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Albert Camus La peste y El extranjero.
Alianza editorial y Taurus
Placer y dolor de la literatura de Camus que inquieta, conmueve y nos obliga a meditar sobre el fabuloso contenido de estas dos obras.
“Los viejos no trabajan, estorban, comen y además dan la lata”.
Ni en el más fantástico sueño en una noche cualquiera de mi larga suma de años y más de un desencanto, me podía imaginar que a esta edad sostenida con astucia y pacífico coraje, llegaría a sentirme “En estos campos de la tierra mía /y extranjero en los campos de mi tierra”. Todo por causa de un maldito y mortífero virus que nadie nos advirtió que venía con las de Caín golpeando a todas las puertas de la tierra. Una tragedia sin límites y horizonte confuso, en esperanza, que me ha llevado a volver a la lectura de mi admirado escritor. Comprometido con la veracidad de la palabra desde lozana juventud hasta convertirme en apasionado de la obra de Albert Camus (1913-1960), fallecido en accidente tráfico, Premio Nobel en 1957.
La primera lectura de este retorno al clásico escritor francés ha sido su novela La peste -traducción de Rosa Chacel-, escrita en 1947. Historia que nos cuenta dentro de un estilo narrativo siempre sombrío, lleno de humanidad, la voluntad y entrega total pese al riesgo de sus vidas, de unos doctores que asumen el sentido de la solidaridad en su labor sanitaria en la ciudad argelina de Orán que sufre la terrible epidemia de la peste. Una ficción literaria de un acontecimiento que, se puede comparar con la enfermedad del coronavirus que padecemos. Convirtiéndose en realidad palpable para el lector. Motivo de sobra para recomendar su lectura y difundirla por lo emblemática de su contenido, que refleja la angustia y el sabor de tristeza inmerso en el espíritu de sacrificio por la entrega profesional y humana de los protagonistas.
El extranjero –traducción de José Ángel Valente–, publicada cinco años antes que La peste. Cnsiderada la mejor novela del autor. Nos muestra a través de su protagonista Meursault, un rebelde sin protagonismo en una vida sin sentido como la que vivimos ahora. La sinrazón de las contradicciones de las que está compuesta la sociedad podrida y la adaptación en este marasmo, especie de comedia humana globalizada y dominada por la explotación del hombre por el hombre, cuyas perspectivas son tan oscuras sin ni tan siquiera un pequeño rayo de luz en la lejanía, en este caminar a ciegas por donde nos llevan. Aunque, somos muchos los que auguramos que no será ni el paraíso terrenal ni siquiera medianamente aceptable. Si bien aquí la palabra aceptación no pertenece al común de la humanidad, sino al poderoso poder de los poderes económicos. El pulso dominador de las grandes potencias de las que simplemente somos números sin posibilidades de entrar en el sorteo. En el mundo del cine, Marcelo Mastroianni, Anna Karina, Georges Wilson, Bernard Blier, Pierre Bertin, Jacques Herlin, Georges Géret, Bruno Cremer, en el film dirigido por Visconti se puede contemplar un admirable versión del Séptimo Arte.
Placer y dolor de la literatura de Camus que inquieta, conmueve y nos obliga a meditar sobre el fabuloso contenido de estas dos obras. Lectura en mi juventud y mi vejez. He pensado en la España actual sumida en la tragedia que golpea sangrientamente el cuadro social que padecemos llenos de crispación, ofreciendo un muestrario que representa a millones de viejos de setenta años para arriba, que ya no son útiles al capitalismo feroz, de una globalización de clases cada vez más acentuad. Me refiero a una clase en tiempos vividos y trabajadora: albañiles, carpinteros, conductores de autobuses, pintores de brocha gorda, repartidores, etc.., que formaban parte de la condición humana, y que hoy son criaturas que más bien estorban y suponen un alto presupuesto mantenerlos, Esto podría mejorar bastante con estas muertes lentas podría ser cosa del Diablo personaje de mala leche según nos cuenta Dante en la Divina Comedia. España quedaría tranquila y los neoconservadores gobernarían plácidamente. Comprenderás querido lector, que esto es un sueño del Diablo cojuelo de Vélez de Guevara, que anda saltando de tejado en tejado. Y que debería ser encerrado en una vasija de cristal.
© Francisco Vélez Nieto