxear o cantar o lo que quiera que haga
llega a héroe y símbolo y bandera.
Pero aquí, a las afueras de todo,
a esta difusa multitud
nunca vienen focos ni guionistas;
la niebla es polvorienta y gris
en estos polígonos que habitamos.

separadorDía

Quiero un día con nombre y apellido
un día que duela, que salpique,
con cicatrices que le crucen la cara
y le hagan distinguible en medio de la bruma.
Quiero un día que siga recto
mientras el GPS grita
Gire a la derecha.
Quiero un día sin brújulas ni leyes
de esos que dan miedo y son incómodos,
que me vacíe los bolsillos
y devore de un mordisco
la nota de cosas pendientes pegada en la nevera.
Y sé que si llega protestaré y renegaré
y reclamaré mi inercia inocua y transparente.
Pero quiero algún zarpazo,
algo que recordar cuando sea viejo,
quiero un día con nombre y apellido.

separadorAbismos

Cuántos han bajado a lo más hondo del abismo
sin Virgilio que les guíe ni Beatriz que les espere.
Cuántos han mirado a los ojos de la Medusa,
cuántos han visto el incendio de Sodoma
y han seguido su camino.
Esos que nos podrían decir a qué sabe el horror,
y a los que, posiblemente, les importen muy poco
estas metáforas que hablan de ellos,
porque bastante tienen con llegar enteros a la noche.

separadorResistencia

Cirujanos clandestinos
vestidos de marrón oscuro
recorren los parques públicos
amputando las alas de las palomas
y las de algún que otro ángel.
Tenemos los muslos manchados
de tinta de periódico
y el vientre desollado de tanto vuelo
por debajo del radar.
Las trincheras están en la sección de congelados;
aguantar es ahora una de las bellas artes.

separadorSolar
 
A veces, a la ciudad le sale un trozo de campo.
Por lo general acuden operarios diligentes
a inocular vacunas de cemento,
pero a veces hay algún pequeño desajuste:
herederos que no se ponen de acuerdo,
constructoras que quiebran;
y entonces llega el turno
de malvas, ortigas, amapolas, margaritas;
incluso, si la disputa entre herederos de alarga
alguna higuera bravía.
Y te preguntas en qué pliegue de vidrio
guardaba la ciudad tanta semilla.
La autoridad competente suele tomar medidas
ante esos ensayos de exuberancia,
y los cercan tras mallas metálicas
para evitar que se extiendan.
Y allí quedan,
ecosistemas diminutos rodeados de automóviles,
recordándonos que justo ahí, bajo los adoquines,
la tierra nos acecha salvaje.
separadorExilio
 
Hay un exilio secreto y triste
de quien nunca cambió de barrio ni de oficio
y desayuna siempre en el mismo bar.
Hay quien habita en la periferia del asombro.
Hay exiliados de una patria
que ni siquiera añoran
porque nunca la pisaron
y ni siquiera conocen su nombre.

 

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