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POR ANTONIO COSTA GÓMEZ
John Atkinson Grimshaw pintó a una mujer que llegaba a una casa con luces íntimas al atardecer mientras la Luna se apasionaba en el cielo y un árbol aproximaba sus ramas desatadas hacia la casa. Y también pintó un anochecer increíble en el Pall Mall de Londres cuando se encienden los faroles y las casas se difuminan misteriosas en el aire y se enciende un farol como un alma y las figuras y los coches se alejan como personajes de un cuento lejano y onírico.
Y también una mujer que se aproxima a un mar tormentoso en la noche como si fuera Juan Pablo Castel en El túnel de Ernesto Sábato contándole todas sus hondas obsesiones a María. Y también un muchacho que se aleja por un puente en la penumbra como si se marchara hacia lo incierto y lo apasionado mientras la luna se desnuda loca entre los árboles. Y la ciudad de Leeds en la noche todavía parece más un sueño o una intuición oscura o la adivinación de todo lo que puede sentirse.
William Blake pintó a Hécate, diosa de la noche, melancólica y concentrada, mientras el caballo azul se vuelve loco y al búho se le salen los ojos para convertirse solo en visión desmesurada. William Turner pintó la abadía de Tintern con sus arquerías entusiastas y rotas como clamores desgarrados en el tiempo y evocó una Edad Media hecha de arcos como clamores en medio de los misterios de lo interrumpido y la niebla de la Historia.
Waterhouse pinto a La dama de Shallot según el poema de Tennyson que no puede evitar salir de la torre donde está encerrada y bogar con su barca en dirección al caballero que la enamora con su canción aunque le han dicho que moriría si lo hacía. Samuel Palmer pinta una procesión difusa junto a una abadía que se confunde con los montes debajo de una luna que se agranda monstruosamente entre los árboles que lo hacen temblar todo.
¿Los ingleses solo han inventado el empirismo, la revolución industrial, la explotación de las minas como decía David Herbert Lawrence? ¿Son unos tipos que no creen en nada metafísico, y dominaron el mundo para que las señoras pudieran tomar el té puntualmente a las cinco, y se vacunan para ir a pasar el verano a Italia, y vigilan el buen tono como aquella tía de Una habitación con vistas?
Lo que pasa es que los tópicos nunca son ciertos y el mundo entero es un sueño donde todo se mezcla y por Inglaterra pasaron tantas gentes extrañas. Y no fue solo Keats, ni tampoco fue solo Shelley dejándose tocar como un arpa por el viento del norte, ni fue Robert Graves poniéndose en manos de la Diosa Blanca con todo su delirio.