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Alejandro Duque Amusco (1949) pasó en Sevilla su infancia y juventud, y todo el paisaje sureño (en especial, el de Zufre [Huelva] y el de Valencina [Sevilla]) está muy presente en su poesía más lírica.
Siguió en Barcelona estudios de Filología Hispánica, y ha sido durante años profesor de Literatura en el Instituto Lluís Vives, de la Ciudad Condal.
En 1976 aparece su primer libro, Esencias de los días (1976), enraizado en la corriente del “nuevo esencialismo poético”. De 1983 data Del agua, del fuego y otras purificaciones, al que siguieron Sueño en el fuego (1989, 2ª ed. ampliada en 2009) y Donde rompe la noche (1994, 2ª ed. ampliada 2015). Tras unas “plaquettes” aparecidas en 2004, En el olvido del mundo y Briznas [cuaderno de haikus], ve la luz A la ilusión final, (2008). Y en 2017, Jardín seco, su última obra hasta la fecha.
Por toda su trayectoria poética le ha sido concedido el Premio Internacional de Poesía “Alfonso Gatto” (Italia, octubre de 2017).
POEMAS ESCOGIDOS
Alejandro Duque Amusco
LEYENDO EN LA BIBLIOTECA
A esta líquida luz de las vidrieras
la sala de lectura, evanescente, va ensanchando el vacío,
crujen los anaqueles con los grandes tomos
donde otros, antes que tú, dieron a la penumbra
el oro quebradizo de sus sueños.
Gira el vacío y corre un viento ácido
por entre los pupitres ataúdes dormidos y los rostros borrosos
de quienes leen, olvidados de todo, en el borde del mundo.
La vida se repliega. En la tarde oferente del conocimiento
con su terco por qué cunde la nada.
La sabia catedral desaparece.
Un susurro de hojas en el libro del Tiempo.
GÉNESIS
En el principio Dios creó el infierno.
Y dijo luego
hágase la luz y apuntaron los primeros
rayos del sufrimiento.
Separó en días sucesivos los cielos
de la tierra, la tierra del océano,
los cimientos
que amorosamente prietos
estaban en uno, y multiplicó la vida en los reinos
del aire y sobre la tierra y bajo el crespo
manto del océano
en torturantes e infinitos cuerpos.
Y viendo Dios aquel perfecto infierno
sonrió y dijo: “Hagamos ahora un ser noble y bueno
capaz de expresar el horror de este averno”.
Y tomando en sus manos de supremo
Arquitecto
la arcilla más pura, hizo al hombre y sus sueños.
Desde el odio de Dios crecía el universo.
EN EL ÚLTIMO DÍA
¿Cuántas veces morimos? ¿Cuántas veces,
desde que caímos
del precipicio de la eternidad,
hemos muerto? Muerte tierna y florida
fue nacer, ser engendrados
por el tiempo. Como una exhalación
entramos a otra muerte, dulce y punzante,
con el primer amor, nunca olvidado.
Y el valle de la juventud pronto marchito
por borbotones de deseos y sombras,
y el exterminio tibio de los días:
un río que se cumple al no cumplirse
por todas las edades, arrasando y menguando,
añadiendo más muertes a la muerte.
No, no es verdad: en el último día
no morimos. La muerte encuentra sólo
los brazos del vacío, la sombra de una ausencia.
OFELIA
Desconsuelo es
mi nombre.
No me llaméis,
dejadme.
(Barre el vacío
un lecho
de hojarasca.)
Siento
alejarse los jardines
colgantes
del amor.
LIENZO VIVO: ROTHKO
Este es el amarillo glauco,
con su silente vértice de hielo.
Este el malva, plano y letal,
entre el rojo que olvida y el negro que recuerda.
Sabe a tristeza y pensamiento el ocre.
El pulso late en suaves geometrías.
No sé si más alegre, pero más encendido
el bermellón chorrea como un vino de años.
Embriaguez. Aridez.
Rectangular: el mundo.
Aquí siembra su noche
el morado estelar.
El blanco finge una ráfaga láctea, de fugaz meteoro
a su paso veloz por las hondas distancias.
El gris es gris.
Y este color desnudo, que es la suma y la resta
de la idea del hombre y de la nada:
el color sufrimiento.
UGOLINO
Prisionero en la torre de Ugolino,
cercado por el hambre de saber,
yo te maldigo, fortaleza falsa,
pues me hiciste creer una verdad
que no existe, esperar un mundo noble
y sabio y generoso que no existe.
Y el alma se despeña, quebrantada,
por las fronteras de la irrealidad
y la razón se pierde entre su laberinto.
Quise creer. Amar la rosa trémula
de un sueño. Huir de esta prisión de vagas
sombras. Nada es real. Todo, espejismo.
Son ceniza los libros y la muerte.