A Extremo

A Extremo

¡A extremo!, una aportación en la que la trashumancia y la inmigración ilegal vertebran la historia de un matrimonio de pastores que auxilia a una familia africana que busca alivio en su vida. Juntos, en una huida que inician por las tierras de España, descubren una realidad incomprensible: caminos vacíos, pueblos en decadencia y sumidos en el abandono que solo necesitan un estímulo, el que miles de inmigrantes pueden aportar con sus ansias de renacer, de cultivar tierras, de guiar rebaños por unas cañadas que languidecen sin remedio. ¡A extremo! pretende destacar la relevancia del respeto y de la convivencia acorde de culturas.

 Bajo el amparo de un cúmulo de normas contempladas en el Cuaderno de Leyes y Privilegios del Honrado Concejo de la Mesta, de las Ordinaciones de la Real Mesta Casa y Cofradía de Zaragoza, de las Ordinaciones Reales de la Comunidad de Santa María de Albarracín y del Informe sobre la Ley Agraria de Gaspar Melchor de Jovellanos, se recuperan del olvido valores y principios esenciales propios de la trashumancia, necesarios en una sociedad actual deshumanizada: el cuidado y el amor por la naturaleza como reflejo de un ecologismo centenario que prohibía talar árboles para no privar de sombra a los caminos, la sabiduría ya ancestral de mostrar interés por la industria y la lana patria y desterrar lo externo, la percepción que el hombre tenía sobre la propiedad como muestra de una inmortalidad que se perpetuaba con la herencia, la ceguera frente a una despoblación de la que ya alertaba hace siglos Jovellanos. La solidaridad, la amistad y la generosidad que se fraguan en los caminos y en los campos, que los protagonistas hacen suyas en la noche al abrigo del fuego, emergen como solución para incentivar la trashumancia, para ensalzar el valor de unas cañadas que se sienten abandonadas, que necesitan pisadas que les devuelvan la actividad.

Te envío la información correspondiente a la obra, así como unos fragmentos por si pudieran resultar de tu interés en esta ocasión. Asimismo, te agradezco tu tiempo y dedicación y me pongo a tu entera disposición.

 

FRAGMENTOS

Cosme se enfrentaba a un comercio viciado por el interés por lo externo y el abandono de lo patrio, de la propia industria nacional, sin tener en cuenta que tal posicionamiento generaba pobreza. Una tendencia ya iniciada siglos atrás, vinculada a los intereses económicos del comercio de la lana: miserias y alegrías, ingresos y pérdidas en familias de pastores que dependían de un mercadeo al que eran ajenos, y del que salían beneficiados terceros que especulaban desde el exterior.

“Mientras no podamos, no sepamos ó no queramos ser industriosos, ¿será para nosotros un mal pagar con el valor de nuestras lanas una parte de la industria extranjera, cuyo consumo haga forzoso nuestra pobreza, nuestra ignorancia ó nuestra desidia? ¡Pues qué! Cuando podamos, sepamos y queramos ser industriosos, ¿será para nosotros un mal tener en abundancia y á precios cómodos la mas preciosa materia para fomentar nuestra industria? ¿Tanto nos ha de alucinar el deseo del bien, que tengamos el bien por el mal?”.

Informe sobre la Ley Agraria, Gaspar Melchor de Jovellanos, 1795.

Los golpes de los cayados contra la tierra, en los que se apoyaban con fuerza, servían para recordar que tras un paso viene otro, y así durante días. Las caídas, los ataques de alimañas, la muerte de una oveja o el nacimiento de un cordero eran las únicas acciones que podrían truncar la monotonía del paisaje y alterar el colorido de una vegetación que avanzaba ante sus ojos a ritmo lento y armonioso. Jornadas repletas de miradas perdidas que, tarde o temprano, conducían a la nada, a un sentimiento vacío que torturaba a los trashumantes con la soledad, con los meses restantes para regresar con sus familias. Y, sin darse cuenta, miraban al suelo y compartían la monotonía de los caminos con las cabezas gachas de las ovejas. Se sentían solidarios con ellas, compartían un destino, se necesitaban. La mancha blanca y uniforme del rebaño se desplazaba sobre el terreno, teñida por la nube de polvo que provocaban los caminos.

Álex no entendía que, frente a su vida de fortuna, en otros lugares la infancia era víctima de movimientos migratorios desgarradores, de los que arrancan la piel y la tierra, incluso la vida. La presencia de Kala y de Rivo era muestra de una realidad que le costaba comprender.

Los ojos marcados,

un rostro inexpresivo,

manos dormidas:

el muchacho del este.

Mi última aventura

diálogos con la muerte.

—Es una suerte saber que ahí descansan los cuerpos de los seres queridos, de los que habitaron los pueblos. Si muero… ¿tendré un lugar como este para descansar o me abandonarán bajo tierra al borde de un camino? Me gustaría poder disfrutar del colorido de estas flores y dejar de ser nómada tras la muerte, para que mis restos no acaben desenterrados por el viento o por las alimañas, para que puedas visitarme y dejarme una flor.

