Alumbrando con Luz Poética Personal

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Jose Cenizo Jiménez
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Alumbrando con Luz Poética Personal

José Luis Rodríguez Ojeda, Ed. Anantes, Sevilla, 2022

José Cenizo Jiménez

            Profesor ya jubilado, poeta, investigador y reconocido letrista del flamenco, autor de más de diez libros de creación poética, accésit del premio de poesía “Luis Cernuda” y “Ortiz del Barco”, así como merecedor de premios de letras flamencas, José Luis Rodríguez Ojeda (Carmona -Sevilla-, 1957) publica este libro de sugestivo título, Por alumbrar lo imposible, que trae consigo reminiscencias místicas, becquerianas, metapoéticas, en fin, realmente logrado.

            De sus últimas entregas, No se engañe nadie, de 2019, y (Casi) todas mis letras para el cante (2020) decíamos, del primero, que en nuestra opinión era uno de sus mejores libros, y que volvía a los temas universales que le preocupan como hombre y como poeta, como creador: el amor, el tiempo, la vida, la muerte, la infancia, la creación poética, y, además, la denuncia de aspectos negativos de la sociedad. Y del segundo, que era lo mejor de su repertorio destinado al cante, una obra maestra del género por la calidad, la proyección y el reconocimiento logrado como letrista de diferentes artistas

            Puesto el listón de su trayectoria, como decimos, bien alto con estos dos antecedentes, ahonda en su madurez poética con Por alumbrar lo imposible. Aquí seguirá lo indicado para No se engañe nadie y libros anteriores (Canción del camino, De los primeros años…), pues la voz personal y el mundo del poeta son muy reconocibles, así como su expresión poética, tal como señala en el excelente prólogo el profesor e investigador Francisco Martínez Cuadrado: base en la mejor tradición andaluza y española; siempre con huellas de lo popular; Bécquer, los Machado (incluido el padre, Demófilo) muy presentes; fondo escéptico matizado por la reflexión y la ironía distanciadora; tono proverbial a veces, así como coloquial; sencillez expresiva en diferentes moldes métricos (aquí romances, sonetos, décimas, tercetos encadenados, soleá…);  y, como dice Martínez Cuadrado, en definitiva, el poeta “huye de la retórica hueca y prefiere la palabra honda”.

            En los poemas dedicados a la reflexión sobre la creación poética, deja bien claro que está contra la banalidad y la superficialidad, también en la vida y el arte en general. El poema “Epigrama” (p. 24), de cuatro versos, lo evidencia:

Poeta de soniquete

y perfección celebrada,

solo se ven tus andamios.

¿Y tu alma?

            La poesía es “La señora” (pp. 34-35), muestra las dificultades de la creación, de la inspiración, y cómo hay que aprovechar cuando llega: “(… ) / De pronto una palabra te da, un hilo. / No lo sueltes. Tal vez la Poesía, / viendo tu empeño, al fin vuelva contigo”.

            El paso del tiempo, cómo no, aparece a menudo, y la infancia, los recuerdos, y el amor, todo unido por el cordón umbilical de un lirismo evocador, una actitud de desengaño y desmitificación a veces, porque no todo es bello y agradable en el pasado, como ocurre en “Ley de Newton” (p. 54):

Mi juventud y su impulso

todo lo mitificaban.

El mismo impulso en mí sigue,

pero en dirección contraria.

Todo lo desmitifico.

No me creo casi nada.

            La infancia queda desmitificada con dolor en “Imperfecta Arcadia” (p. 42): “El frío, el invierno, / las noches muy largas; / los ojos abiertos / bajo la almohada… / La sombra y el miedo / también son la infancia”. Pero hay otros poemas con una visión más optimista, irónica, u otros con un canto al amor, como el dedicado a su mujer tras muchos años de convivencia (“16-09-82”), que termina: “Concha es tu nombre y Concha ha sido el nombre / que he pronunciado tanto todo el tiempo”. O el poema “Plegaria” (p. 29), de los mejores del libro, un impulso de solidaridad con los demás, y consigo mismo, todos tan necesitados, con ese final logrado -como recuerda el prologuista de sus poemas y estilo-: “Por los débiles, todos los del mundo. / Y por mí, también débil. Cómo no”.

            Rodríguez Ojeda enriquece su trayectoria, cada vez más honda y valorada como personal, reconocible por su asimilación de las corrientes cultas y populares

-perdonen la distinción, si acaso-, por una expresión entre el desengaño y el distanciamiento, junto a un lenguaje sencillo para poder ahondar sin estridencias en los más recónditos asuntos del existir (tiempo, amor, infancia, muerte…). Seguro que en próximas entregas seguirá alumbrando lo imposible.

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