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Adrian Popescu (Cluj, Romania, 1947). Publica por vez primera en 1964 en la revista “Steaua’’, de la que años más tarde será redactor jefe. Ha colaborado con revistas italianas de literatura y traducido a autores como Alessandro Baricco, Giorgio Caproni, Attilio Bertolucci, E. Faruggia, L. Giussani, así como poesía italiana clásica. Publica los volúmenes de poesía “Umbria’’ (1971), “El fuego y la fiesta’’ (1975), “Los prados magnéticos’’ (1976), “El patio de los médicos’’ (1979), “Los suburbios del cielo’’ (1982), “Misericordia salvaje’’ (1983), “El test del polen’’ (1984), “La voz interior’’ (1987), “La travesía continúa’’ (1989), “Las gatas de Torcello’’ (1997), “De incierta edad’’ (1998), “Camino estrecho’’ (2001), “Las mañanas en el foro romano’’ (2008), etc.
Ha obtenido en prosa y ensayo el Premio de la Unión de Escritores y el Premio “Mihai Eminescu’’ de la Academia Rumana.
POR EL POLVO DEL MUNDO
Por el polvo del mundo, niño de pelo lleno
De avispas grandes de oro y mariposas nocturnas
Cuánto has ido levantando polvo blanco con los pies
Hasta la estrella en la que te has encendido.
Desde el valle subía un humo azulado
Y se sentía la dulzura de una nube de resina
Como si allí un pueblo de carpinteros
Hubiera hecho su morada secreta
O sutiles pastores de abejas
Te hubieran pedido que te sentaras con ellos a cenar.
Por el polvo del mundo, niño de pelo lleno
De avispas grandes de oro y mariposas verpertinas,
Hasta que ya no fuiste más que un largo
Haz de rayos en la mano de nadie.
PRIMA VERA
Por los desvanes los gatos han parido de nuevo
Crías ciegas y viscosas como brotes
De tantas puertas derribadas hacia el día
Viejos ateridos acosados
De frío esperan enloquecidos
Que les chorreen los cristales
En los puños.
Los más jóvenes se separan bruscamente
Como el buche del canario que vibra
Cortado por la mitad.
Como la lana de los carneros al viento
Se retuercen las techumbres
No puedes estar demasiado
Tendido de espaldas en el campo
Las santas golondrinas vienen
Para hacerse un nido en
El hueco de tu cuerpo
Como en un rincón de la cuadra
Con pajas húmedas en el pico.
Por las tumbas florecidas
La pulpa de los hongos
Deja,
no es lástima
Si florece
La pulpa de los hongos.
DULCE LUZ, PENUMBRA
1. Dulce luz, penumbra
Dulce luz, penumbra, resplandor de oro muerto de las cecas de las Serénidas, donde
reinaron no por el fuego, ni por el sable y que ningún libro de historia menciona, a ti te
encuentro allí, detrás de los jardines donde titila la última arboleda de acacias hipnóticas,
cuando salgo a hurtadillas, avergonzado, de la fiesta, de entre los tableros manchados,
llenos de huesos y de jarras de vino, por el zarzal de los clamores, escarnecido por los
amigos, «¿pero si no le gusta, por qué se juntará con nosotros?»
2. Cuando subes los peldaños
Luz feliz, caríssima, claríssima, plata
de las cecas de los idos, calumbra, clarisa
dulce luz, penumbra, resplandores de oro muerto
de las cecas de las Serénidas del relampagueo de los Inteligentes
Separadas. Cuando subes los peldanos hacia las celdas, en San Marco, de golpe
las alas del Mensajero pintadas en el muro, que oscurecen el olor
de las anémonas de una cañada. La luz feliz de la tarde en Voroneţ,
las brasas del crepúsculo en la caldera de los montes,
carissima, clarissima, beata est, en Bucovina, en el pais de los hayedos
o las colinas de vinas, en Toscana.
3. Exacta, austera
en un granero abandonado, en un prado escarchado, alli donde se apagan los cólquicos
balbuciéndome palabras extrañas, o en la capilla de Brunelleschi, exacta, austera, sin
mancha, según las proporciones de los antiguos, que te querían más, te escondes como
una corza perseguida por tipos que cabalgan motocicletas, pobre niña que me saluda con
un «salute» fraternal. Y cómo te puedo olvidar y cómo te olvidaría aquel adolescente del Rin,
que miraba extático, risueño, «il chiostro», el patio de los paseos antes de cenar,
cuando todas las cosas del mundo entran en su paz inicial, eterna.
4. Puedes vivir
Tu puedes vivir en un cobertizo donde un grupo de muchachitas (me acuerdo)
representaban el texto de un autor desconocido, éste fue mi primer espectâculo teatral,
no bajo candelabros de cristal y en felpa real, entre bañeras secas, racimos y sombras. O
entre los ladrillos de un baño romano difunto por entre los vestigios de un lugar
sosegado de Etruria, que me asusta mucho y no sé por qué y me palpo a ciegas las
articulaciones de la diestra y el cuello y espero que se oigan fuera los pasos del centurión
mientras las esclavas huyen espantadas al cubículo. Dulce luz, esposa mía, tú, que me
besas la frente.
5. Levemente, como en un sueño
Tu, que me besas la frente, dulce luz, esposa mía,
levemente, como en un sueño, por entre ruedas dentadas y mataderos
por entre las correas de transmisión y carreras de coches
por entre solemnes convenciones y cajas de conserva vacías
con el aroma de los hayedos. Contigo sentado susurro
en el crepúsculo cuando vienen a preguntarme «¿Por qué estás sentado a oscuras?»
o «¿cómo puedes leer con esta poca luz, moribunda?
de la misma manera que al de los Países Bajos, al pintor, le dijeron El Búho.
Pero sus ojos veían las sombras de las cosas que tú deshierras
de la oscuridad. Dulce luz, esposa mía.
DÓNDE
¿Dônde podrias huir?
En el Baptisterio del Señor
las puertas de Ghiberti se cerrarán.
«Las Puertas del Paraíso» con un chirrido metálico
se cerrarán.
Una avispa perseguida por una paloma por entre los bajorrelieves
de la puerta de levante
está escondida bajo una hoja lustrosa y
apenas respira ya de miedo.
AL CABO DE TRES AÑOS
Al cabo de tres años cruzo de nuevo los confines de Umbría
llovieron pedazos de hielo en Chiusi
pero ahora en las cercanias del Lago Trasimeno
el aire se despejó y un fulgor infinito
baña la tierra en un benigno gozo
Bajo las gotas la vid crucificada en las estacas
olivos cual humilladero y lejos las cimas de los altos cerros
El lago es sólo transparencia y por las nubes bajas
la luz pone auréolas de vaho sobre las cosas
un clavo pasa por la carne transfigurada
una espada de rayos atraviesa la cubierta del mundo
El primero al que pregunté ténia la cara sombría
y me respondió malhumorado: «¡No hay Trasimeno,
no hay ninguna isla, no hay nada!» El segundo
sonrió y me dijo: «Hay dos islas en el lago,
una grande, otra chica, pero, por desgracia, no sé
cómo se llaman».
Traduction del rumano de F. J. Juez Gálvez. Profesor de Filología, Universidad Complutense de Madrid