Álex se impregnó de amargura. No lograba asimilar las palabras de Kala, su resignación ante la muerte. No podía entender que, a su edad, anhelara una sepultura, un trozo de tierra que la vida no le concedía, el colorido de una flor que, tal vez, solo lograría al fallecer. No pudo evitarlo, y pensó cómo sería el recordatorio de la muerte de Kala, qué figura aparecería, qué datos tendría que facilitar a la funeraria para que pudiera redactarlo. Sabía que tendría que intercalarlo, con una tristeza inimaginable, como uno más entre las hojas del misal que aún guardaba como legado, que reposaba, desde hacía muchos años, en un armario, sin recibir sus tapas un solo roce. Creyó que, si Kala fallecía, la Iglesia podría cederle un terreno para su descanso, y que él se ocuparía de mantenerlo fértil con la humedad de sus lágrimas. Cumpliría con el mandato de ayudar a los cofrades pobres incluso tras su muerte, como muestra de amor y caridad.

La familia wodaabe era un núcleo de almas que anhelaban las tierras y los animales que otros rechazaban, dispuestas a cubrir el vacío rural con el permiso de las normas, de la muerte. Rita y Cosme no dudaron en procurarle ayuda, a diferencia de los que contemplan a los extranjeros con ojos que solo establecen diferencias. Fueron conscientes de que su lucha por la continuidad de la trashumancia y contra el abandono de los pueblos tenía futuro, dando rienda suelta a la voluntad de hombres y de mujeres, de familias españolas y extranjeras, en unión, dispuestas a extender el cariño y el amor por la naturaleza, por los pueblos, a pisar caminos y a desplegar sentimientos al igual que las ovejas extendían con sus pezuñas las semillas por los campos de España. Porque la trashumancia no discrimina culturas y se alza como una forma de vida que no entiende de norte y de sur, pues ambos puntos se funden en cañadas y veredas. Porque la trashumancia, la agricultura y los pueblos vacíos no entienden de países ni de etnias.

«Y guardándolos, mandamos que vos dexen a Vos los dichos Pastores, è a vuestros ganados, mayores, y menores de la dicha nuestra Cavaña ir, y passar por todas las partes, y Lugares, y terminos de los dichos nuestros Reynos, y Señorios, assi Realengos, como Abadengos, y Ordenes, y Veetrias, paciendo las yervas, y bebiendo las aguas, guardando panes, y Viñas, Huertas, y Prados de guadaña, Dehesas de Bueyes, coteadas, y autenticas de las dichas tres aranzadas para cada par de Bueyes».

Cuaderno de Leyes y Privilegios del Honrado Concejo de la Mesta de 1731, primera parte, privilegio LVI, p. 167.

Asimilaron que la visión de la tierra era diferente, porque el agricultor dirigía sus ojos hacia el suelo, y profundizaba con su mirada como si tratara de obtener los mejores nutrientes para sus semillas; mientras que el pastor miraba al infinito, a las montañas, y contaba los pasos que le faltaban para llegar a las dehesas andaluzas y poder alimentar a su rebaño con los mejores pastos.

«… por la conveniencia que resulta a los vecinos y habitadores de dicha Comunidad de que en los ribazos de sus heredades se conserven y permanezcan intactos los árboles que sirven de sombra en tiempo de calor: Estatuimos, que persona alguna no pueda cortar pino, encina, rebollo, enebro, zarza ni sabina, que haga sombra en los ribazos de las heredades de dicha Comunidad, sus lugares ó vecinos de ellos, ni de los terratenientes en dichos lugares».

Ordinaciones de la Mesta de la Ciudad y Comunidad de Santa María de Albarracín. Establecidas y ordenadas por el Concejo General de Aquellas, impresas en 1740.

ÍNDICE

Capítulo 1 El costillar…………………………………………………………………………………………………………………………… 11

Capítulo 2 La familia wodaabe……………………………………………………………………………………………………………. 15

Capítulo 3 Éxodo y sombras en Las Casillas de Bezas…………………………………………………………………… 23

Capítulo 4 ¿Agua?…………………………………………………………………………………………………………………………………. 29

Capítulo 5 Muerte y vida: un pastoreo conjunto………………………………………………………………………………. 35

Capítulo 6 Zamarras, antiparras y plumíferos…………………………………………………………………………………… 41

Capítulo 7 Cayados, tierra y monotonía…………………………………………………………………………………………….. 47

Capítulo 8 Turismo pastoril………………………………………………………………………………………………………………… 55

Capítulo 9 De recoveras y otras miserias…………………………………………………………………………………………… 63

Capítulo 10 Jornada de mercado………………………………………………………………………………………………………… 71

Capítulo 11 Cambio de rumbo…………………………………………………………………………………………………………… 79

Capítulo 12 El Gerewol………………………………………………………………………………………………………………………….. 87

Capítulo 13 El carrusel de la vida……………………………………………………………………………………………………….. 95

Capítulo 14 El campamento maqui de Ligros………………………………………………………………………………… 103

Capítulo 15 Privilegios……………………………………………………………………………………………………………………….. 109

Capítulo 16 El niño entre pajas………………………………………………………………………………………………………… 119

Capítulo 17 Las leyes y el olvido………………………………………………………………………………………………………. 127

Capítulo 18 La prueba……………………………………………………………………………………………………………………….. 139

 

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