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Biobibliografía
Anna Rossell (Barcelona –España-, 1951)
De 1978 a 2009, Profesora Titular (Filología Alemana) en la UAB, crítica literaria e investigadora en Barcelona, Bonn y Berlín. Actualmente se dedica a la escritura creativa, la crítica literaria y la gestión cultural. Colabora en publicaciones nacionales e internacionales: Quimera, Núvol, La Nàusea, Ágora de arte gramático, Contemporary Literary Horizont Magazine, Malabia, Crítica de Libros, Otras Palabras, Palabras Diversas, Periódico de Libros, Realidades y ficciones, Pluma y Tintero, Mundo literario de Limache, Las nueve musas, Nueva Grecia. Obras no académicas: libros de viajes: Mi viaje a Togo, Viaje al país de la tierra roja; poemarios: La ferida en la paraula, Quadern malià/Cuaderno de Malí, Àlbum d’absències –edición electrónica en español-, Auschwitz-Birkenau; novelas: Mondomwouwé y Aquellos años grises (España 1950-1975). Coautora de Microscopios eróticos. Traducciones literarias del alemán al español: El Elegido (Thomas Mann), entre otras. Blog: La tertulia literaria de Anna Rossell: http://annarossell.blogspot.com/, http://www..com/, https://www.facebook.com/annarossellliteratura, más información: http://es.wikipedia.org/wiki/Anna_Rossell_Ibern
POEMAS
Berlín Cora-Berliner-Straße eins
son millones las voces de los muertos hablan desde
el cemento desde la piedra fría y uniforme del
horror clama ensordecedor un inmenso silencio reclama la
presencia de los muertos es un cemento igual un
mismo negro igual infinita llanura homogénea de
la muerte de sufrimiento igualmente infinito y
cotidiano de incertidumbre igual no tiene nombres el
cemento son tantos millones los nombres gritan al
cielo los nombres y el cielo no responde a tantas voces la
razón enmudece ante estas muertes la muerte me
engulle poco a poco me lleva por los oscuros pasillos del
cemento tienen un destino cierto es intricado pero cierto me
aísla del exterior la muerte me atrapa en el seno del
laberinto es de cemento de ceniza esta muerte me
atraviesa la piel con dedos finos esta muerte me
hace un nudo en la garganta me ahoga con mano
férrea y decidida esta muerte la muerte tiene las
paredes altas y oscuras empequeñece reduce evapora del
todo esta muerte el suelo bajo mis pies es inseguro no es
llano el miedo que me posee el ahogo es ondulado no hay
cielo más allá de las paredes tan pequeña me siento en el
seno de la muerte falta el aire en esta oscuridad el
cemento el cemento lo invade todo presencia absoluta del
cemento presencia absoluta de la muerte es vertical la
muerte y horizontal horizontales son las tumbas de los
muertos no ocupan las tumbas estos muertos ocupan el
aire que no hay son de ceniza de cemento son recuerdo de
ceniza del pasado compañía de ceniza en el
presente ceniza por que no sea en el futuro aquí los
caminos son tantos y tantos caminos llevan al
destino cierto conducen al mismo lugar estos caminos caminos
que llevan a más y más caminos que conducen de nuevo a
más caminos repliegues matizados del sufrimiento alguien de
repente atraviesa a lo lejos el mío alguien más allá me ve desde
el suyo un tercer hombre cruza mi camino vamos solos son
solitarios y de muchos los caminos es solitario y de millones el
destino el camino de la muerte es igual diversamente
igual proviene de distintos lugares aboca al
mismo lugar aboca al mismo
lugar aboca al mismo lugar aboca
al mismo
lugar
(Del poemario Auschwitz-Birkenau. La pradera de los abedules)
Aprende la humildad del grano
de arena, hazte vacío, seno de curva
suave y poroso epitelio que acaricie.
Haz de tus límites el vientre
acogedor del extranjero,
aquella nada inmensa donde cualquier
Ulises encuentre su refugio.
Y una casa.
(Inédito)
Ya se oyen los pasos en el rellano,
vienen silenciosos de la noche,
traen papeles y frío.
Ante La Ley hay un umbral.
Tengo un pájaro en el pecho y a mi bebé
en la mente, ya llegan de la noche,
he oído los pasos en el rellano.
La Ley está en el umbral.
Tengo un pájaro en el pecho y a mi bebé
en la mano, han surgido de la noche,
he oído sus pasos en el rellano,
he visto La Ley con los papeles,
y el frío.
Hay la ventana al fondo del pasillo,
la ventana tiene un umbral para cruzar.
Allí La Ley no alcanza.
El aire es de hielo.
Tengo a mi bebé en el pecho y un pájaro
en la mano.
(Inédito)
Un día cualquiera
-ibas de compras-
te ha venido a cortejar
la Segadora,
los hombres de las batas
te han dicho que ella te esperaba
sonriente delante de tu reja,
has vuelto lentamente
la mirada y la has visto
apoyada en el repecho
al fondo del pasillo.
Ninguna luna la acompaña.
Luna, luna, tu caballo
galopa desbocado sin jinete,
cabalga en la negrura, cabalga
a su destino,
el estrépito surca el aire al vértigo
de su paso, cabalga decidido.
Y tú no lo acompañas.
El grito te desgarra el pecho,
retumba en el cerebro el espanto del abismo
de lo ignoto, la garganta insondable
de la nada, descenderás la sima, te engullirá
un frío vientre sin luz, sin umbral.
Ninguna luna te acompaña.
Luna, luna, tu caballo
galopa desbocado, lleva un jinete,
cabalga por lo oscuro, cabalga
a su destino,
el estrépito surca el aire al vértigo
de su paso, cabalga decidido.
Y tú no lo acompañas.
Una voz tibia te dice al oído
el nombre, te acaricia la luz que todavía tienes,
te ofrece un balcón –hay tantas voces abajo-,
te susurra versos de cuna.
El balcón tiene un umbral.
Luna, luna tu caballo
galopa con el jinete, cabalga
por la noche hacia el horizonte, cabalga
con la manada, las bridas
en las manos.
Despunta el alba.
(Inédito)