- Descubre el futuro del cine en la 15ª edición del Ca’ Foscari Short Film Festival - 16 de marzo de 2025
- 5 años de la pandemia: bendita hemeroteca - 16 de marzo de 2025
- Nickel Boys - 8 de marzo de 2025
Alberto Maqueda
(Motril, 1979). Ha estudiado Magisterio (Educación Musical) y Filología Hispánica en la Universidad de Granada. En 1999 se edita su primer poemario Claro de luz (“Premio Genil de literatura” de la Diputación de Granada). En 2003 publica Sonata y selva en la editorial Silene/Minor (Accésit del “Premio Federico García Lorca” de la Universidad de Granada). Después de un largo silencio, publica La ortiga lenta de la noche (2019) en la editorial Devenir. En la actualidad ejerce la docencia del área de “Lengua castellana y literatura” en el I.E.S. “Américo Castro” (Huétor-Tájar) y trabaja en un nuevo poemario.
PRIMERO FUE EL RUMOR, LUEGO LA ESPIGA. En el pulso de la noche nacieron hienas trágicas y equilibristas mutilados con alas de sal sobre el tendido eléctrico. Suceso de un suceso, fue música la música y un vástago del calambre tu llamada. La travesía de cimientos que cruzó tu llanto aún esconde la misma huella de mercurio que estalló en los tímpanos.
Entonces, tu idioma se hizo frágil –ya nada se llamaba como se llamaba– débil sonido distante y disidente. Resquicios de un ejército migratorio quedaron en la escena: laberintos del rencor pulido en las cavernas. Ausente ya tu voz entre peces de humo, ya nada sostenía el atrio de la llama.
Primero fue el rumor, luego la espiga.

Se apaga lentamente tu eternidad en fuga.
(De La ortiga lenta de la noche)
EN LAS HORAS SIN LUZ
que nadie cambie el orden de las cosas
y en ebrias avenidas del insomnio
el eco blando de tus pies difunda.
Que nadie pulse el alfabeto y rapte
tu nombre mientras arde la tristeza
como un caballo herido
y, púrpura,
la noche por tus labios se resbala.
Que nadie mueva el clavo que sostiene
la débil trayectoria del silencio
que muerde la madera
y quiebra
desiertos de cristal donde naufrago.
En las horas sin luz,
cuando el reloj no suena y muda el cielo
sus límites de plomo y todos duermen
la esquirla pura de una falsa túnica,
que no se instale nadie en este acoso
de claridad salvaje, ni en tu pelo.
(De La ortiga lenta de la noche)
EL ODIO ESTACIONAL ES UN PERRO PELIGROSO
El odio estacional es voraz por la antorcha de lo efímero y cunde el pánico desde que el aire asimila su propia fuerza desmesurada y tosca contra lo otro; pero al menos es estacional y en su galvánica duración apenas rompe los vínculos del silencio mientras ladra.
Parece inofensivo y triste por la precariedad del aire que respira cuando yace como un insecto dormido en la amapola; pero es mortal en el ebrio filo de su venganza porque se entretiene mordiendo el óxido y no se sacia y se rebela y explota.
El odio estacional puede ser muy peligroso al liberar los vínculos que lo atan al crujido del silencio y al expandir sus límites por el infinito surco de la imaginación.
(Inédito)
PROEMIO
Cuando la claridad se hace materia,
puño de la razón, quiste del fuego,
del alto muro del idioma siego
–ebrio de luz– su misteriosa arteria.
Fluye la noche así en la periferia
indómita del mundo y no hay sosiego
si este sonido vulnerado pliego
para que brotes tú –desnuda histeria–.
Entonces, frente a frente, te respiro
y es humo azul el aire cotidiano
que lentamente cambia su dureza.
Entonces ya la noche es un zafiro
tan inefable que se vuelve vano
tratar de acordonarla en su belleza.
(De La ortiga lenta de la noche)
De comernos el cuerpo con duelo de perdices
quedan plumas y heridas y un sol en la ventana
que raya con sus crines de vidrio y porcelana
la piel en un trastorno de hierba y cicatrices.
De borrar este imperio de luz en los matices
soy vuelo inerte y tú luciérnaga lejana
mientras la vida huye, serpea y se devana
hacia mi lecho oscuro de sangre sin raíces.
De calmar esta sed termita en la madera
palpita en nuestros labios un manantial de nieve.
La voz ha muerto con el día en tu cadera
y de esta mano ronca y de esta mano breve,
soltando una paloma con soledad de acera,
vuelvo al son de mi pie, calzo tu sombra: llueve.
(De Sonata y selva)
Image by CANDICE CANDICE from Pixabay